lunes, 11 de diciembre de 2023

NINGÚN SITIO AL QUE LLEGAR



Hoy, con lo rápido que va todo y la comunicación por watsapp, pienso que convendría utilizar las frases positivas y eliminar las palabras que no deberían sonar y confundirnos. Por ejemplo: Si digo: “No llegaré tarde”, la persona, si lee el mensaje rápido, igual lo que se le queda es “tarde”. Mientras que si digo: “Llegaré temprano” la cosa cambia.

Otros ejemplos:

“No me grites” (“Háblame despacio”; elimino “grites”).

 “No dejen la basura fuera del contenedor” (“Dejen la basura dentro del contenedor”; elimino “fuera”).

Y, como rectificar es de sabios (no me beso porque no me alcanzo// me besaré cuando me alcance) ahora digo que algunas frases negativas funcionan mejor que las positivas.

 ¿Cómo es eso?

Muy sencillo. Dicen que el futuro no existe, que el pasado tampoco existe, que hay que mantenerse en el presente a toda costa. Sí, guay, perfecto, te lo compro, pero ¿cómo se hace eso? Porque no olvidemos que la mente tiene sus propias estrategias para “enredarte” y traerte preocupaciones, miedos, inseguridades y todo tipo de contrariedades que no están ocurriendo, pero que ella te dice que podrían ocurrir…

De repente me dije: Necesito algo que me mantenga en el «aquí y ahora», y no me vale una pulserita roja, un tatuaje, ni siquiera lo que dice la PNL con respecto a los «anclajes»; creo que Rafa Nadal es un ejemplo de utilizar «anclajes» a la hora del saque. Lo que yo necesito es una especie de «mantra» positivo que repetir y repetir cada vez que sienta que me salgo del presente, que me desconecto. Pero, claro, mi saque es muy distinto al de Nadal, porque el partido lo juego yo conmigo misma y contramigo misma (vaya ´palabro´ que me acabo de inventar).

En fin, que no sé si os servirá, pero yo, de momento, y mientras nadie me confirme lo contrario, el "anclaje" que mejor me va para conseguir estar en el presente y evitar que la mente me enrede, es repetir esta negación tan positiva: «No hay ningún sitio al que llegar».

 

miércoles, 6 de diciembre de 2023

EL PERSONAJE QUE SOY


 

Estoy con mi personaje. Lo voy a poner en su sitio. 

Poner en su sitio al personaje es decirle al «ego» que voy a dejar de alimentarlo. Alimentar al ego es identificarme con el personaje. Y el personaje es ese que yo creo que soy sin serlo (si hubiera nacido en Pekín, no me llamaría como me llamo, no viviría donde vivo, no tendría las creencias que tengo, ni la familia que tengo…).  Voy a leer de nuevo lo de no identificarme con mi personaje, a ver si me queda claro de una vez.

Sí, me queda claro: mi personaje no me deja ser yo. Y no me deja ser yo, porque todo el rato me está machacando con lo que tengo que hacer para encajar en sociedad, para que los amigos me acepten, para que los demás me respeten, para complacer a la familia, caer bien y, sobre todo, para representar los papeles asignados  (papel de hija, esposa, madre, amiga, abuela…).

Encima, cuando me monto una película (por ejemplo que mi jefe me ignora) ya se encarga el ego de que todo se confabule para que aparezcan señales que lo confirmen y se proyecte fuera toda la película que me he montado dentro. El ego se siga alimentando de mi victimismo, de mis miedos, inseguridades, del “pobre de mí” de “mira el prepotente del otro”. Incluso me hará ver fantasmas donde no los hay. ¿Para qué?: “Chichita ´pal´ niño” (ahora lo comprendo).

¡Pues ya está!

A ver, personajillo, deja de hacer de madre con los hijos, que ya tienen su edad; deja que los demás se equivoquen con sus decisiones, tú no lo has hecho mejor con las tuyas; olvídate del pasado (que ya no existe); desenfócate del futuro (que tampoco existe) y céntrate en lo que tienes delante, lo que ha llegado a tu vida, lo que te aporta, el paraqué está ahí. ¡Disfruta!

Pero, claro, si yo hago todo esto, me voy a sentir bien. Y si yo me siento bien, ¿qué pasa? Que mi personaje deja de alimentarse. Y ese personaje va a luchar con uñas y dientes para no perder ni un cacho de su poder. ¿Cómo lo hará? Pues lo hará perfecto, me conoce mejor que yo; lleva toda la vida conmigo y yo metida en el papel, me lo sé de memoria.

Un ejemplo, esta mañana tenía una duda. Quería saber si una persona había hablado mal de mí con otra. Y mi personaje se relamió de gusto (porque si no tengo dudas ni miedos o inseguridades, él no tiene “chicha”). Así que enseguida se colocó en mi cabeza y me dijo: «Tú llámala con una excusa, hazte la simpática, pregúntale cómo le va todo, tráela a tu terreno y cuando la tengas a tiro, pregúntale eso que necesitas saber, ya verás cómo se confirman tus sospechas».

