8.- Baldobino en casa
El humo de las chimeneas
vecinas, las luces artificiales y el olor a castañas asadas consiguieron que Baldobino
se alegrara de volver a su barrio; del que solo había faltado un día, pero que
le pareció un siglo.
La ambulancia se detuvo en
la puerta y los camilleros transportaron al reloj hasta el dormitorio de
Baldobino. Lo depositaron en la cama y listo.
—Muchas gracias. Que tengan buen viaje —dijo Baldobino.
Habrían transcurrido unos
minutos cuando se oyó llamar a la puerta.
—¡Va!
¡Ya va! ¡Un momento! —gritó nuestro lagarto, imaginando que sería el
conductor de la ambulancia que habría olvidado algo. Sin embargo, allí estaba
ella, delante de la puerta, con su abrigo rosa de lentejuelas, el sombrero de
plumas rosa, guantes de lana rosa y un bolso forrado de piedrecitas de colores.
—¿Qué desea? —preguntó
Baldobino.
—Hola, guapetón. Me llamo Lucrecia y llevo
todo el croa-día esperándole.
Desde luego, Baldobino no
había visto una rana tan extravagante en su vida.
—¿Me esperaba a mí? —se extrañó Baldobino.
—Sí, croa-viejo.
Pensé que al llegar a la croa-estación de Lentejilla, y no encontrar
a nadie, usted volvería a su croa-casa enseguida. Por eso, esta misma
mañana, tomé mi croa-auto y me vine para acá. Como usted no
ha llegado hasta ahora, tuve que esperar todo este croa-tiempo.
—Estuve en el hospital... Pero... ¿qué
significa eso de que al no ver a nadie en la estación se vino para acá? ¿Es
usted quien me envió esa carta en la que me invitaba a su pueblo para luego
dejarme plantado en la estación? —preguntó
Baldobino con un poco de mal genio.
—¿Por qué será que nadie espera a que los
demás terminen de hablar antes de sacar sus propias croa-conclusiones? Ande,
déjeme que le cuente... Verá, la croa-carta no la escribí yo, la escribió mi croa-jefe. Él me ha enviado a pedirle disculpas por no presentarse ayer
a recogerlo en la croa-estación de lentejilla a la hora prevista.
—¿Disculpas? —gruñó Baldobino—.
¿Usted sabe el frío que he pasado y todo lo que he tenido que soportar?...
Además ¿quién diablos es su jefe?
—Tenga. A ver qué le parece
esto —dijo Lucrecia mientras le entregaba a Baldobino una fotografía antigua—.
¿Lo ve? Ese es mi croa-jefe, Sigifredo, Fredo para los amigos.
Y este es usted. Aquí son pequeñitos y están en el croa-colegio. Ahora le voy a contar por qué mi
jefe le escribió aquella croa-carta donde le invitaba a pasar la nochebuena con él; y por qué no
acudió a la croa-cita y por qué me ha enviado hasta aquí
para hablar con usted —dijo Lucrecia—.Antes, le voy a rogar que me dé un poco
de agua, soy una croa-rana ¿sabe?
Continuará...
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