sábado, 10 de septiembre de 2022

¿ES MENTIRA?

 ¿ES MENTIRA?

 


Si  Dios creó el mundo es asunto de él hacerse cargo del mundo, no tuyo.  

(Ramana Maharsi).

 

A mí esto me ha costado verlo, porque yo era de las que quería intervenir en cosas que no me concernían Por ejemplo, si veía a alguien mirando la hora del autobús en el cartelito de la parada, enseguida me acercaba y le decía: “Llega en cinco minutos, tengo descargada la App, mire, ¿lo ve?…” Y le enseñaba el móvil. O si escuchaba preguntar por una tienda en particular y la persona interrogada no sabía contestar, yo me metía diciendo: “Esa tienda está al final de la calle a mano izquierda, junto a la farmacia” También, en el supermercado, y sin que nadie me preguntara, informaba a la gente dónde estaban las bolsas de la fruta si veía que  andaban buscándolas. ¡Pero alma de cántaro!, ¿te han preguntado a ti? ¿Es de tu incumbencia el que haya una persona que no encuentra una tienda, otra que no sepa guiarla o alguien que no ve el rulo de las bolsas de fruta delante de sus narices? ¿Y si Dios, el Universo, el Uno o el Otro… ─o como cada cual llame al Creador─ no quiere que esa persona encuentre lo que anda buscando, o busque ella lo del autobús, o no llegue a la tienda en cuestión por algún motivo, o sin motivo, o porque tiene que aprender algo, o recordarlo, o vete tú a saber por qué? ¿Quién soy yo para interferir en esos planes? Otra cosa sería que me preguntaran a mí directamente o que solicitara mi ayuda (que ya vería yo si es que ella no puede solucionarlo por sí misma, o es un poco abusona).

 En fin, que vamos resolviendo la vida de los demás sin tener resuelta la nuestra. ¿Es mentira?

Yo es que la frase de Ramana Maharsi la veo muy sabia. No sé. Comprendo que existen muchas cosas que no son de mi competencia y, sin embargo, las quiero arreglar yo (trabajo y familia incluidos). Como el día que me pasé buscando a un chico al que se le cayó el móvil al suelo al arrancar la moto. ¿Y si tenía que perder el móvil ese día por lo que sea? ¿Quién soy yo para  inmiscuirme en los planes divinos y devolvérselo a toda costa, en vez de entregarlo en un puesto de la policía, como se suele hacer, y que se encarguen ellos? Pues encontré al chaval a las tres horas, cerca de donde lo perdió. Se lo devolví, perdí tres horas de mi día, el autobús para ir al trabajo, se me dobló el tobillo y casi me muerde un perro. En fin, que ese día le di trabajo al Divino porque la que tenía que aprender era yo. Ahora comprendo lo que significa la “no intervención” (eso que yo escuchaba en las noticias y me sonaba a guerra; y puede que lo fuera, porque no veas qué despliegue de contrariedades tuve por meterme donde no me llaman).

¿Significa esto que me tiene que importar un pimiento lo que necesiten los demás? ¡No! Claro que me importa, pero con algunas máximas:

1.- No hagas a los demás lo que puedan hacer ellos por sí mismos.

2.- Mira si lo que estás resolviendo forma parte de tu trabajo, te corresponde o es de tu incumbencia (estar pendiente de si la gente necesita una mascarilla en el autobús para darle una de las tuyas incluido).

3.- Pregúntate siempre que vayas a intervenir en alguna cuestión que no sea tuya, de tu trabajo o de la que no te hayan pedido opinión o intervención, desde dónde quieres inmiscuirte ahí y si pudieras estar interviniendo en el proceso de lo que otros tienen que vivir y tú se lo vas a cortar pensando que les ayudas.

4.- Si te quieres meter tinta en el cuerpo, te puedes tatuar la frase de Ramana Maharsi, así, tal cual, sin traducir.

 

M.M.Alfaya.

domingo, 4 de septiembre de 2022

VIAJE AL CONTENEDOR

 

VIAJE AL CONTENEDOR (reeditado)

 

¿Esto qué es? Ah, sí, una cajita mona, de lata, era de galletas, la guardé “por si” hace un par de años. ¡Fuera! ¿Y estas tapaderas de ollas? ¡Fuera! (con una tengo bastante). Más cosas. A ver…,fideos, espaguetis, arroz blanco, todo lo que no entra en mi dieta… ¿Descafeinado? Ni probarlo, los descafeinados tienen metales, mejor el café entero, Bio, de Colombia, Ecológico, del Carrefour. ¿Y esto? Velas de cumpleaños en paquete, “por si”, a tirarlo; si al final no necesito ni la mitad de las cosas que clasifico (¡Uy! Me salió un pareado). Es que yo en otro tiempo fui poeta: 

“Cuando dorado se cierne 

el sol sobre tu regazo, 

de la luz que te contemple

 quisiera yo ser el rayo” (de lo más cursilongo). 

