viernes, 6 de septiembre de 2019

Juanjo y Juanjo


        
         De cómo los niveles de conciencia determinan la conversación con un muerto.

         Juanjo y Juanjo

         Juanjo es empleado de una funeraria y le gusta su trabajo, sobre todo porque no discute con los clientes. También los maquilla, los pone guapos y ni rechistan.
            Pero es en los viajes largos, cuando hay que trasladar a un finado de un pueblo a otro, o de una ciudad a otra, cuando Juanjo establece un vínculo especial con el muerto.

            Juanjo (en su antiguo nivel de conciencia):
            Bueno, tío, arranco y nos vamos.
            Hay que ver, tu último paseillo y te han dejado más tirado que una escoba en el desierto; ahí te das cuenta de que la familia es una mierda, así de claro, con todas las letras. Para qué te quieren acompañar si el entierro no es hasta mañana… Bueno, no te apures, aquí estoy yo. Te voy a contar un chiste que te viene que ni pintado: un tío llega al cementerio y pregunta, ¿está Pepe? Y escucha una voz que dice, noooo, pero vendráaaaa, vendráaaaa, jeje, jeje. Ni maldita la gracia que te hizo ¿a que no? Bueno, de qué quieres que hablemos (oye, que lo de “hablemos” es un decir…, ya sabes). Espera…, a ver si me despisto y nos vamos los dos a Calatayud. Sí, es por aquí..., vamos bien... Bueno ¿qué pasó? Te colgaste de la lámpara ¿no?... ¿Deudas? ¿Se fue tu suegra a vivir con vosotros? ¿Te engañaba tu mujer?... Da lo mismo... Tomaste una decisión chunga.  ¿Sabes lo que yo hubiera hecho? Me hubiera sacado un billete a las Bahamas y que marisqueen los mariscadores, no sé si me explico.
             En fin, que cuando lleguemos te voy a maquillar del diez, vamos que ni el Wojtyla, mira que se esmeraron poco con los retoques al papa. Yo tengo clientes a los que les he pintado hasta pecas en la nariz y los he empolvado a conciencia; la autoridad de la muerte hay que saber tratarla.  Me ocurrió con una mujer que la pobre presentaba un blanco quebrado de lo más cutre. Le pellizcabas los mofletes y parecían de verdad. Bueno, de verdad sí que eran, quiero decir que parecía que estaba viva, incluso la textura se prestaba al tipo de maquillaje que yo empleo. La dejé que ni la Monroe, je, je. ¡Ay! Mi Marilyn... A esa sí que me hubiera gustado llevarla en mi coche y pasearla por todo Manhattan; bueno, yo soy de Alcaudete, pero la hubiera llevado a Nueva York con todo el coche lleno de flores y cintas con mensajes: «Mi amor platónico» «Adios a la reina de las diosas» «La tentación vive arriba»...
            ¿Sabes? Uno se siente extraño conversando con alguien a quien ya le importa un güebo todo lo que se dice y todo lo que ocurra fuera del contorno de su ataúd, claro que morirse tiene sus ventajas... Y mira que nos complicamos la vida ¿eh? Unos más que otros. El jueves pasado, sin ir más lejos, tuve que recoger los pedazos de un tipo que se puso delante del tren. Y eso no fue lo peor, se había empapelado el cuerpo con todos sus ahorros: billetes de 100 euros desparramados por el suelo, y yo recogiendo cachos de carne. Si es que hay que ser bruto. Deja aquí la pasta, tío, si a ti ya no te va a servir. Pues no, se lo quiso llevar todo con él. A ese ni lo recibieron en el cementerio. La familia dijo que ahí lo entierren donde pillen que ellos no querían saber nada de él (o de lo que quedaba de él, porque el panorama las pintaba en negro). ¿Mira que dejar a la viuda sin un céntimo...?
            Bueno, perdona, tú dirás que a ti qué te importa la historia del tipo  ese. ¿Ves? la muerte está para que aprendamos a vivir lo nuestro, lo malo es que ya no te va a servir para nada el aprendizaje. ¡Uff! qué bache! No veas cómo están las carreteras...

               
         Juanjo (en otro nivel de conciencia):
               
                Qué pasa, compi. Se termino la escuela ¿eh? ¿Te llevaste muchos puntos? Mira que si no el cabroncete del Super te hace volver…, y la cosa está que arde. Escucha, si ves el túnel de luz y la familia que sale a esperarte, ni caso, que todo es un montaje para que sigamos en el encierro. Tú para adelante, para adelante... todo recto, todo recto... Y no te preocupes por el envase, en un mes los gusanos te lo dejan listo. Bastante tenemos con habernos quedado encerrados aquí, en la Tierra, como para preocuparnos de nada una vez liberados. Ya sabes que todo esto es una farsa, que nosotros no somos este cuerpo limitado de carbono. Bueno, tú ahora lo sabes mejor que nadie. Por cierto ¿a ti te importaría darme una señal de que andas por ahí arriba?... ¡Hostia! ¿Quién ha encendido la radio?... ¿No me digas que ese es el Michael Jackson y la canción de los muertos...?

La oscuridad cae sobre la tierra,
la media noche se está acercando.
Las criaturas se arrastran en busca de sangre
para aterrorizar a todo el vecindario...
¡Espeluznante!

(Del libro:Nuestro personaje en prácticas, de Mercedes Alfaya. 
Disponible en papel (11 euros; solicitar a la autora) y en Amazón (3,14 euros). 

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