miércoles, 9 de noviembre de 2022

NOS MUDAMOS

Pues sí, nos mudamos. La Tierra ya nos dio bastantes oportunidades. ¿No hacéis caso? ¡Hala! Ahí tenéis el Planeta Rojo, listo para recibir al niño humano que sigue dormido y sin querer hacerse responsable de sus cosas. Y, ojo, que las instrucciones están claras: nada de llevarte la colección de zapatos, el coche, los ahorros, el plan de pensiones... No te puedes llevar nada. Todo lo más, tu cuerpo serrano (y si no te gusta, incluso lo puedes dejar aquí y pedirte otro). Por lo demás, nada; se acabó el acumular, el llenarte los bolsillos de tonterías que no sirven, el atiborrar la nevera, el trastero, el armario, la cuenta del banco... ¿Y el móvil? ¿Nos podremos llevar el móvil? ¡Ostras! O yo no me explico o tú no te enteras; observa mi boca: ¡Nada es Nada!

¿Qué cómo nos comunicaremos entonces? Por telepatía, avance, tecnología nueva, “Planeta Rojo is differet”.

¿Los animales y los niños? Los primeros en salir, ellos están totalmente despiertos y no van a consentir por más tiempo que les trasmitamos nuestros programas, nuestra tontura, la desidia, los berrinches, nuestra falta de madurez. Se acabó el echar la culpa fuera, el que nadie me quiere, el que no me respetan, el todo me sale mal, el acumular enfermedades por no querer escucharnos, por agarrarnos a las faldas de mamá, del amigo, de los hijos, de la pareja… ¡Venga ya! ¡Espabila! ¿Qué no? Pues, ahí te pongo las maletitas y me sacudo para quitarme las pulgas (dice la Tierra; y se va a sacudir muy pronto).

Por cierto, la mudanza se hará de forma ordenada y sin aspavientos (a menos que sigamos montando cirios donde no los hay). Tú te duermes, como el gusanito en su crisálida, y cuando despiertes: ¡voi-lá! A volar. Saldrás a la calle y verás la sabia brillante circulando entre las ramas de los árboles; las calles limpias y perfumadas; la gente con sus trajes de cristal; los centros de salud cerrados por falta de clientela. Los bancos y los supermercados, igual, porque ya no necesitaremos otra cosa que fluir, disfrutar y fluir. ¡Yupyyyy!  Y la Tierra podrá respirar tranquila y volver a su época de esplendor sin tanta basura, sin tanto desperdicio, sin tanto bichejo dañino acumulado. Y, desde los ventanucos del transporte donde viajaremos, se verá el planeta, allí, a lo lejos, azulito y mullido, desperezándose para volver a su origen. Y el niño humano tendrá que crecer y hacerse responsable, si no quiere perder otra vez el privilegio de ser especial, un ser de luz, y habitar un planeta con todo lo necesario para la vida.



 ¿Cuándo será esto?

Tú vete poniendo en cola, aunque, según tengo entendido, como ya nos ha pillado con los adornos de Navidad en las calles, con la previsión de almacenaje de regalos y dulces de los grandes almacenes y que la tía Pepita (a la que no vemos desde el año pasado) ya compró su billete de avión para las fiestas, el esperar un mes más y colarnos en el 2023 no va a suponer ningún contratiempo; total, si los que estamos ya somos los elegidos… Eso sí, vete despidiendo del paradigma antiguo, porque el dinero, la comida, el sufrimiento, la pena, la enfermedad y todo eso, se acabó (ya era hora).

En fin, que nos mudamos. Una mudanza sin precedentes, nos vamos a un planeta distinto, nuevo, con todo lo que necesitamos para nuestro despertar; y yo esta mañana preocupada porque no aparecía el lápiz de los ojos y perdía el autobús… (si es que no tenemos remedio).

 

Mercedes M. Alfaya.

martes, 1 de noviembre de 2022

NADA TE TURBE


Hoy no me funcionaba el wifi; el wifi del ordenador (el mío, el que debería permanecer conectado a mí, a veces, tampoco me funciona, pero de eso ya hablaremos en otro momento). 
En fin, que la red wifi decía que nanis-nanitis, aunque, sí que aparecía una indicación de la temperatura ambiente. ¡Qué curioso! El ordenador, como los humanos, cuando no tenemos nada que decir, hablamos del tiempo: 24ºC. Lluvia suave. Nubes y claros. "Sin noticias de Gurb" (un libro que me gustó mucho).

Bueno, hablando de la 3D, la densidad en la que nos movemos, la que nos deja fuera de cobertura en algún momento, añadir que está obsoleta, antigua, que pertenece al antiguo paradigma; se nota porque todo aparece en blanco y negro (el color del recuerdo), sin calado, con borrones o fuera de cobertura (mírenlo ustedes y se darán cuenta de que ya no pasa nada extraordinario, todo es repetitivo, de los ancestros, del "se hace así y te pones el chaquetón porque yo lo digo").En cambio, cuando asciendes a 5ª dimensión (que está ahí, a la vuelta de la esquina) ¡guaaauuu!, hasta compras un paquete de pipas con cáscara y la mayor parte las encuentras peladas.

