La Aceptación es una asignatura que casi todos tenemos pendiente,
entre otras cosas porque la confundimos con esa otra de nombre “resignación”
(la escribo en minúscula para quitarle valor; la resignación hay que
erradicarla).
Para que exista una Aceptación (con mayúscula), lo primero que
tiene que haber es una comprensión de por qué me ocurre lo que me ocurre, o por
qué ocurre en mi vida lo que ocurre. La comprensión enseguida te lleva a la
Aceptación. Pero, bueno, que esto parece una clase aburrida con una maestrilla
de pacotilla (valga la rimilla). Pasemos a explicar la práctica (que será lo
que nos lleve a la sabiduría).
Por ejemplo, me enteré de que iban a cerrar la piscina de mi
urbanización, porque encontraron un brote de covid en un instituto donde se
daban clases de verano y que está cerca de aquí. Toooodo el año esperando que
abran la piscina para disfrutarla ¿y ahora esto?, me dije. Sin embargo,
enseguida me di cuenta de que me estaba examinando de la asignatura Aceptación
y pensé: El cabreo ¿me sirve para algo? Pero, claro, el resignarme tampoco me
servía. Entonces comprendí que la Aceptación me liberaba, me daba paz y me
permitía disfrutar de la piscina el tiempo que siguiera abierta hasta que la
cerraran (no he sentido el agua con más placer que en ese momento).
Por cierto, para la Aceptación, hay que tener en cuenta dos
máximas (principio, regla o proposición, generalmente admitida por los que
profesan una facultad u oficio):
1.- Saber que todo lo que ocurre en nuestra vida trae un propósito
de aprendizaje para nosotros (aunque nuestro personaje no lo comprenda).
2.- Todo lo que temo lo atraigo.
Dicho esto, ¿cuál es el problema? Y alguien dirá, bueno, es que lo
de la piscina no tiene nada que ver con otras circunstancias “más graves” que
nos pudieran ocurrir, como una enfermedad, una pérdida, un accidente… Y, aunque
parezca frío, te vuelvo a remitir a las dos máximas: 1.-Si llegó a tu vida es
para que aprendieras algo, aunque tu personaje no lo acepte (luego hablaremos
de la muerte) 2.- ¿Estás seguro de que no lo atrajiste con tus miedos?... Y,
ahora, añado unas cuantas preguntas más: ¿Puedes hacer algo?... ¡hazlo! ¿No
puedes hacer nada?... Acéptalo.
Aceptar trae paz. Y, sobre todo, ayuda a aprobar la asignatura
donde se presente.
Si hablamos de la muerte como un suceso trágico es que no nos
hemos enterado de nada, porque en este planeta necesitamos un traje para habitar
la 3D y lo único que hacemos es dejar aquí el traje cuando termina la
experiencia, pero, vaya, si no lo ves así, permítete el duelo, y luego acéptalo,
te traerá paz.
Yo no quiero hablar muy alto, porque siempre que digo ¡aprobé!, me
viene un imprevisto que me descoloca, aunque, intento que me dure lo que una
pompa de jabón en el aire, porque, enseguida tiro de mis apuntes y me pongo a
estudiar la Aceptación, que es “durilla”, pero muy gratificante.
Por cierto, la piscina de mi urbanización sigue abierta (todavía).
Y lo mejor es que no temo a que la cierren, porque si ocurre, no pasa nada,
será por algo.
¡Uy! Se me ha ocurrido una idea fantástica: me voy a comprar una
camiseta y le diré a la chica de la fotocopiadora que me grabe delante: SERÁ
POR ALGO. Así no se me olvidará esta otra máxima, jejeje (yo la Aceptación la apruebo
con matrícula aunque me cueste, ya verán…).
Mercedes Alfaya.
No hay comentarios:
Publicar un comentario