La chica del supermercado me avisa de que llevo el bolso abierto.
—A ver si le roban el monedero —me dice. Le contesto que si alguien me robara
tendría que preguntarme dónde me estoy robando yo, porque todo lo que ocurre en
nuestra vida nos avisa de lo que está ocurriendo en nuestra vida (creo que se
comprende la repetición).
Le cuento que una vez me fui a comprarle ropa a mi hermana, porque
siempre se estaba quejando de que no tenía qué ponerse ni disponía de dinero
para remediarlo. La verdad es que mi hermana siempre ha recurrido a mi para
casi todo.
Sin detenerme a pensar si era yo quien tendría que solucionar sus
cosas, saqué dinero del banco y me fui a una tienda de modas. Nada más entrar,
una mujer se cruzó conmigo y me advirtió: —¡Llevas el bolso abierto! —Miré y
sentí un agujero en el estómago; me habían robado la cartera con mis
documentos, el dinero del banco, mis tarjetas de crédito, las del gimnasio, la
biblioteca, el tren de cercanías… y una estampita de Santa Gema que encontré en
la calle y que guardaba desde mi juventud.
En ese momento,
lo único que se me ocurrió fue maldecir, lanzar improperios contra el ladrón o
la ladrona y desearle que necesitara ese dinero que me había robado para
cualquier cosa que tuviera que ver con algún accidente que le ocurriera. ¡Madre
mía! Vaya ignorante que era yo en ese momento. En lugar de eso, tendría que
haberme parado a ver de qué me estaba avisando el Universo con respecto a mí,
¿dónde me estaba robando yo? Claro que, como nadie nos dijo que la única manera
que tiene el Universo de mandarnos avisos es por medio de la reproducción de
hechos fuera que nos avisan de lo que tenemos que prestar atención dentro. Ahora
lo sé y lo reconozco enseguida, yo me estaba robando a mí misma al intentar solucionar
los problemas de mi hermana; mucho más cuando yo no me había comprado nada de
ropa en meses.
Desde que aprendí
esto, ya nunca pongo la culpa fuera de mí, al contrario, cuando me ocurre algo
desagradable, agradezco al Universo que me avise de que algo va mal en mi vida
para localizarlo y corregirlo.
La chica del
supermercado me dijo: —¿Entonces, si el cabrón de mi novio me falta el respeto,
se supone que tengo que averiguar dónde me estoy faltando al respeto yo?
Contesté: —¡Eres
bastante lista! Llegar a esa conclusión a mí me costó años, mientras que tú lo
has pillado en segundos.
—Pues está claro —dijo ella—. El universo me avisa de que no me
respeto al comprobar que alguien de fuera (mi novio en este caso) no me
respeta. Y yo no me respeto por aguantar ciertas cosas y no poner los puntos
sobres las íes en la relación. Si resulta tan fácil como observar lo que ocurre
fuera de nosotros para saber lo que necesitamos cambiar dentro, desde luego me
voy a poner a estudiar esto con detalle. Y, en cuanto salga del trabajo,
agradeceré al Universo que diera la casualidad de que usted llevara el bolso
abierto y yo lo viera.
Le contesté que
las casualidades no existen, sino que también son parte del plan de apertura de
consciencia que se nos ofrece cada día, si queremos verlo y trabajarlo, claro;
porque todo lo de fuera no hace más que avisarnos de lo que ocurre dentro.
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