El otro día, sin ir más lejos, necesitaba un lápiz de los ojos específico y lo habían dejado de fabricar. ¡Vaya! La chica me ofreció otro muy parecido y mucho mejor de precio. Lo compré. Y ahora resulta que el lápiz será mágico, porque me ha mejorado la visión. Por ejemplo, donde antes solo veía gente pedante, charlando de tonterías, ahora veo personas como yo, con sus miedos  e inseguridades, unas acomodadas en su ignorancia, otras que quieren salir de ahí y todas a cuestas con su personaje, el que somos. Y lo que en otro estado de consciencia cabrea, como la demora en las colas del super,  ahora lo disfruto, espero y me distraigo en el juego de ver si acierto el total de euros en la cuenta del cliente de delante. "¡Uy!, por poco, con este me equivoqué en dos euros".
Nada te turbe,
Nada te espante
Todo se pasa,

Dios no se muda,
La paciencia
Todo lo alcanza... (Sta. Teresa de Jésús).

Por cierto, el vibrar bajo, preocuparse por las cosas y las colas del super también son del viejo paradigma. 


domingo, 30 de octubre de 2022

ME TRATAN COMO YO ME TRATO


ME TRATAN COMO YO ME TRATO

«Si no te gusta cómo te tratan los demás, mira a ver cómo te estás tratando tú»

Yo es que, cuando escuché la frase, se me quedó cara de acelga escurrida: ¿qué tendrá que ver una cosa con la otra?, me dije.  Pues mire usted, sí que tiene que ver, y mucho. Lo que yo veo en los demás es lo que yo tengo dentro, y lo que ellos me representan es lo que necesito mejorar en mí (apúntate eso y lo cuelgas en la puerta de la nevera). Si tomas los pedacitos de un espejo esparcidos por el suelo, veras que te puedes mirar en cada uno de ello y que apareces completo en todos: todos eres tú (bueno, es una metáfora, pero lo explica bien), pues lo que te muestran los demás tienes que mirártelo tú, porque los demás, en ese momento, son tú. “Qué envidiosa es mi vecina” Perdona, mírate tú a ver por qué ves ese defecto en tu vecina. “Mi pareja me engaña”, pues a ver dónde te estás engañando tú para que tu pareja te lo muestre. Recordemos que el Universo se vale de todo esto para hacernos ver lo que no vemos. En cuanto lo comprendo, lo acepto, lo trabajo y lo soluciono (en mí) el otro deja de mostrármelo, deja de hacerlo.

Tengo una amiga que se queja de que  a veces, cuando envía mensajes al móvil, la gente no le contesta, que la ignoran. Le pregunté si ella se estaba teniendo en cuenta a sí misma y se colocó el dedo de pensar en la boca: «Ummm! Pues creo que no. Cedo demasiado con los demás, dejo que me manipulen, no opino, me arrugo, no me tengo en cuenta…». ¡Voi-là! Mi amiga trabajó en esto, comenzó a escucharse, a preguntarse qué es lo que realmente quería hacer en cada momento, empezó a tenerse en cuenta y a respetarse. Desde entonces ya le funcionan los mensajes, quiero decir que la gente le contesta  al móvil. Yo me pongo enseguida a trabajarme la desconfianza (que reviso la cuenta de los bares cien veces, por miedo a que me cuelen algo que no es mío). ¿Qué se me ha colado en mi vida que no es mío y yo me hice cargo sin ser consciente?

Qué bueno es el Universo dando pistas, no me digan que no…

sábado, 15 de octubre de 2022

MÁS CORTO

 MÁS CORTO


 

        Sí, ya sé, los escritos de facebbok más cortos, que no hay tiempo de leer tanto, que también hay que ver la receta de los fideos con almejas, las fotos del viaje que hizo mi vecina a su pueblo, el cumpleaños de una que no sé quién es, el libro que acaba de publicar el tipo ese que no me acuerdo del nombre... En fin, que sí, que seré breve (como la saliva en la plancha) para que puedan pasear la vista por otros post (¿Nos vamos de Post?).

      A ver si consigo sintetizar en unas frases lo que quería decir en varias páginas: Mari, que no te preocupes, que lo que tenga que llegar a tu vida llegará (tanto lo bueno como lo malo). Que no hay nada malo, solo oportunidades para el crecimiento personal. Que todo lo que ocurre está dentro de ti, porque eres tú quien interpreta el mundo. Que si quieres que algo cambie, cambia tú. 

       Otro día contaré acerca de las sincronicidades, que a mí me ocurren mucho. La más reciente tiene que ver con Leonardo, el nombre del protagonista de mi novela: “Operación Sapo”. Yo iba un día por la playa y veo a un chaval de unos once años… ¡Uf! Me acaba de sonar la alarma, me la puse para que me avise de dónde tengo que terminar un escrito si quiero que me lean; que hay que llenar el cántaro (nada, tonterías mías). Por cierto, añado una frase por si les da tiempo a leerla. “La vida cuanto más vacía más pesa”. Y lo que más crece cuanto más le quitas es el desconchón.

Buen día…

sábado, 10 de septiembre de 2022

¿ES MENTIRA?

 ¿ES MENTIRA?

 


Si  Dios creó el mundo es asunto de él hacerse cargo del mundo, no tuyo.  

(Ramana Maharsi).

