domingo, 4 de abril de 2021

EL QUINTO ESCALÓN


La verdad es que no sabría cómo explicarlo.

Resulta que cada vez estoy más convencida de que somos una especie de personajes en el juego de la consciencia. Pero, claro, ¿a qué me refiero con lo del personaje y la consciencia?

Leyendo el libro de Nisargadatta “Yo soy eso”, me doy cuenta de que toda la maraña y el sufrimiento de nuestra vida lo crea la mente (y el ego, que necesita que se le preste atención continua). Pero es que ni la mente ni el cuerpo soy yo. Dicho de otra forma: Yo no soy ni la mente ni el cuerpo (creo que es lo mismo que he dicho antes, pero, bueno, lo repito).

Entonces, ¿qué soy?... (puntos suspensivos que me dejan en suspenso).

Al parecer, y por suerte, soy mucho más que todo eso. Y lo más importante: lo que no soy. Porque no soy un cuerpo que necesita una consciencia para existir; sino al contrario: para que la consciencia pueda manifestarse necesita un cuerpo. Con lo que, por deducción, ¡somos consciencia!

Si esto no me quedara claro, aquí me lo explico yo misma de otra manera: Verás, según deduzco (y también porque lo dice Nisargadatta) lo único que existe es la consciencia, porque, a ver, ¿dónde está el mundo cuando duermo? Y ¿dónde estaba todo hace cien años, cuando yo todavía no había aterrizado aquí? Pues, ¡ya está! El mundo se le aparece a mi consciencia cuando esta encuentra un cuerpo (el mío; que ni siquiera me pertenece) para instalarse y poder percibir todo eso que se supone que es la existencia; ojo, “mi existencia” (que tampoco es mía), porque, en ningún momento puedo estar segura de que lo que yo percibo y vivo sea lo que perciben y viven otros. Tampoco puedo estar segura de que todo lo que aparece a mi consciencia no sea más que un juego: el juego de la consciencia…

¡Uy, uy, uy! Creo que cada vez comprendo mejor a Nisargadatta, porque cada vez me meto más en la espiral sin sentido que, al final, es la que tiene todas las respuestas, pero a la que nadie se quiere acercar porque da susto. Pues, a ver todos esos valientes que dicen que ya no les da miedo nada, ¿dónde están? Porque yo ya voy por el quinto escalón (y subiendo-endo-endo-endo…).

Mercedes Alfaya.