jueves, 1 de septiembre de 2022

LA DULCE "PERTURBABILIDAD" DE LA VIDA



La imperturbabilidad es algo que todavía no he conseguido dominar (al menos al 70%). Convertirte en imperturbable no se refiere a “todo me la suda”, sino más bien que “nada me saque de mis casillas”. Sí, claro, y si viene el vecino y me mete el dedo en el ojo, ¿lo invito a café con churros y bendigo a su familia? No, claro que no. Veamos un ejemplo que me ocurre a menudo: por las mañanas, cuando me bajo del bus camino al trabajo, en la parada es que no se puede andar por la acera con las mesas de los bares que lo invaden todo… ¿Lo ves? Perturbarme sería esto: ¡Vaya tela, todos los días lo mismo, a ver si la policía pasa por aquí, tío, que los peatones no tenemos alas…,mira, bonita, organiza tus mesas y deja un pasillo que podamos andar, ¿no te parece?… La chica me mira y se cambia la bandeja de mano como diciendo: “Buenos días, reina” (que sería como: “me la suda lo que digas y lo que pienses”).  Y yo me llevo el berrinche al trabajo, y las mesas, que ya tienen su sitio asignado desde que Alejandro Magno se convirtió en rey de Macedonia a la muerte de su padre Filipo II (por decir algo) ni se van a mover de ahí, me ponga yo como me ponga. ¿Qué me queda? Evitar el darle fuerza a esto. ¿Desde dónde evito yo el darle fuerza a esto? ¿Desde la resignación? = NO. ¿Desde la impotencia?=NO. ¿Desde bajarme en la parada siguiente?=NO. ¿Desde comprarme una pértiga?=NO.

 Me coloco el dedo de pensar en la boca…

¡Lo tengo! Vuélvete imperturbable. ¿Y las mesas dejan de aparecer por la acera?=NO. ¿Entonces? Entonces lo que ocurre es que tú sorteas las mesas, aprietas la barriga para pasar si hace falta, sonríes, mueves un poco la silla que estorba…, y dejas que la vida ocurra sin que eso te perturbe lo más mínimo. Quieres creer que ahora mismo no me acuerdo si estaban las mesas en la acera o no. He llegado al trabajo envuelta en mi halo de imperturbable aceptación, sin darle fuerza a la perturbabilidad de la vida.

Importante saber que, para la imperturbabilidad, se necesita la aceptación, y para la aceptación se necesita la comprensión (aceptar es comprender; lo otro sería resignación, o sea, acepto por narices). Una vez que comprendes que eso que te perturba no está ahí para amargarte la vida, sino para ayudarte a eliminar los programas con los que juzgas, valoras, rechazas, te sofocas, te alteras… todo va sobre ruedas.

Ahora, lo que me falta es comprender (para poder aceptar) que un tipo suba al bus, pregunte cuánto vale el billete y luego, una vez que el conductor le ha respondido, sea cuando se descuelgue la mochila de la espalda, la abra, meta la mano dentro, busque el monedero, se coloque otra vez la mochila en la espalda antes de abrirlo, lo abra, cuente las monedas justas para evitar la calderilla, coloque las monedas en el mostradorcito, se adentre en el bus y tenga que llamarlo el conductor, porque se ha dejado el billete en la máquina, se vuelva, recoja su tique y…, uf, lo dejo aquí porque el tipo no arranca y llego tarde…

Mercedes Alfaya.

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