 

A mí esto me ha costado verlo, porque yo era de las que quería intervenir en cosas que no me concernían Por ejemplo, si veía a alguien mirando la hora del autobús en el cartelito de la parada, enseguida me acercaba y le decía: “Llega en cinco minutos, tengo descargada la App, mire, ¿lo ve?…” Y le enseñaba el móvil. O si escuchaba preguntar por una tienda en particular y la persona interrogada no sabía contestar, yo me metía diciendo: “Esa tienda está al final de la calle a mano izquierda, junto a la farmacia” También, en el supermercado, y sin que nadie me preguntara, informaba a la gente dónde estaban las bolsas de la fruta si veía que  andaban buscándolas. ¡Pero alma de cántaro!, ¿te han preguntado a ti? ¿Es de tu incumbencia el que haya una persona que no encuentra una tienda, otra que no sepa guiarla o alguien que no ve el rulo de las bolsas de fruta delante de sus narices? ¿Y si Dios, el Universo, el Uno o el Otro… ─o como cada cual llame al Creador─ no quiere que esa persona encuentre lo que anda buscando, o busque ella lo del autobús, o no llegue a la tienda en cuestión por algún motivo, o sin motivo, o porque tiene que aprender algo, o recordarlo, o vete tú a saber por qué? ¿Quién soy yo para interferir en esos planes? Otra cosa sería que me preguntaran a mí directamente o que solicitara mi ayuda (que ya vería yo si es que ella no puede solucionarlo por sí misma, o es un poco abusona).

 En fin, que vamos resolviendo la vida de los demás sin tener resuelta la nuestra. ¿Es mentira?

Yo es que la frase de Ramana Maharsi la veo muy sabia. No sé. Comprendo que existen muchas cosas que no son de mi competencia y, sin embargo, las quiero arreglar yo (trabajo y familia incluidos). Como el día que me pasé buscando a un chico al que se le cayó el móvil al suelo al arrancar la moto. ¿Y si tenía que perder el móvil ese día por lo que sea? ¿Quién soy yo para  inmiscuirme en los planes divinos y devolvérselo a toda costa, en vez de entregarlo en un puesto de la policía, como se suele hacer, y que se encarguen ellos? Pues encontré al chaval a las tres horas, cerca de donde lo perdió. Se lo devolví, perdí tres horas de mi día, el autobús para ir al trabajo, se me dobló el tobillo y casi me muerde un perro. En fin, que ese día le di trabajo al Divino porque la que tenía que aprender era yo. Ahora comprendo lo que significa la “no intervención” (eso que yo escuchaba en las noticias y me sonaba a guerra; y puede que lo fuera, porque no veas qué despliegue de contrariedades tuve por meterme donde no me llaman).

¿Significa esto que me tiene que importar un pimiento lo que necesiten los demás? ¡No! Claro que me importa, pero con algunas máximas:

1.- No hagas a los demás lo que puedan hacer ellos por sí mismos.

2.- Mira si lo que estás resolviendo forma parte de tu trabajo, te corresponde o es de tu incumbencia (estar pendiente de si la gente necesita una mascarilla en el autobús para darle una de las tuyas incluido).

3.- Pregúntate siempre que vayas a intervenir en alguna cuestión que no sea tuya, de tu trabajo o de la que no te hayan pedido opinión o intervención, desde dónde quieres inmiscuirte ahí y si pudieras estar interviniendo en el proceso de lo que otros tienen que vivir y tú se lo vas a cortar pensando que les ayudas.

4.- Si te quieres meter tinta en el cuerpo, te puedes tatuar la frase de Ramana Maharsi, así, tal cual, sin traducir.

 

M.M.Alfaya.

domingo, 4 de septiembre de 2022

VIAJE AL CONTENEDOR

 

VIAJE AL CONTENEDOR (reeditado)

 

¿Esto qué es? Ah, sí, una cajita mona, de lata, era de galletas, la guardé “por si” hace un par de años. ¡Fuera! ¿Y estas tapaderas de ollas? ¡Fuera! (con una tengo bastante). Más cosas. A ver…,fideos, espaguetis, arroz blanco, todo lo que no entra en mi dieta… ¿Descafeinado? Ni probarlo, los descafeinados tienen metales, mejor el café entero, Bio, de Colombia, Ecológico, del Carrefour. ¿Y esto? Velas de cumpleaños en paquete, “por si”, a tirarlo; si al final no necesito ni la mitad de las cosas que clasifico (¡Uy! Me salió un pareado). Es que yo en otro tiempo fui poeta: 

“Cuando dorado se cierne 

el sol sobre tu regazo, 

de la luz que te contemple

 quisiera yo ser el rayo” (de lo más cursilongo). 

Ahora me dedico a simplificar mi vida y a currarme por dentro.




En fin, sigamos…

Latas de pintura abiertas “por si” ¡pero si esos colores ya no los uso ni los usaré más…! A la bolsa… Vaya, cuánto espacio libre… Se me está ocurriendo algo… ¿Y si dejara de identificarme con todo lo material? Quiero decir, adoptar el minimalismo, que no es otra cosa que dejar el salón con una mesa, sillas, el sofá y una plantita que purifique el aire, ¡nada más! Claro que el minimalismo donde hace efecto, además de con las cosas materiales, es en lo personal. ¿Cómo? Limpiando y actualizando la mente, la agenda de contactos, los recuerdos, los sentimientos, el pobre de mí, el qué lástima de aquel, el no tengo más remedio, el ya lo resolveré…, también, dejando de prestar atención a lo superfluo, a lo contaminante (noticias y comentarios banales), seleccionando lo que quiero en mi vida, evitando que me afecte lo que ocurre a mi alrededor (imperturbabilidad) y no enrollándome tanto con los escritos. ¡Simplifica, nena, simplifica! ¡Ah! Importante, importantísimo, primordial: flota, fluye, identifica al enemigo —que suele habitar en ti— y avanza, incluso en la oscuridad, tu linaje es tu mejor guía. ¡Uy! Me salí del personaje, je, je. Igual el minimalismo es lo que necesitaba para contactar conmigo misma. ¡Claro!, con tanta cosa que no sirve para nada, es que ni me encuentro.

