jueves, 17 de septiembre de 2020

OBSERVANDO AL OBSERVADOR


Un ejercicio perfecto para salir del personaje es tratar de observarnos. Como ya dije, nosotros somos alguien distinto a esa persona que creemos ser. La prueba está en que, si hubiésemos nacido en otro sitio, con otra familia, otra cultura…, seguro que nuestro mundo y nuestra personalidad serían distintas.

En fin, a lo que voy. Que hoy estuve atenta a todas las vivencias, pensamientos y acciones de “mi personaje”. Me vi levantarme de la cama, meterme en la ducha, vestirme y salir para el trabajo: «¡Ostras! Ya me olvidé otra vez la mascarilla; a ver si termina pronto este rollo del virus…».

Mientras caminaba, observé el talante con el que acudo al trabajo: ¡me gustó mi talante! Además, vi que me movía en el presente, como hacen los niños; cuando un niño mira cómo el señor de la tienda de frutas coloca el precio a los tomates, eso es lo que ve: al señor de la tienda de frutas colocando el precio a los tomates. Sin embargo, los adultos, miramos lo mismo y nuestra mente se pierde en: “Tengo que pedir hora para hacerme las uñas; a ver si llamo al banco para lo del recibo que me cobraron; hablaré con mi jefe para hacer el curso ese; ¿qué voy a comer hoy?… y si alguien te preguntara por el precio de los tomates, seguro que dirías: ¿qué tomates?

Pues, eso, que hoy me estuve observando para ver si estoy en la observación. Reconozco que me despisté un poco, sobre todo cuando pasé por el escaparate de la cafetería de la esquina y los dulces me saludaron con ese encanto tan arrebatador que me empujaban a meter la cabeza por el cristal; las tentaciones pululan por todas partes. Aunque, enseguida conseguí que mi personaje siguiera el paso y disfrutara el momento y el milagro de moverse por las aceras, entre los transeúntes con prisas, el jolgorio de los niños, el ronroneo de las palomas, la complicidad de los árboles, el pitido de los coches, el tintineo de las cucharillas en los cafés y la música de piano desde una ventana sin nombre. Y con todo esto, he descubierto que mi personaje se ha desprendido de algunas capas oxidadas que arrastraba y ya no juzga tanto, no se enoja tanto, aprecia lo que tiene, fluye, sonríe y vive el presente. Y sobre todo se quiere, se valora y ha conseguido que le baje la tensión (13- 7), que siempre la tenía alta. Me gusta mi personaje, mañana se lo diré cuando lo vea.

 

Mercedes Alfaya