Que ¿cómo estoy llevando esto del confinamiento? Bien. Si pienso
que me prohíben algo, lo llevaría peor. Así que le digo a mi mente que
tranquila, que mi “ego” tendrá respuestas y se verá recompensado siempre que no
demande ni exija mucho.
Al ego hay que controlarlo, porque llevamos toda la vida
intentando complacerlo y, si vienes tú ahora y le dices “se acabó”, se te va a
sublevar o se irá por las nubes. De manera que mejor no lo alteres. Eso sí,
poco a poco, intenta restarle protagonismo, que es de lo que se trata.
Lo que más le gusta al ego son las tristezas, las quejas, las
discusiones, el pobre de mí…, y todo lo que demande atención. Pero ahí estamos
para impedírselo. ¿No me dirán que la tristeza se debe a que no pueden ver a
sus seres queridos? ¿Es que antes los veían mucho? ¿Cuándo? ¿Por los
cumpleaños, los santos, las navidades?... Pero si ahora preparas una
videoconferencia y encima ni te tienes que perfumar. Te arreglas de la cintura
para arriba y hasta en zapatillas y sin medias te montas una fiesta... Ah,
¿falta el contacto físico?... Venga ya… Si la mitad de los abrazos son
aprendidos, de compromiso, sin mucho calado. A ver cuánta gente te da un
arrumaco de oso de los de verdad… No como el “muak” “muak” que ni te roza la
cara. ¡Falsistis! Que todo es muy falsitis, y al ego le vale cualquier cosa
para salir del paso.
—Pero es que no veo a mi familia hace ya muchos días...
—Mari, hija, que te fuiste el año pasado tres meses a las Maldivas
y tu familia se quedó sin verte… (y tú a ellos) ¿Qué me vas a contar…?
Y es que el chantaje emocional lo tenemos bastante aprendidito:
Pobre de mí... Ahora mismo llamo a mi amiga y se lo cuento (con lágrimas de
cebra en los ojos, una blanca y otra negra, que es como decir: una de verdad y
la otra postiza). Y llama y me lo cuenta.
Por cierto, lo de “lágrimas postizas” me da para un relato; me lo
apunto.
—¿Y qué quieres hacer?
—pregunto ante su aparente desesperación. Y como ella solo quiere hablar, que la
escuchen, que todo el mundo la oiga, que el cielo se apiade de ella, que vean
lo sola que está…, pues me dice: ¡Calla que te cuente! Y me lo vuelca todo por
teléfono. Termina y dice que me tiene que dejar, porque empieza el “Ahora
caigo” en la tele. ¡Tendrá morro!
Y yo repito una y otra vez el nombre del programa a ver si llego a
la conclusión que tengo que llegar…
No hay comentarios:
Publicar un comentario