Mañana me pongo con los pañuelos del cuello (demasiados), con los libros que ya no valen, con los recuerdos caducados y con las calles sin salida. El personaje todavía no se ha enterado de que el mejor viaje es el que hacemos al contenedor, porque nos libera del pasado (con “A”) y de lo pesado (con “E”), de lo inservible, de lo que contamina, de los obstáculos que nos impiden avanzar.

 ¿En serio hace falta tanta explicación para decir que quiero simplificar mi vida? A ver: ¿Cómo habría escrito esto de forma minimalista? Ahí va:

«Ahora vuelvo, me voy de viaje al contenedor».


Mercedes Alfaya.

sábado, 3 de septiembre de 2022

¡QUÉ ESPECTÁCULO!


“Mi vida es una sucesión de acontecimientos, igual que la suya. Sólo que yo estoy desapegado y veo el espectáculo que pasa como un espectáculo que pasa, mientras que usted se apega a las cosas y se mueve con ellas”.

                                                                      Sri Nisargadatta Maharaj

               


            Por fin he comprendido esto que dice el gran maestro espiritual de la corriente Advaita, porque lo puse en práctica y funcionó. Intenté ver lo que ocurre en mi vida como si estuviera en un teatro, sin implicarme, sin que algo me desborde, me sorprenda, me afecte o, simplemente, se me cuele dentro. Yo, en mi butaca de espectadora, veo, por ejemplo, cómo mi personaje se para en el puesto de frutas, recoge unos melocotones, los introduce en una bolsa y se dirige a la cola que lleva al mostrador. Una señora que había colocado su carrito ahí, guardando sitio, me mira como si yo me hubiera colado, y yo la miro como si no lo hubiera hecho, porque una cesta en la cola no te guarda el sitio en la cola. Y ahora viene lo mejor: la señora no se contenta con dirigirme una mirada de trueno, sino que me increpa con esa facultad del ser humano para expresarse con los demás a través del sonido articulado llamado lenguaje. «¡Perdone! Pero detrás de ese hombre voy yo», me dice. «Pues yo no la he visto cuando he llegado a la cola». «Estaba ahí mi cesta» «Su cesta no es usted y, a menos que la cesta se mueva por sí misma, no pienso dejar que usted se me ponga delante», le digo. Y la mujer se acalora, busca el abanico, se da unos golpes en el pecho, vuelve a mirarme desde su cara de trueno, y yo me acuerdo de Nisargadatta: “El secreto es la no implicación en el teatro”.

      Entonces, saco las palomitas del bolso (siempre llevo) y me acomodo en la butaca (imaginaria, claro) me echo un puñado de maíz a la boca, miro a la mujer y añado: «¿A usted no le parece un poco aburrida esta escena?, si quiere palomitas mientras llega la siguiente, coja, coja, que tengo más». La mujer ahora se enfurece porque dice que la he llamado “coja” y que lo único que le impide andar bien es un juanete que le molesta más que antes. ¡Uy! esta serie promete, me digo. A ver cómo termina todo esto, si los melocotones adelantan a la cesta o es la cesta la que se coloca por delante de los melocotones. 

       El secreto yo creo que está en dejar que las cosas ocurran como ellas quieran, a su amor, sin que me afecten, aunque lo de las palomitas lo voy a suprimir porque dice un estudio que un consumo elevado puede producir daños a la salud. Implicarse en el teatro también produce estos daños a la salud y no he visto que lo resalten por ningún lado; esto es cosa de las farmacéuticas, que con el pastilleo se hacen el agosto, tendré que buscar esa serie.


Mercedes Alfaya.


jueves, 1 de septiembre de 2022

LA DULCE "PERTURBABILIDAD" DE LA VIDA



La imperturbabilidad es algo que todavía no he conseguido dominar (al menos al 70%). Convertirte en imperturbable no se refiere a “todo me la suda”, sino más bien que “nada me saque de mis casillas”. Sí, claro, y si viene el vecino y me mete el dedo en el ojo, ¿lo invito a café con churros y bendigo a su familia? No, claro que no. Veamos un ejemplo que me ocurre a menudo: por las mañanas, cuando me bajo del bus camino al trabajo, en la parada es que no se puede andar por la acera con las mesas de los bares que lo invaden todo… ¿Lo ves? Perturbarme sería esto: ¡Vaya tela, todos los días lo mismo, a ver si la policía pasa por aquí, tío, que los peatones no tenemos alas…,mira, bonita, organiza tus mesas y deja un pasillo que podamos andar, ¿no te parece?… La chica me mira y se cambia la bandeja de mano como diciendo: “Buenos días, reina” (que sería como: “me la suda lo que digas y lo que pienses”).  Y yo me llevo el berrinche al trabajo, y las mesas, que ya tienen su sitio asignado desde que Alejandro Magno se convirtió en rey de Macedonia a la muerte de su padre Filipo II (por decir algo) ni se van a mover de ahí, me ponga yo como me ponga. ¿Qué me queda? Evitar el darle fuerza a esto. ¿Desde dónde evito yo el darle fuerza a esto? ¿Desde la resignación? = NO. ¿Desde la impotencia?=NO. ¿Desde bajarme en la parada siguiente?=NO. ¿Desde comprarme una pértiga?=NO.

 Me coloco el dedo de pensar en la boca…

¡Lo tengo! Vuélvete imperturbable. ¿Y las mesas dejan de aparecer por la acera?=NO. ¿Entonces? Entonces lo que ocurre es que tú sorteas las mesas, aprietas la barriga para pasar si hace falta, sonríes, mueves un poco la silla que estorba…, y dejas que la vida ocurra sin que eso te perturbe lo más mínimo. Quieres creer que ahora mismo no me acuerdo si estaban las mesas en la acera o no. He llegado al trabajo envuelta en mi halo de imperturbable aceptación, sin darle fuerza a la perturbabilidad de la vida.

