No sé qué ha pasado...
Estaba
escribiendo algo interesante para publicar y se me borró todo.
(^..^)(^..^)(^..^)
(esta soy yo pensando…).
─A
ver, guapina, que ya pasó el tiempo de la parafernalia y los adornos
metafóricos. ¡Al grano! ¡Vete al grano!
Eeeeh!!! ¿Quién ha dicho eso?
(( ≤ ≤ )) yo vigilante.
Últimamente siento como si alguien me hablara; es un alguien que habita dentro de mí. Pero, oye, tiene que ser sabio, porque no te adorna nada. Estas dudando y te hace ¡zas! ¡¡¿Lo ves ahora?!! Y tú dices: ¡Jope! como para no verlo, si me lo has estampado en la cara… Pondré un ejemplo:
Me
apetecía dar una vuelta por el parque,
pero no me quería encontrar con Begoña, que a estas horas es cuando saca al
perro. Mejor tomo el autobús en el centro y me paseo hasta la playa, me dije. No
te lo pierdas…,¿con quién me topo guardando asiento y enseñando la dentadura de
perlas, mientras coloco la tarjeta en el contador de pasajeros? ¡¡¡Oño!!! ¡Qué
hace la Bego ahí? Me entraron ganas de bajarme, pero la vocecilla interior dijo:
«Da lo mismo donde te metas, lo que tienes que resolver en ti, si no lo
aprendes con la Bego, te lo mostraré con el vecino de abajo (o con la cajera de
Mercadona, esa que dices que te saca de tus casillas; cuando de tus casillas
solo te sales tú)». Así es el Universo, y es verdad que lo hace, el muy “cabrito”.
Búscate otro trabajo porque no aguantas a tu jefe, o cámbiate de piso porque
no te gustan los vecinos de arriba y verás como encuentras otro jefe y otros
vecinos que te muestran lo mismito que dejaste atrás. ¿Por qué? Porque el
conflicto no está fuera, sino dentro de ti.
¡Uy!
Qué curioso, escribiendo esto, acabo de comprender una película que vi cuando
era jovencita: «Alien, el octavo pasajero» ¿La recuerdan? No había manera de
cargarse al bicho asqueroso de los tentáculos gigantes. Aparecía en el rincón
más inesperado de la nave. Los tripulantes, que pensaban que había que huir de él, en lugar de enfrentarse a él (y a lo que representaba para
que ellos aprendieran), lo que idean es cambiarse de nave. Y ahí va mi Sigourney
Weaver, después de ver cómo la bestia se ha cargado a todos sus compañeros, y
lo consigue solita. Consigue abandonar la nave infectada y cambiarse a una
nueva mientras observa, a través de una escotilla, cómo explota en el espacio la “nave del horror”
«¡Ufff! Qué alivio», debió pensar. Y al
intentar poner en marcha la nueva, descubre algo oscuro, viscoso, con tentáculos,
enredado y agazapado entre los botones del cuadro de mando. ¿Qué era?... Pues
claro, si el monstruo te estaba mostrando algo de ti que no veías y sigues sin
verlo, ¿qué hace el Universo? O te manda para casa suspenso, o te da un sutil y
electrizante ¡zasca! A la vez que salta la vocecilla interior: «Donde te escondas,
allí te llevaré aquello que necesitas aprender en ti, hasta que lo veas, lo
trasmutes y apruebes la asignatura pendiente; recuerda que estoy en todas
partes». Je, je, ( 😕 yo con carita de “me hago caca”).
¿Sabes
qué? Me voy a llevar a la Bego a tomar un refresco, a ver si descubro a quién
me representa esta mujer para que me caiga tan mal y qué tengo que aprender y
resolver en mí con respecto al personaje que me muestra.
Por
cierto, cuando volví a mi casa, después de ver la película, abrí la nevera para
tomar agua y di un grito. ¡¡¡AaaaGgggg!! ¿Sabéis lo que había comprado mi madre
para cenar? Empieza por «Cala» y termina por «mar» y los tentáculos salían del plato
hasta la balda de abajo (por si todavía hay quien no cree en estas cosas…).
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