Ahora me dedico a simplificar mi vida y a currarme por dentro.




En fin, sigamos…

Latas de pintura abiertas “por si” ¡pero si esos colores ya no los uso ni los usaré más…! A la bolsa… Vaya, cuánto espacio libre… Se me está ocurriendo algo… ¿Y si dejara de identificarme con todo lo material? Quiero decir, adoptar el minimalismo, que no es otra cosa que dejar el salón con una mesa, sillas, el sofá y una plantita que purifique el aire, ¡nada más! Claro que el minimalismo donde hace efecto, además de con las cosas materiales, es en lo personal. ¿Cómo? Limpiando y actualizando la mente, la agenda de contactos, los recuerdos, los sentimientos, el pobre de mí, el qué lástima de aquel, el no tengo más remedio, el ya lo resolveré…, también, dejando de prestar atención a lo superfluo, a lo contaminante (noticias y comentarios banales), seleccionando lo que quiero en mi vida, evitando que me afecte lo que ocurre a mi alrededor (imperturbabilidad) y no enrollándome tanto con los escritos. ¡Simplifica, nena, simplifica! ¡Ah! Importante, importantísimo, primordial: flota, fluye, identifica al enemigo —que suele habitar en ti— y avanza, incluso en la oscuridad, tu linaje es tu mejor guía. ¡Uy! Me salí del personaje, je, je. Igual el minimalismo es lo que necesitaba para contactar conmigo misma. ¡Claro!, con tanta cosa que no sirve para nada, es que ni me encuentro.

Mañana me pongo con los pañuelos del cuello (demasiados), con los libros que ya no valen, con los recuerdos caducados y con las calles sin salida. El personaje todavía no se ha enterado de que el mejor viaje es el que hacemos al contenedor, porque nos libera del pasado (con “A”) y de lo pesado (con “E”), de lo inservible, de lo que contamina, de los obstáculos que nos impiden avanzar.

 ¿En serio hace falta tanta explicación para decir que quiero simplificar mi vida? A ver: ¿Cómo habría escrito esto de forma minimalista? Ahí va:

«Ahora vuelvo, me voy de viaje al contenedor».


Mercedes Alfaya.

sábado, 3 de septiembre de 2022

¡QUÉ ESPECTÁCULO!


“Mi vida es una sucesión de acontecimientos, igual que la suya. Sólo que yo estoy desapegado y veo el espectáculo que pasa como un espectáculo que pasa, mientras que usted se apega a las cosas y se mueve con ellas”.

                                                                      Sri Nisargadatta Maharaj

               


            Por fin he comprendido esto que dice el gran maestro espiritual de la corriente Advaita, porque lo puse en práctica y funcionó. Intenté ver lo que ocurre en mi vida como si estuviera en un teatro, sin implicarme, sin que algo me desborde, me sorprenda, me afecte o, simplemente, se me cuele dentro. Yo, en mi butaca de espectadora, veo, por ejemplo, cómo mi personaje se para en el puesto de frutas, recoge unos melocotones, los introduce en una bolsa y se dirige a la cola que lleva al mostrador. Una señora que había colocado su carrito ahí, guardando sitio, me mira como si yo me hubiera colado, y yo la miro como si no lo hubiera hecho, porque una cesta en la cola no te guarda el sitio en la cola. Y ahora viene lo mejor: la señora no se contenta con dirigirme una mirada de trueno, sino que me increpa con esa facultad del ser humano para expresarse con los demás a través del sonido articulado llamado lenguaje. «¡Perdone! Pero detrás de ese hombre voy yo», me dice. «Pues yo no la he visto cuando he llegado a la cola». «Estaba ahí mi cesta» «Su cesta no es usted y, a menos que la cesta se mueva por sí misma, no pienso dejar que usted se me ponga delante», le digo. Y la mujer se acalora, busca el abanico, se da unos golpes en el pecho, vuelve a mirarme desde su cara de trueno, y yo me acuerdo de Nisargadatta: “El secreto es la no implicación en el teatro”.