Importante saber que, para la imperturbabilidad, se necesita la aceptación, y para la aceptación se necesita la comprensión (aceptar es comprender; lo otro sería resignación, o sea, acepto por narices). Una vez que comprendes que eso que te perturba no está ahí para amargarte la vida, sino para ayudarte a eliminar los programas con los que juzgas, valoras, rechazas, te sofocas, te alteras… todo va sobre ruedas.

Ahora, lo que me falta es comprender (para poder aceptar) que un tipo suba al bus, pregunte cuánto vale el billete y luego, una vez que el conductor le ha respondido, sea cuando se descuelgue la mochila de la espalda, la abra, meta la mano dentro, busque el monedero, se coloque otra vez la mochila en la espalda antes de abrirlo, lo abra, cuente las monedas justas para evitar la calderilla, coloque las monedas en el mostradorcito, se adentre en el bus y tenga que llamarlo el conductor, porque se ha dejado el billete en la máquina, se vuelva, recoja su tique y…, uf, lo dejo aquí porque el tipo no arranca y llego tarde…

Mercedes Alfaya.

martes, 30 de agosto de 2022

ESO QUE LLAMAMOS "REALIDAD"

            


Hoy me estuve observando. “Me” se refiere a mí, o sea, que estuve observando (me), pendiente de lo que hacía “la Mercedes”, ese personaje en el que me convertí al crecer. Me vi abriendo los ojos y apretando la mandíbula: «¡Joder! ¿Es que no hay día para que la barredora acicale la calle más que a las seis de la mañana?» Y, de lejos, se escuchó una voz como de ultratumba, ¡cómprate unos tapones!, aunque “la Mercedes” ni se enteró, ya estaba en la cocina preparándose el café y la tortilla francesa que, como le dio por hacer ayuno por las noche, el estomago le reclama sustancia y el cuerpo gasolina para seguir tirando. «¡Ostras! ¿Qué le pasa al móvil que no enciende? ¿Cómo miro yo ahora por dónde viene el autobús y los minutos que restan? ¡Tío, que yo trabajo! Es más, ¿cómo le explico a la gente que no contesto a las llamadas o al wapsá porque el móvil no me funciona?». A ver, bonita, no te alteres ─le digo─, para pillar el autobús se usa el reloj de toda la vida y se calcula lo que uno tarda en llamar el ascensor, bajar al portal y atravesar la calle, que no siempre ha estado ahí la tecnología de seguimiento del vehículo en tiempo real mediante una aplicación al móvil. Y tampoco pasa nada si la gente que intenta conectar contigo no recibe respuesta inmediata, ¿te crees tan importante como para que la CIA se haga cargo del caso y te anden buscando por paradero desconocido? Además, recuerda que ayer en el video de youtube que te zampaste antes de acostarte, algo te quedó claro con respecto a eso que llamamos “realidad” ¿o no? ¿Qué descubrió Jacobo Grinberg que descolocó la cara de Fernando Sánchez Dragó en una de sus tertulias de “La Noche: El Sol de Medianoche, TVE 2, de 1989”? ─ Se lo recordé a “la Mercedes” mientras sorbía el café en la terraza mirando el mar de fondo… Mira, reina, ese video TE apareció para algo, piensa, siente, averigua, indaga,  intuye… El documental que te llevaste a la cama hilado en la cabeza para desmenuzarlo mientras llegaba el sueño,  de lo que hablaba era de la Teoría Sintérgica de Jacobo Grinberg. Y si recuerdo bien, lo que dice esa teoría es que estamos dentro de un continuo extensísimo y no conocemos los extremos, y que el humano común solo puede percibir una parte de todo este mundo que entendemos como “realidad”. ¿Qué te quiero decir con esto? Que mires a ver por qué no te funciona el móvil, porque igual se trata de un pequeño nudo imperceptible en la transferencia de energía entre tu dedo conector y el interruptor telefónico. «¿EeeeeHHH?» (la Mercedes no sabe de qué le hablo, tampoco sabe que le estoy hablando, por eso intentaré que recuerde el video de ayer y active sus poderes creadores ─todo el mundo los tiene─ para solucionar lo del móvil).

─Oye, móvil, ayer cargué tu batería al completo y ahora espero que respondas y te enciendas, por favor.

Para que esto ocurra hay que hablar con propiedad, mirar al móvil con fijeza, llegar a su esencia, sentir que su energía conecta con la tuya, observar que él también te mira (y te escucha).

Et… voilá. ¡Plinck! ¡Encendido!

Como dice Jacobo Grinberg: “El cerebro, al interactuar con este campo informacional, crea la realidad de percepción. Esta realidad una vez creada tiene una existencia real. Lo que estamos viendo, los colores, las formas, existen, pero existen como conciencia, directamente. Y las leyes de esta consciencia que llamamos mundo hay gente que las maneja”. No sé si esto tiene algo que ver con lo del móvil, pero está chulo lo que dice, ¿verdad?

Yo no he conseguido manejar estas leyes de la conciencia que llamamos mundo (todavía), aunque, aplicando parte del conocimiento que acabo de adquirir, conseguí conectar el móvil, que no daba señal alguna. Mañana, intentaré eliminar el ruido de la barredora de las siete de la mañana; y, si no lo elimino, a ver si por lo menos no me llega; y si me llega, intentaré que no me afecte. Esto de manejar la realidad lo consigo yo como Mercedes que me llamo… (¿Me llamo así, o es el nombre que me pusieron en esta  “realidad”?).

