viernes, 15 de enero de 2021

DEJA QUE LA VIDA OCURRA

 

DEJA QUE LA VIDA OCURRA

 

Reconozco que he necesitado que mi personaje pasara el duelo de la “pérdida”, antes de situarme en una perspectiva que me permitiera mirar la vida desde la realidad y la claridad infinita que conecta con eso que llamamos «Aceptación» que no es otra cosa que dejar que la vida ocurra.

            Dice David Del Rosario que la vida es un proceso inteligente y autodirigido en el que tenemos motivos de sobra para confiar.

A mí, esto de confiar en la vida me ha costado un poco después de que el 26 de diciembre de 2020, mi hermana, año y medio más joven que yo, se haya ido al cielo (como se suele decir). Pero, bueno, yo de la muerte todavía sé poco (lo escribo en positivo para evitar las negaciones que dirían: no sé mucho). El caso es que, mi hermana, físicamente, ya no está. ¿Que si lloré?... No había consuelo para mí, y dejé que esto ocurriera para dar salida a toda la impotencia, la tristeza, la amargura, el sinsentido… que experimenté dentro cuando mi hermano, que estuvo con ella hasta el final, me llamó desde Córdoba (después de varios días acompañándola en la UCI) para comunicarme, roto de dolor: “Ya se fue”.

Después del viaje, el funeral, el encuentro con la familia y volver a casa, me llegó un periodo que no sabría definir: una especie de serenidad con momentos de derrumbe, miradas al horizonte en busca de respuestas, silencios prolongados, falta de motivación o reproches en forma de: «Tendría que haberla escuchado más; igual aquel día me quiso decir algo y no le presté atención; la podría haber ayudado en esto, en lo otro…». ¡Nada! Ganas de mortificarme y comerme el coco ante lo que hubiera querido que ocurriera y lo que de verdad es el propósito de lo que ha de ocurrir.

Mi falta de aliciente repentina (sobre todo cuando me voy a la cama, y el miedo y la incertidumbre me asaltan) lo ha percibido enseguida mi amiga (la que siempre está ahí como una enviada del otro lado para ayudarme a crecer). Sus mejores palabras con respecto a la vida (a mi vida) han sido: «La confianza y el miedo son incompatibles». Y para retomar esa confianza en mí, en la vida, en el propósito que alberga todo lo que existe (y que yo acababa de perder por un acontecimiento inesperado como es el que mi hermana ya no esté) mi amiga me ha regalado el libro de este chico, científico, David del Rosario: «El libro que tu cerebro no quiere leer» y que contiene afirmaciones tan asombrosas como esta: «… los más aptos no son los que se adaptan al entorno, sino aquellos seres que consiguen adaptarse con éxito al proceso de la vida».

Por eso, hoy me senté al sol de mi terraza con un cafelito y un incienso (me gusta el olor de los inciensos), tomé mi libro y me puse a leer, convencida de que en el presente se encuentra todo lo que necesito para fluir con la vida. Di gracias a mi amiga por estar atenta a lo que necesito en cada momento; y a mi hermana, por haber sacrificado quizás algún tiempo más en esta dimensión para mostrarme con su silencio eterno que lo importante es la conexión con el presente y el disfrutar de regalos como la sabiduría de un libro, el valor de la amistad, el resplandor plateado del mar en el horizonte, la caricia del sol en el rostro, y todo lo que necesito para fluir y dejar que la vida ocurra (incluso en medio de eso que mi cerebro atrae para que viva la incertidumbre y renuncie a la confianza).

Gracias, hermana, buen viaje a las estrellas.