martes, 24 de agosto de 2021

NI CHURROS NI CHOCOLATE

 

A ver, ¿dónde puse mi teléfono? Ah, sí, aquí está…  “Pi-po-pu” “pa-pe-po” “pi-pa-pa" (la llamada…). Tarda un poco en contestar. Normal ¡Ya!

—Hola, Dios. Perdona que te moleste, es que tengo algunos problemillas que me cuesta resolver. La verdad es que no son muchos, lo que ocurre es que… Ah, ¿que vaya al grano? Vale (qué borde, ¿no?, y eso que no lo llamo nunca). Pues, te cuento: Necesitaría que me echaras una mano con el asunto ese que me trae de cabeza, ya sabes… ¿Cómo?... Sí, sí, ese, ese… También necesito que se solucionen los problemas que tengo en mi vida con respecto a… ¿Cómo dices?... Ah, ¿que todo eso lo tengo que resolver yo por mi cuenta? Pues, disculpa la desfachatez, pero, entonces, ¿tú para qué estás?... ¿Per-doo-naaa? ¿Y las noches que me pasé rezando, las velas que te puse, mis ofrecimientos para con los demás, los donativos, las gracias continuas, los besos a tu imagen, los sacrificios, mi paciencia…? ¿Hola?... Ah, pensé que me habías colgado. Verás, yo creo que tengo derecho a recibir algo por tu parte, de otro modo, ¿qué sentido tendría este mundo de caos y sufrimiento?... ¿A qué me refiero? ¿Tú crees que es normal que unos caguen en un váter de oro y otros no tengan ni para comer? Si me lo explicas, ¿o te pongo más ejemplos?… ¿Cómo?... ¿Qué significa que yo me ocupe de mis cosas y deje tranquilos a los demás? ¿Sabes qué? Te haré caso y me emplearé en mí, en lo que me concierne. Ahora que, prepárate, porque, en cuanto descubra cómo andar sobre las aguas sin hundirme, igual te quito el puesto y en lugar de sentarme delante del espejo a contemplar el ego de mi creación y rascarme el ombligo, me remango y ordeno todo esto de una puñ… (piiiiiii) vez. ¿Me has oído?... ¿Hola?... ¿Dios?... ¿Estás ahí?... ¡Jope! Ha colgado.

¿Saben qué? A mí me parece que este Dios no es el apropiado para lo que yo necesito; igual apunté mal el teléfono. O, si ese es el Dios verdadero, vaya churro que nos vendieron. O, si no es un churro, tampoco es un chocolate… ¡Uy! Ya no sé ni lo que digo. Desde luego que solucionaré mis cosas yo solita, sin ayuda, ya lo verán, ¡faltaría plus! Ahora va a ser que Nietzsche tenía razón con lo del Superhombre, no te digo…

En fin, que, mientras descubro toda mi potencialidad como personal más allá de lo humano y lo divino, voy a poner una reclamación al Cielo; y, de paso, les diré que limpien los cristales de las ventanillas del tren de cercanías (aunque, como está la cosa, y para ver lo que hay fuera, mejor me dejo de remilgos y me cuento los lunares de las piernas; total…).

martes, 17 de agosto de 2021

CONFÍA

 

Yo esto de “confía” me lo digo mucho. También lo comparto en ocasiones, cuando entiendo que alguien anda con desesperación porque las cosas no le salen como quería o porque su vida se ha torcido en algún tramo.

            La verdad es que  “confía” es una palabra poderosa, hay quienes la escuchan sin más, quienes la tienen en cuenta a ratos y quienes no te mandan al cuerno porque queda feo. También —y aquí viene lo mejor— los hay que, además de oírla y tenerla en cuenta, la llevan a la práctica; o sea, confían de verdad.

Y es ahora, después de la afirmación, cuando vendría la gran pregunta: Confiar, sí, ¿en qué?, ¿en quién? La respuesta más sencilla sería: confiar en la vida. Claro que yo me pregunto: ¿Qué sabrá la vida de lo que a mí me interesa, de lo que necesito, de lo que quiero que se resuelva, de lo que anhelo, de lo que me haría feliz…? ¡Ni que la vida fuera Dios! ¿Dios?, otra gran pregunta, mejor dicho, la pregunta de las preguntas, la meta-pregunta.