Mercedes Alfaya.


viernes, 19 de agosto de 2022

Elemental, querido Watson

 

ELEMENTAL, QUERIDO WATSON

 

Necesito ayuda. No sé cómo hacer para que ciertas cosas no me afecten, ni sé por qué me afectan. Por ejemplo ya he dicho por activa y por pasiva que no me manden ni fotos ni videos graciosos, chungos, de pena, con mensajes… al móvil, que no estoy en eso, que no lo quiero ni lo miro. Pues nada, me siguen llegando. Y ahora yo tendría que preguntarme ¿por qué me siguen llegando estos vídeos y estas historias si yo no estoy en eso?

La respuesta es bien sencilla: porque la gente no escucha. Y la pregunta siguiente sería: ¿por qué la gente no me escucha cuando digo que no quiero que me manden ese tipo de cosas al móvil? La gente no me escucha porque yo soy la primera que no me escucho a mí misma. Y lo que uno emite es lo que recibe.

Y voy más allá. Si yo no me escucho (ya que la vida me lo muestra con esta gente), querrá decir que tampoco me estoy respetando. Y si yo no me respeto, no puedo pedir que los demás me respeten, ¿no?: Elemental, querido Watson.

¡Uy! ¡Uy! ¡Uy! Hay que ver lo que uno descubre cuando se para un momento a escucharse y se conecta consigo mismo a ver por qué le ocurre lo que le ocurre y para qué le está ocurriendo lo que le está ocurriendo.

¡Jope! Qué bien me explico cuando me escucho. Perdón, qué bien me escucho cuando me explico (¿Será lo mismo? LLLL).





miércoles, 29 de junio de 2022

TAREILLA PARA EL VERANO


            ¿Qué pensarían ustedes acerca de la calificación final de una profesora a una niña de cuatro años, donde dice que su comportamiento con los otros niños es egocéntrico y que eso dificulta mucho la convivencia?

             ¡Alucino, vecino!

           Estudié dos años de Psicología y no me hizo falta más para recordar las palabras de Piaget (psicólogo suizo que se dedicó al estudio pormenorizado sobre el proceso intelectual y cognitivo del niño en su evolución): “El egocentrismo forma parte del desarrollo de la etapa infantil y demuestra que el cerebro aún no está lo suficientemente maduro como para empatizar y entender que las cosas no solo se ven desde el punto de vista de uno mismo, sino que existen otros puntos de vista”.

Esto no se tiene en cuenta porque se valora más la sumisión, la falta de liderazgo y el “obedece” que el respeto a lo que el niño es y al proceso que necesita para su desarrollo. ¡¡¡Deja al niño que sea él; el camino es educar, no adiestrar!!!

Lo que le faltó decir a Piaget (y lo digo yo) es que la mayoría de los adultos todavía se mantienen en la fase egocéntrica pensando que solo existe su punto de vista. ¿Qué no? ¿A cuántos adultos conoces que respeten la forma de mirar el mundo de los otros, sin cuestionarlo o tratar de imponer su propio criterio?

     ¿Qué nota le ponemos a estos adultos? ¿Necesita mejorar? O, mejor, le pasamos tareilla para el verano: «Escribe 30 veces “el egocentrismo infantil es parte del desarrollo del niño, pero no del adulto”.

sábado, 25 de junio de 2022

EL VALOR DE LO QUE CALLAS

 

EL VALOR DE LO QUE CALLAS 

«Venga, bonito, vamos a casa, que llevamos mucho tiempo en la calle». Es lo que vi que le decía una mujer a su perro esta mañana. Me hizo gracia, porque el perro andaba olisqueando algo en uno de los laterales del portal y ni caso, como si no fuera con él. Me suele ocurrir. No con  mi perro, porque no tengo, pero sí con alguna gente. Le hablas y se te quedan mirando totalmente desconectadas, asintiendo de forma automática, con la mirada ausente y la mente en otra parte: “A ver si mañana pillo a la limpiadora del bloque para ver qué ocurre con la mancha del descansillo”… “No entiendo por qué el banco me cobra comisión si tengo mi nómina domiciliada”… “Uff, tendría que haberme puesto una blusa más fresquita”… ¡¡¿Hola?!!... ¿Hay alguien ahí?... Nada, ni caso. ¿Para qué mierda me molesto en hablar con la gente, si no me hacen ni caso? ¿Y yo?, ¿me escucho yo? ¿me hago caso?... (bueno, eso ya es tareilla pendiente).

 Los animales sí que saben. Tú le hablas a un perro de lo que te ocurrió ayer en la sala de espera del dentista y lo más que hace es mirarte, ladear la cabeza y estirar las orejas, como diciendo: a mí lo que me importa es averiguar el tono en el que me hablas, saber si estás triste o contento, no lo que te ocurrió ayer, el mes pasado o el 31 de marzo. Y eso es comunicarse.

Creemos que la comunicación necesita del lenguaje, de las palabras. Y ¡no! Precisamente el lenguaje es el que menos comunica, porque siempre andamos explicando algo que a la gente “ni la´falta, ni l´
amporta, ni l´anteresa” (como se suele decir).




Un momento, tengo una mosca en el brazo. Aprovecho para leerle esto que voy a publicar en facebook, a ver qué le parece.

Voló, Se fue. Salió pitando; con la música a otra parte. Lo que yo te diga, que una vale más por lo que calla que por lo que dice. Analizaré esto y me lo trabajaré; ahora que, como venga la mosca a preguntarme la marca del flix que uso, ni caso; que yo también me sé meter en la densidad (esto de meterse o salirse de la densidad, ya lo dejo para otro escrito, que me voy de feria. ¡Perdón! Quería decir: que me voy de silencios).  