Cogí el teléfono y me puse a marcar. De pronto me dije:  ¡¡¡¿Pero qué haces?!!! ¿Piensas seguir alimentando al ego? ¿Vas a permitir que tu personaje continúe metiéndote y enredándote en el juego del sufrimiento, la duda, la inseguridad, el miedo…? ¿A ti qué te importa lo que se esté diciendo por ahí? Es más, si aquello sirve para entretener, pues ¡hala!, te lo regalo. “Antes muerta que sencilla”.

Y lo peor es que, si pienso algo negativo, aparecerán fuera todas las pruebas que necesito para confirmar lo que llevo dentro: «¿Lo ves? Te lo dije. Ahí lo tienes. Lo sabía »… ¿Pero qué sabía? Si lo he atraído yo dándole pistas al personaje para que siga alimentando la película que me he montado.

Vale, no me voy a deshacer de mi personaje, porque resulta imposible, pero dejaré de identificarme con él. Ahora, las decisiones, las tomo yo.

«¡¿Entendido?!». «¡Señor, sí señor!».

(¿Quién dijo que había que hacer la mili para manejar el juego?).

 

domingo, 3 de diciembre de 2023

EL OCTAVO PASAJERO


    

No sé qué ha pasado...

Estaba escribiendo algo interesante para publicar y se me borró todo.

(^..^)(^..^)(^..^) (esta soy yo pensando…).

─A ver, guapina, que ya pasó el tiempo de la parafernalia y los adornos metafóricos. ¡Al grano! ¡Vete al grano!

Eeeeh!!! ¿Quién ha dicho eso?    

(( ≤ ≤ )) yo vigilante.

 Últimamente siento como si alguien me hablara; es un alguien que habita dentro de mí. Pero, oye, tiene que ser sabio, porque no te adorna nada. Estas dudando y te hace ¡zas! ¡¡¿Lo ves ahora?!! Y tú dices: ¡Jope! como para no verlo, si me lo has estampado en la cara… Pondré un ejemplo:

Me apetecía  dar una vuelta por el parque, pero no me quería encontrar con Begoña, que a estas horas es cuando saca al perro. Mejor tomo el autobús en el centro y me paseo hasta la playa, me dije. No te lo pierdas…,¿con quién me topo guardando asiento y enseñando la dentadura de perlas, mientras coloco la tarjeta en el contador de pasajeros? ¡¡¡Oño!!! ¡Qué hace la Bego ahí? Me entraron ganas de bajarme, pero la vocecilla interior dijo: «Da lo mismo donde te metas, lo que tienes que resolver en ti, si no lo aprendes con la Bego, te lo mostraré con el vecino de abajo (o con la cajera de Mercadona, esa que dices que te saca de tus casillas; cuando de tus casillas solo te sales tú)». Así es el Universo, y es verdad que lo hace, el muy “cabrito”. Búscate otro trabajo porque no aguantas a tu jefe, o cámbiate de piso porque no te gustan los vecinos de arriba y verás como encuentras otro jefe y otros vecinos que te muestran lo mismito que dejaste atrás. ¿Por qué? Porque el conflicto no está fuera, sino dentro de ti.

¡Uy! Qué curioso, escribiendo esto, acabo de comprender una película que vi cuando era jovencita: «Alien, el octavo pasajero» ¿La recuerdan? No había manera de cargarse al bicho asqueroso de los tentáculos gigantes. Aparecía en el rincón más inesperado de la nave. Los tripulantes, que pensaban que había que huir de él, en lugar de enfrentarse a él (y a lo que representaba para que ellos aprendieran), lo que idean es cambiarse de nave. Y ahí va mi Sigourney Weaver, después de ver cómo la bestia se ha cargado a todos sus compañeros, y lo consigue solita. Consigue abandonar la nave infectada y cambiarse a una nueva mientras observa, a través de una escotilla, cómo explota en el espacio  la “nave del horror”

 «¡Ufff! Qué alivio», debió pensar. Y al intentar poner en marcha la nueva, descubre algo oscuro, viscoso, con tentáculos, enredado y agazapado entre los botones del cuadro de mando. ¿Qué era?... Pues claro, si el monstruo te estaba mostrando algo de ti que no veías y sigues sin verlo, ¿qué hace el Universo? O te manda para casa suspenso, o te da un sutil y electrizante ¡zasca! A la vez que salta la vocecilla interior: «Donde te escondas, allí te llevaré aquello que necesitas aprender en ti, hasta que lo veas, lo trasmutes y apruebes la asignatura pendiente; recuerda que estoy en todas partes». Je, je,  ( 😕 yo con carita de “me hago caca”).

¿Sabes qué? Me voy a llevar a la Bego a tomar un refresco, a ver si descubro a quién me representa esta mujer para que me caiga tan mal y qué tengo que aprender y resolver en mí con respecto al personaje que me muestra.

Por cierto, cuando volví a mi casa, después de ver la película, abrí la nevera para tomar agua y di un grito. ¡¡¡AaaaGgggg!! ¿Sabéis lo que había comprado mi madre para cenar? Empieza por «Cala» y termina por «mar» y los tentáculos salían del plato hasta la balda de abajo (por si todavía hay quien no cree en estas cosas…).