      Entonces, saco las palomitas del bolso (siempre llevo) y me acomodo en la butaca (imaginaria, claro) me echo un puñado de maíz a la boca, miro a la mujer y añado: «¿A usted no le parece un poco aburrida esta escena?, si quiere palomitas mientras llega la siguiente, coja, coja, que tengo más». La mujer ahora se enfurece porque dice que la he llamado “coja” y que lo único que le impide andar bien es un juanete que le molesta más que antes. ¡Uy! esta serie promete, me digo. A ver cómo termina todo esto, si los melocotones adelantan a la cesta o es la cesta la que se coloca por delante de los melocotones. 

       El secreto yo creo que está en dejar que las cosas ocurran como ellas quieran, a su amor, sin que me afecten, aunque lo de las palomitas lo voy a suprimir porque dice un estudio que un consumo elevado puede producir daños a la salud. Implicarse en el teatro también produce estos daños a la salud y no he visto que lo resalten por ningún lado; esto es cosa de las farmacéuticas, que con el pastilleo se hacen el agosto, tendré que buscar esa serie.


Mercedes Alfaya.


jueves, 1 de septiembre de 2022

LA DULCE "PERTURBABILIDAD" DE LA VIDA



La imperturbabilidad es algo que todavía no he conseguido dominar (al menos al 70%). Convertirte en imperturbable no se refiere a “todo me la suda”, sino más bien que “nada me saque de mis casillas”. Sí, claro, y si viene el vecino y me mete el dedo en el ojo, ¿lo invito a café con churros y bendigo a su familia? No, claro que no. Veamos un ejemplo que me ocurre a menudo: por las mañanas, cuando me bajo del bus camino al trabajo, en la parada es que no se puede andar por la acera con las mesas de los bares que lo invaden todo… ¿Lo ves? Perturbarme sería esto: ¡Vaya tela, todos los días lo mismo, a ver si la policía pasa por aquí, tío, que los peatones no tenemos alas…,mira, bonita, organiza tus mesas y deja un pasillo que podamos andar, ¿no te parece?… La chica me mira y se cambia la bandeja de mano como diciendo: “Buenos días, reina” (que sería como: “me la suda lo que digas y lo que pienses”).  Y yo me llevo el berrinche al trabajo, y las mesas, que ya tienen su sitio asignado desde que Alejandro Magno se convirtió en rey de Macedonia a la muerte de su padre Filipo II (por decir algo) ni se van a mover de ahí, me ponga yo como me ponga. ¿Qué me queda? Evitar el darle fuerza a esto. ¿Desde dónde evito yo el darle fuerza a esto? ¿Desde la resignación? = NO. ¿Desde la impotencia?=NO. ¿Desde bajarme en la parada siguiente?=NO. ¿Desde comprarme una pértiga?=NO.

 Me coloco el dedo de pensar en la boca…

¡Lo tengo! Vuélvete imperturbable. ¿Y las mesas dejan de aparecer por la acera?=NO. ¿Entonces? Entonces lo que ocurre es que tú sorteas las mesas, aprietas la barriga para pasar si hace falta, sonríes, mueves un poco la silla que estorba…, y dejas que la vida ocurra sin que eso te perturbe lo más mínimo. Quieres creer que ahora mismo no me acuerdo si estaban las mesas en la acera o no. He llegado al trabajo envuelta en mi halo de imperturbable aceptación, sin darle fuerza a la perturbabilidad de la vida.

Importante saber que, para la imperturbabilidad, se necesita la aceptación, y para la aceptación se necesita la comprensión (aceptar es comprender; lo otro sería resignación, o sea, acepto por narices). Una vez que comprendes que eso que te perturba no está ahí para amargarte la vida, sino para ayudarte a eliminar los programas con los que juzgas, valoras, rechazas, te sofocas, te alteras… todo va sobre ruedas.

Ahora, lo que me falta es comprender (para poder aceptar) que un tipo suba al bus, pregunte cuánto vale el billete y luego, una vez que el conductor le ha respondido, sea cuando se descuelgue la mochila de la espalda, la abra, meta la mano dentro, busque el monedero, se coloque otra vez la mochila en la espalda antes de abrirlo, lo abra, cuente las monedas justas para evitar la calderilla, coloque las monedas en el mostradorcito, se adentre en el bus y tenga que llamarlo el conductor, porque se ha dejado el billete en la máquina, se vuelva, recoja su tique y…, uf, lo dejo aquí porque el tipo no arranca y llego tarde…

Mercedes Alfaya.