 

jueves, 2 de junio de 2022

EL TEATRO DE LAS VANIDADES

               Dice mi amiga que, si quieres revisar cómo va tu ego, te asomes a tu facebook. ¡¡¡Ufff!! Es verdad. A ver si cuento lo que quiero contar con precisión y certeza, mientras dejo a mi ego en la ventana.

Situación: Yo, mi cuerpo, mi alma, mi espíritu y mi ego (que también cuenta para que yo sepa dónde estoy en cada momento) viajamos en tren de cercanías. ¿Dirección?: Fuengirola. Next Stop: Fuengirola (como dice la voz en “off” para que los extranjeros sepan las estaciones, que aquí todavía creemos que vivimos del turismo). En fin, a lo que voy, que me enrollo como las alfombras en verano. En uno de los asientos de mi izquierda, al otro lado del pasillo, un “guiri”: rubio, unos 50 años, delgado, piernas largas, mochila a la espalda y una botella de cerveza de litro y medio en el asiento contiguo (trago va, trago viene). El seguridad, que viaja a la caza y captura de que se cumplan las normas (pero, ¡¡¿qué normas?!! ¡A ver si os aclaráis, que lo que se prohibía ayer, ya se puede hoy, y viceversa!).

En fin, seguimos (que con las elucubraciones creemos que vamos a arreglar el mundo…), que llega el vigilante y le llama la atención al “guiri”. El tipo obedece, encoge las piernas y coloca las plantas de los zapatos en el suelo del tren. El guardia le pregunta si la botella es de cristal, porque, de ser así, necesita guardarla en su mochila. Y es en ese momento cuando el tipo se encrespa, se baja la mascarilla y le lanza improperios y quejas en su idioma: Puchiclá- pechule- rocdirevi- maluki, buchina, ruku… (escribo esto porque no me enteré de nada; es más, cuando me preguntan si yo domino el inglés, contesto: “si es más chico que yo, lo inflo”).

El prenda se mosqueó y parece que dijo que la botella era de plástico y que dejara ya de molestarlo. El seguridad, que hizo cursos de Habilidades Sociales (o debió hacerlos) para no entrar en el juego y el ego de los usuarios, con tono pausado y firme, le vuelve a repetir las normas y sigue con la rutina.

Un minuto después, el borrachín reocupa el asiento de enfrente con los pies encima (zapatos incluidos), mete la boca en la botella y ¡glubs, glubs!, venga alcohol para el hígado.

Hasta aquí, bien; bueno, todo lo bien que se presenta una situación que no sé por qué a mí me llamó la atención y me sacó de mi deleite en el paisaje: el mar de fondo, la vegetación, edificios, estaciones, hoteles y todo este escenario divino y humano con el que disfruto cuando viajo en tren de cercanías.

El caso es que algo no me encajaba en la escena (digo “escena” porque ya se sabe que todo lo que ocurre a nuestro alrededor es puro teatro, y la gente que nos rodea, puros actores; cada cual en su papel con la finalidad de que aprendamos algo. Pero como  todavía hay quien ignora esto, yo lo expongo así, tal y como lo viví desde mi butaca de espectador). Repito: a mí había algo que no me encajaba, y no me refiero a la movida del tipo que pretendía hacerse notar (ya sé que eso viene de la infancia, que no le echaban cuentas, que le prohibían cosas, que, en definitiva, le impedían ser él mismo y, ahora, de adulto, lo manifiesta llamando la atención). No, no era eso. Tampoco se trataba de que se estuviera envenenando a las diez de la mañana con un litro y medio de cerveza, él sabrá cómo quiere tratar su vehículo, su cuerpo, el saco de carne con el que tiene que moverse en esta densidad. No, tampoco era eso. ¿Qué era entonces lo que no encajaba? Porque a mí me llamó la atención, cuando tendría que haber seguido a mi rollo, relajada y tranquila. Claro que, una vez puestos, ya quería saber qué era lo que no encajaba en la escena. ¿Qué era?... ¿Qué era?... ¡Pling! (bombillita sobre la cabeza). ¡Eureka!, (como dijo Arquímedes), lo descubrí.

 Lo que parecía estar fuera de la escena era la mujer. ¿Qué mujer? La que permanecía sentada frente al tipo de marras sin opinar, sin inmiscuirse en nada, escuchando todo lo que balbuceaba el tipejo como una esfinge en el desierto. “Bla-bla- bla, bla-bla-bla” y ¡pimba!, agarraba la botella y para dentro, restregaba la manga de la sudadera por el morro y seguí charlando: monótono, apagado, denso cual riachuelo de lodo en mitad del asfalto. La mujer en su pose, acartonada y estricta, sin rictus ni mueca, con la expresión justa como para no confundirla con un muerto.

Ya me estoy acercando al final, esperen…

El tren se detiene en la estación de los Boliches y yo pienso: mejor me bajo aquí y me voy hasta Fuengirola andando. Y va el tipo y la mujer y también se bajan ahí. Salgo de la estación, me olvido del tipejo borrachín y de la mujer cartón, y me dejo llevar por la siguiente escena: transeúntes, barecitos, cafeterías, tiendas, sol, luz…  Y es cuando escucho un grito, una queja, un alarido. Me doy la vuelta y veo al tipejo agarrándose la pierna de dolor delante de un pivote ancho de hierro. Que el universo me perdone, pero lo que pensé fue: “Que te den”. Y la escena vuelve a sorprenderme: la mujer lo mira sin inmutarse, se coloca las gafas de sol y como si no fuera con ella, se aleja dejando al tipo mal trecho allí tirado.