(Meta = más allá.

Meta-pregunta = más allá de la pregunta).

¿Eeeh? ¿Ehhh? ¿Hhhee? Ufff, Yo, cuando me enredo en estas cuestiones trascendentales es que me temo, porque, lo mismo te resuelvo un jeroglífico egipcio que me embobo en la espiral de Fibonacci y sus arcos concéntricos.

A lo que voy… Que la vida no puede ser Dios y saberlo todo sobre mí. Entonces, Dios, el Creador, el Sabelotodo, el Poderoso (llámalo como quieras) tiene que morar dentro de mí, ¿no? A esto llego por deducción.

Un momento, voy a mirar...

Estoy buceando en mi interior a ver si consigo aclararme. Ya pasé entre las costillas, los pulmones, el corazón…, y, mientras inspecciono el resto, en lugar de anuncios publicitarios que ya saturan mucho, les dejo algo, —por cierto, nada interesante—, sobre la construcción de la Torre Eiffel:

«La construcción de la Torre Eiffel comenzó el 28 de enero de 1887, y tuvo una duración de 2 años, 2 meses y 5 días, con la colaboración de unos 300 trabajadores, 50 de ellos ingenieros y diseñadores. El motivo de su construcción fue La Exposición Universal de 1889 en París».

¡Ya volví!

Acabo de verme por dentro. Vaya mogollón de venas, arterias, órganos, huesos…, todo a flote y en su sitio. Y, lo mejor fue que descubrí algo insólito. Aquí, adentro, tenemos algo que no sabría definir muy bien. No es Dios, no. Tampoco es el alma, no. Se trata de algo mucho más poderoso que todo eso, y es en lo que habría que confiar sin ningún tipo de duda. Ese algo es el Espíritu que, como no sabemos que está ahí y que es en el que deberíamos confiar, lo tenemos de brazos cruzados, dormido, vago. Así pues, cuando nos digan: «¡Confía!», lo que deberíamos hacer es alinearnos con ese nuestro Espíritu interior que es el que de verdad sabe lo que nos conviene. ¿Que, cómo se hace eso de alinearnos con el Espíritu? Si todavía no lo has descubierto, ya te llegará la respuesta. Mientras tanto, cada vez que algo te perturbe, te desestabilice, te acongoje, te desmotive… ¡Confía! (o, si no me crees, tienes la otra opción: entretenerte con los anuncios o con la Torre Eiffel).

martes, 10 de agosto de 2021

¿RECUERDAS?


¿Recuerdas, cuando mirabas el mundo con los ojos limpios y te gustaba saltar sobre los charcos y mojarte bajo la lluvia? ¿Recuerdas, cuando la vida nunca se enfadaba contigo y los árboles te saludaban a tu paso? ¿Recuerdas, cuando los amores contrariados de los que habla García Márquez en su novela, solo eran eso, personajes de novela, porque el mundo entero estaba a tus pies y los amores eran correspondidos, aunque fuera en sueños? ¿Recuerdas, cuando las piedrecitas de colores se convertían en tesoros que había que esconder de los piratas?

¿Recuerdas cuando fuiste creciendo y todo comenzó a oscurecerse sin una explicación aparente, y surgió la tristeza, la soledad, el miedo? ¿Recuerdas que te dejaste llevar por todo eso sin darte cuenta de que tú tenías el poder de cambiarlo, solo con modificar tu pensamiento? ¿Recuerdas, que a la soledad la invitaste tú, porque ella no tiene la llave para entrar en tu vida si no se lo permites? ¿Por qué lo hiciste? ¿A caso pensabas que esa soledad sería una buena compañera?

Por todo eso que olvidaste, por lo que no supiste gestionar y por lo que empañó tu vida sin que te dieras cuenta, te voy a regalar algo.  Mira bien, es una goma de borrar inmensa. ¿La ves? La coloqué en la nube. Está ahí para que borres de tu mente todo lo que te apetezca, porque es ella (la mente) la que dibuja el mundo en el que te mueves. Y si la dejar actuar por su cuenta, se adueñará de ti para siempre.

