Mi amiga, la pleyadiana, ya está en la Tierra.
Parece que se enfundó un cuerpo bastante resultón y cómodo para la
experiencia 3D. Y, aunque desconoce el lugar exacto donde aterrizaron, dice que
le encantó esa sustancia refrescante y líquida cuya molécula se compone de dos
átomos de hidrógeno y uno de oxígeno.
Todo esto me lo va contando a través del pleyamobilingüe,
conectado a la frecuencia del infinitodecimonónicoestelar, que, a diferencia
del móvil terrestre, no necesita “coltan” (el mineral que ha causado más de
tres millones de muertes en el Congo debido a las malas condiciones de su
extracción).
Dice, además, que le ha sorprendido no encontrar en la Tierra centrales
de Serotonina, imprescindible para mejorar los procesos conductuales y neuro-psicológicos en
humanos (como añade la información que maneja en su micro chips implantado para
el viaje), aunque sí que conocen y utilizan la Shungitha (o piedra inteligente).
Y que, incluso, ha visto que algunos humanos purifican su agua con este mineral
procedente del espacio. (¡Qué bien! Ya veo que mis paisanos van descubriendo
poco a poco algunos secretos beneficiosos para ellos, hasta ahora ocultos por los
que controlan y manejan los hilos del planeta).
Aquí, el bote de 2 litros de agua macerando con los 200 gr. de
Shungitha en bruto.
Me pasó la imagen un pleyadiano especializado en «biología celular»
que, de vez en cuando, viaja a la tierra, se enrolla con alguna sesentona de
buen ver y pasa largas temporadas en su casa hasta que consiga el doctorado
Shungi-Galáctico (vaya suerte para la terrícola elegida, porque la limpieza de
metales pesados en células con este agua las practica con ella: medio vasito
por la mañana..., medio vasito por la noche...; un besito aquí..., otro allí...; shungitha
va…, shungitha viene…).
Ya por la tarde, mi amiga quedó para merendar con el sol (que es
un portal energético con entrada en redondel oscuro y salida luminosa) y darle
las gracias por permitir la vida en la Tierra. Para ello, cambió de cuerpo y eligió
un look de lo más acorde a la velada.
La merendilla estuvo de lujo, porque dice que con el sol se puede hablar
de todo: charlaron de los toroides, que son manifestaciones de la consciencia,
además de que cada toroide es una línea temporal. También conversaron acerca de
los maestros, tanto ascendidos como de la tierra, jerarquías de poder que no
necesita el ser humano, porque, en estos momentos, él ya Es todo lo que
necesita Ser.
—Bueno, si todavía encuentras a alguien perdido, le puedes
recomendar un guía, pero, vamos: “Cuando el alumno está preparado, desaparece
el maestro” —dijo el sol antes de ocultarse tras la montaña.
Me contó mi amiga, la que partió de las Pléyades en viaje de
incógnito al planeta, que vislumbró algunos asteroides y meteoros donde se
esconden naves extraterrestres para surcar el firmamento sin ser vistas. Y que
uno de los miembros de la Confederación Intergaláctica de los Mundos Libres, en
pleno descenso, impartió allí mismo una clase magistral acerca del llamado “vacile”
terrestre; muy extendido entre los que todavía piensan en el arcaico y
equivocado binomio: «Felicidad=Acumular». Y aquí lo tenemos, en plena
experiencia religiosa.
A media noche, hora terrícola, mi amiga, que ahora habita en
densidades de lenta vibración (espacio tiempo incluidos), dijo que, en la
Tierra, lo que lleva peor es que todo pesa mucho, que hay que andar por el
suelo todo el rato y que no soporta el calzado de ningún tipo. Que lanza las
zapatillas al aire, pero que vuelven a caer. Y claro, se las coloca de nuevo para
no dejarlas allí tiradas, que le da pena.
Con la pena, esta no
avanza. Y eso que lleva una lista de sentimientos humanos que debe evitar a
toda costa para no quedar atrapada en las redes de los programas implantados, entre
ellos: la pena. Pero también, el miedo, la hostilidad, la ira o los celos. De
todo esto tendré que hablar con ella, porque en la Tierra resulta fácil caer en
esa especie de arenas movedizas, donde, luego, a ver quién recoge sus lágrimas
y las devuelve a los ojos.
Además, como es su primer aterrizaje en el «planeta-escuela», no
he querido meterle más y ponerla en guardia acerca de las “trampas” que debe
evitar, sobre todo las del ego.
De manera que volvió a cambiar de look para asearse un poco,
desconectó consciencia y dejó el cuerpo aparcado hasta el día siguiente.
¡Que
descanses, bonita! Te queda faena…
Mercedes Alfaya.
No hay comentarios:
Publicar un comentario