¿Se imaginan todo lo que pasó por mi cabeza en ese momento?: “Esta mujer es una extraterrestre que aterrizó por aquí para darle al tipo su merecido”. Pues no. No era eso precisamente. Le di vueltas al asunto y llegué a la conclusión de que esas dos personas venían a recordarme algo, quizás traían a mi presente un pasado sin resolver. ¿Quién, que yo recuerde, no se alteraba por nada? Y, ¿quién se alteraba por todo? Evidente que eso me queda pendiente de analizar, de otro modo, la escena  habría brillado por su ausencia.

¡Qué interesante! Seguiré indagando… (en mí).

 

lunes, 16 de mayo de 2022

¡¡EL TALLEEEEER!!

 

¡¡LLEGÓ EL DÍA!!

¿Nada? ¡NADA!

 

Hemos concluido con éxito el «III Taller de Escritura Positiva. Comunicación Consciente», y eso que me levanté afónica, sin voz, nada de nada… Sí, lo sé: la falta de alineación entre lo que siento, lo que digo y lo que hago; lo que tengo que expresar y me dejo dentro; las situaciones que me superan y las aguanto… En fin, le dije al Universo que yo el taller lo daría, sí o sí, aunque fuera con lenguaje de signos o contratando a un malabarista (soy testaruda, constante y responsable). Pero como se acercaba la hora y seguía sin voz, se me ocurrió algo:



    YO CON CARA DE: 
SE ACERCA LA HORA DEL TALLER Y LA VOZ SIN LLEGAR

«Verás, Universo, si esta afonía es para que aprenda, te doy las gracias y prometo mirármelo, pero déjame dar el taller (llevo mucho preparándolo, levantándome temprano, gastos de material, tiempo, trabajo…) luego seguimos con el aprendizaje a ver si doy con la tecla. ¿Te parece?...».

 El Universo es de pocas palabras, se le dan mejor los hechos. De manera que confié, agarré mi carrito con las carpetas, piedrecitas de colores, diplomas, regalos, galletitas, manteles, pirámide, incienso… y todo el material pertinente, y me fui para el taller (con la ayuda Merche, artista y conductora de lujo que me llevó en su coche).



AQUÍ CON MERCHE 
en su espacio artístico


  Las diez menos cinco, del sábado 14 de mayo, 2022. Probando: ¡¡¡Laaaa!!!! ¡¡¡Dooooo!!! ¡¡¡Reeeee!!! ¿Nada?... NADA. Ni un hilo de voz.

         Llega la gente y me acerco a recibir:

─Hola, ¿tú eres?... Pues toma asiento donde quieras. Encantada.

─Pasa, pasa. ¿Tu nombre? Adelante…

─¿Qué tal? Buenos días, aquí tenéis sitio…

            El espacio que nos cedió Merche es un sitio especial. Nos acomodamos entre muchas de sus obras: cerámicas, azulejos, pinturas… y todo tipo de arte. La luz se colaba por la cristalera impregnando la estancia de una atmósfera mágica; me recordó las pinturas de Vermeer, donde la luz adquiere un color de alquimia, como el que se aprecia en su cuadro: “La lechera”.






¿¿¿EHHHH??? Pero si tengo voz.

De pronto, me di cuenta de que estaba recibiendo a la gente, de que podía hablar, de que había vuelto la voz (aguardentosa, pero voz, que era lo importante). ¡Perfecto!, el pacto en marcha, nunca lo dudé…

La palabra me acompañó las tres horas que duró el taller. Aprendimos, nos reímos, debatimos y compartimos unas horas de lujo donde la energía allí concentrada formó una especie de burbuja luminosa que nos envolvió por completo (al final, se nos hizo corto y queríamos continuar, je, je).







La ganadora del regalo sorpresa fue Olga López, con su “glándula pineal” a tope de activación, porque antes de que saliera el número premiado, intuyó que la muñeca, el libro y las florecitas del sorteo serían para ella. ¡¡Enhorabuena!!, Olga.



OLGA recibiendo su diploma.

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MÁS FOTOOOOOS









POR CIERTO: Contamos con un invitado sorpresa, Rafael, que, con su presencia, contribuyó a que todo estuviera en equilibrio, a que el taller fluyera y a que la energía se moviera a nuestro favor. Y es que, además de las hadas, también existen los duendes (guiño al canto). 

Nos hicimos fotos: de grupo, individuales,  con diploma, en el jardín, en la puerta, en el baño (broma, ji, ji). 




   



 










Foto de grupo, aplausos...


Antes de que la carroza se convirtiera en calabaza y los cocheros, en ratones, la voz recogió su vestido de fiesta y salió pitando de mi garganta, escaleras abajo, perdiendo su zapatito de cristal en la huida.

 ¿Nada de voz? ¡¡NADA!!

YA EN CASA: Gárgaras con limón y miel; con própolis; ajo, plata coloidal, la piedra lapislázuli en la garganta, más gárgaras, vapores, sopitas, pócimas…, pero vamos, hasta que me trabaje el motivo que me llevó a la ronquera y me calce el zapatito de cristal, esto no se va. Universo, por fa, échame una mano, prima.




REMEDIOS CASEROS PARA LA AFONÍA  MIENTRAS TRABAJAS LO QUE TIENES QUE TRABAJAR.


¡EL ZAPATITO YA ES TUYO!





Mercedes Alfaya.