Recuerda que todo esto no es más que un sueño del que se puede despertar si vuelves tus ojos al interior, descubres al espíritu dormido y lo zarandeas. ¿Cómo se hace? Lo vas a descubrir muy pronto.

lunes, 9 de agosto de 2021

¿DÓNDE ESTÁ LA GENTE?


       Hola, mis amores (esto lo dice una chica de youtube cuando inicia sus grabaciones y yo se lo copié aquí, ji, ji).

       Bueno, lo que voy a exponer a continuación no tiene mucha gracia, o igual sí la tiene y yo no se la veo; o se la veré cuando termine de exponerlo; quién sabe… El caso es que me gustaría compartir una reflexión a ver si a ustedes les ocurre lo mismo que a mí en el transcurrir de los días; de “estos” días, porque mi sensación es múltiple. 

      Primero, me parece notar como si una especie de polvillo invisible desplegado por la atmósfera me impidiera ver con claridad. Y luego me pregunto: ¿qué diablos significa ver con claridad?, porque con un cerebro contaminado por la cultura y parcheado de programas (tanto ancestrales como familiares) la visión que yo pueda tener del mundo resultaría, cuanto menos, poco real. 

      Segundo, a pesar de que la gente circula, llena los supermercados, hace cola en el banco, en el ambulatorio… ¿a ustedes no les invade un sentimiento de soledad, de abandono, de algo parecido a “estoy aquí, pero nadie me ve”? El “pero” lo incluí a conciencia, para indicar que anulo lo que añadí delante (igual ni estoy aquí). Esto tiene su explicación: al parecer, uno sabe que existe, que es, no porque le duela la barriga, se pueda cortar el pelo o experimente calor en verano (es un decir). Uno sabe que existe porque cuenta para otros (o eso dicen). Me explico: parece ser que el otro está ahí para indicarme dónde estoy yo; y ahora veo que es ahí donde está la trampa. Porque, a ver, yo tendría que saber que existo prescindiendo de todo lo que ocurra fuera de mí (incluido el que me presten atención o me ignoren) Es algo así como lo que ocurre en algunas películas del oeste cuando el vaquero llega a un pueblo fantasma, recorre las calles y se topa con esa especie de bolas de ramajes secos que mueve el viento de un lado a otro, y la cámara enfoca sus ojos para mostrarnos el grado de incertidumbre que le embarga: “¿Dónde está la gente?”, y es en ese mismo instante cuando el protagonista se vuelve vulnerable. El “no saber” crea incertidumbre. Claro, ¿qué pasaría si al vaquero le importara un pimiento que en el pueblo hubiera gente o estuviera vacío? Pues, pasaría que la cámara no tendría que enfocar sus ojos y que la película nos diría que no necesitamos a nadie para ser quienes somos y para existir; y eso no interesa. Porque, entonces ¿cómo nos manejan? ¿Cómo nos dicen “vuelva usted otro día, Y CON CITA PREVIA” como me han dicho hoy a mí en el sitio ese donde me tenían que dar un documento que necesitaba? ¿Qué pasa, que ahora resulta que el bichito está en todas partes menos en los bares y el super? (es un decir). Y que conste que nada tiene que ver esto con el hecho de que no me hayan atendido en ese sitio a donde acudí para un papeleo, ya lo solucionaré en otro, o lo dejaré sin solucionar hasta que llegue la solución (¡¡¡¡Ommmm!!!). El contarlo es solo porque me he propuesto practicar ejercicios de estilo (como dice mi profe del taller literario), escribir de vez en cuando, soltar. Hoy, salió esto; mañana, vaya usted a saber… Y, digo yo que ustedes, mis amores, habrán captado el mensajito subliminar que esconde el escrito (el título también cuenta), ¿verdad? Está claro que esto no me vino porque sí.

Yo, mientras descubro el porqué de este despliegue de aparente incongruencia que escribí del tirón, sin pensar mucho, lo voy a leer otra vez a ver si pillo algo. Que tengan un buen lunes, mis amores.