Un ejercicio perfecto para salir del personaje es tratar de
observarnos. Como ya dije, nosotros somos alguien distinto a esa persona que creemos
ser. La prueba está en que, si hubiésemos nacido en otro sitio, con otra
familia, otra cultura…, seguro que nuestro mundo y nuestra personalidad serían
distintas.
En fin, a lo que voy. Que hoy estuve atenta a todas las vivencias,
pensamientos y acciones de “mi personaje”. Me vi levantarme de la cama, meterme
en la ducha, vestirme y salir para el trabajo: «¡Ostras! Ya me olvidé otra vez
la mascarilla; a ver si termina pronto este rollo del virus…».
Mientras caminaba, observé el talante con el que acudo al trabajo:
¡me gustó mi talante! Además, vi que me movía en el presente, como hacen los
niños; cuando un niño mira cómo el señor de la tienda de frutas coloca el
precio a los tomates, eso es lo que ve: al señor de la tienda de frutas colocando
el precio a los tomates. Sin embargo, los adultos, miramos lo mismo y nuestra
mente se pierde en: “Tengo que pedir hora para hacerme las uñas; a ver si llamo
al banco para lo del recibo que me cobraron; hablaré con mi jefe para hacer el
curso ese; ¿qué voy a comer hoy?… y si alguien te preguntara por el precio de
los tomates, seguro que dirías: ¿qué tomates?
Pues, eso, que hoy me estuve observando para ver si estoy en la
observación. Reconozco que me despisté un poco, sobre todo cuando pasé por el
escaparate de la cafetería de la esquina y los dulces me saludaron con ese
encanto tan arrebatador que me empujaban a meter la cabeza por el cristal; las
tentaciones pululan por todas partes. Aunque, enseguida conseguí que mi
personaje siguiera el paso y disfrutara el momento y el milagro de moverse por
las aceras, entre los transeúntes con prisas, el jolgorio de los niños, el
ronroneo de las palomas, la complicidad de los árboles, el pitido de los
coches, el tintineo de las cucharillas en los cafés y la música de piano desde
una ventana sin nombre. Y con todo esto, he descubierto que mi personaje se ha
desprendido de algunas capas oxidadas que arrastraba y ya no juzga tanto, no se
enoja tanto, aprecia lo que tiene, fluye, sonríe y vive el presente. Y sobre
todo se quiere, se valora y ha conseguido que le baje la tensión (13- 7), que
siempre la tenía alta. Me gusta mi personaje, mañana se lo diré cuando lo vea.
Mercedes Alfaya