Tengo un cuaderno donde anoto cosillas para recordar, aprender o
superar. Lo acabo de abrir y esto es lo que salió escrito:
“Todavía me queda aprendizaje, sobre todo el evitar que me moleste
si me envían un vídeo que no me apetece ver, me mandan una página para que lea
una noticia que no me interesa o me informan de lo que dice la tele sobre el
virus ese al que yo no le presto atención, por no darle energía (si me infectara,
sería porque me tendría que infectar; pero yo no me voy a preocupar por algo
que ahora mismo no está en mi vida)”.
Bueno, a lo que voy… Aquí, en mi cuaderno, también dice esto otro:
“Si todavía cedo ante cosas que no quiero hacer, es por miedo al
rechazo; algo que está ahí incrustado en mi niña interior. De pequeños,
aprendemos supervivencia, porque nadie nos enseña otra cosa. Mentimos para
librarnos del castigo y también por ese miedo a que nos aparten del grupo, de
la familia, de la comunidad... Cedemos a todo por miedo. Y es en ese momento,
de pequeños, cuando entendemos que había que hacerlo así (ceder, mentir…) para
que nos siguieran queriendo y no nos rechazaran. Y con eso, se grabó un
programa dentro de nosotros que sale ahora, porque lo llevamos dentro y no lo
hemos resuelto. Y yo pienso: ante esto ¿qué puedo hacer? Creo que lo mejor es
permitir que salga la niña interior y, cuando aparezca algo que me incomode o me
produzca rechazo, decir: ¡Ostras! ya está aquí la niña Mercedes que, como no se
lo permitieron de pequeña, ahora se lo permito yo”.
Eso es lo que
pone en una de las hojas de mi cuaderno. Ahora voy a trabajarlo, porque no es
tan fácil (tampoco es tan difícil). Lo que hay es que ser conscientes de los
programas que llevamos grabados desde que éramos unos críos. Y todo por miedo a…,
pero que ya no nos debería asustar nada: «Esta soy yo, le guste a quien le
guste, porque, a quien le tengo que gustar es a mí».
Mercedes Alfaya.
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