jueves, 23 de enero de 2020

YA ES MAÑANA

Me han dicho que la realidad no se puede cambiar. Entonces... ¿me tengo que aguantar con lo que ocurre?

-(Voz interior): Nooo. Claro que no. Para generar una realidad acorde con lo que a ti te guste, tienes que saber que todo lo que ocurre está dentro de ti, por lo que, eres tú quien tiene que cambiar la forma de mirar lo que te rodea.

 -Huy, huy, huy, eso me suena rarito, rarito.

-(Voz interior): Pero si es muy sencillo. Mira, tú eres de las que te metes a comprar en el súper y si la cola no avanza ya estás protestando ¿no?

-Sí. La gente es lenta y se duerme en los laureles.

-(Voz interior): ¿Has probado a dejar de pensar que la gente es lenta y se duerme en los laureles? Intenta ver que las personas tienen su propia manera de hacer las cosas y que hay que comprender y aceptar. Solo eso. Y con este nuevo pensamiento, vuelve mañana al supermercado a ver qué ocurre. 


- Probaré. 

tic-tac, tic-tac... Ya es mañana. 

Se abren las puertas del súper y accedo al interior relajada, intentando comprender que la gente -mejor dicho, las personas- tienen su particular manera de hacer las cosas, coincidan o no con la mía. Miro a todo el mundo con respeto, con agrado y sin pensar ni sentir que quieren fastidiarme, o que son lentas y se duermen en los laureles. ''Ostras!! Funciona. La cola fluye, la cajera me sonría y todo se perfecciona. ¡Vaya! mañana lo pondré en práctica con la chica de la copistería, que siempre digo que me mira con mala cara y me atiende regular. 

-(Voz interior): Claro, si ya vas predispuesta a que te mirará mal y te atenderá regular, eso es lo que ocurre, porque tú eres quien crea tu realidad.

-Y eso va ¿así de fácil?

-(Voz interior): Así de fácil. Y, ahora, enfócalo a tu vida familiar.

-Lo haré. 


Mercedes Alfaya.

viernes, 10 de enero de 2020

PARA QUÉ Y DESDE DÓNDE

         Pues sí, estoy de ayuno. Y no tendría que dar explicaciones, porque hay gente que se echa las manos a la cabeza cuando digo que hoy me toca agua para todo el día. Ayunar no es solo dejar de desayunar, también es dejar de almorzar, de merendar y de cenar.
      La primera vez que leí "incluye el ayuno en tu vida" me pareció surrealista: ¿cómo voy a pasarme un día sin probar bocado, si me salto una comida y me dan tembleques?  ¡Imposible! Hasta que escuché una conferencia de Karmelo Bizkarra en la que explicaba los beneficios del ayuno, tanto a nivel físico como espiritual. Además de la limpieza de filtros internos y la absorción por parte del organismo de todo lo malo que pulula en nuestro interior, se dice que el ayuno cura enfermedades de todo tipo, incluso el cuerpo reabsorbe tumores y los desintegra. Pero, claro, como toda la vida nos han metido en la cabeza que dejar de comer es malo... (y nos lo hemos creído...).

      Ahora tocaría desgranar y explicar aquí todo lo concerniente al ayuno, ventajas, cómo practicarlo y demás, con la intención de convencerles a ustedes de sus importantes beneficios. Pero, como aprendí a interrogarme a la hora de hacer algo que yo llamo "por los demás", pues lo dejo aquí y que cada cual con sus manitas (y la ayuda de Google y Youtube) busque información del ayuno si es que le interesa practicarlo. 

     ¿Que cuáles son las dos preguntas que yo me hago para saber por qué hago lo que hago en cada momento? Pues estas: "Para qué y Desde dónde".

       -¿Para qué..., quiero yo que la gente descubra el ayuno y lo practique?
      -Para que me imiten.
      -Y ¿para qué quiero yo que me imiten?
      -Para que se sientan mejor.
      -Y ¿para qué quiero yo que la gente se sienta mejor?
      -Para que vean lo buena y eficiente que soy por descubrirles el ayuno.
      -Y ¿para qué quiero yo que la gente vea lo buena y eficiente que soy?
      - Para que me valoren.
      -Y ¿para qué quiero yo que me valoren?
      -Porque nadie me enseñó que el valor de lo que valgo está en mí, prescindiendo de que los demás lo descubran, lo acepten y/o lo valoren.


 (Nota: en este escrito, la repetición de valor, valgo y valoren es a consciencia).

Ahora, después de este minucioso interrogatorio de sinceridad con uno mismo, imprescindible para conocernos a la hora de actuar, el "Desde dónde" quiero yo que conozcan y practiquen el ayuno, sería desde la necesidad de que me valoren.  (¡Jope! empiezas en Burgos y terminas en Calatayud).

Pues, va a ser que el ayuno también me enseña a valorarme y a no colocar el valor de lo que valgo fuera de mí...

Si ven que les he mareado mucho con mis argumentos inconscientes, pasen del tema, o escupan saliva por el diente (como en las películas del oeste). 

Mercedes Alfaya.




sábado, 4 de enero de 2020

MOMENTO CHIMENEA





Relatos cotidianos con aromas distintos


A UN PALMO DEL SUELO


He conseguido algo: cada vez necesito menos los aplausos, incluso ahora veo la vida como desde una butaca, sin juzgarla. Acepto todo lo que ocurre comprendiendo que si algo está ahí es porque tiene que estar, y lo que no está es porque no lo necesito. Dicho esto, hoy estoy que floto, y mis palabras claves son: «Me parece perfecto».
Lo mejor que le puede ocurrir a alguien es haberse liberado de su personaje, de ese que representa cada cual, con sus programas adquiridos, porque, si yo hubiera nacido en Singapur no sería la misma que soy ahora ni tendría las mismas vivencias, por lo tanto, esta no soy yo, sino el producto de mis circunstancias. Llegar a moverme con ese yo, independiente del lugar de nacimiento y los programas, debería convertirse en una meta. La verdad es que, en este momento, no necesito la aprobación de nadie, ni que me digan lo que les gusta de mí, ni lo bien que hago esto o lo otro, tampoco que me den palmaditas en la espalda… Nada. Solo respirar, que me llegue el sol (como a Diógenes en el tonel), la luz, anotar lo que siento, sentir la vida y vivirla a un palmo del suelo.





¿ACTIVA O REACTIVA?


¿Qué ocurre? ¿Por qué sigo reaccionando a cosas que me perturban o me sacan de mis casillas? Es más, ¿por qué todavía existen cosas que me hacen reaccionar de ese modo? ¿Yo soy activa o reactiva? ¿Salto en automático ante una situación que no me agrada o me paro a ver de dónde me viene esa perturbación? Porque, seguro que tiene que ver con una cicatriz interna, un desencanto de tiempo, un sentimiento mal gestionado, miedo a algo…
Por ejemplo, me contaba una conocida que a ella le encanta repartir caramelos entre sus compañeros de trabajo (ni siquiera sabe por qué, pero le gusta hacerlo). Y ha descubierto que otra compañera (un poquito envidiosa) le está copiando la iniciativa, pero que lo hace cuando ella no está; o sea, que esta chica también reparte caramelos a los compañeros a sus espaldas.
Al enterarse nuestra protagonista ha cogido un cabreo de órdago, y ya está urdiendo un plan para devolverle la encerrona, porque a ella no le pisa nadie sus iniciativas. En fin, que así empiezan las guerras (como se suele decir).
El problema de la chica que imita lo que hace esta otra con el reparto de caramelos no sabemos cuál es, ni nos interesa. Pero veamos qué le ocurre a nuestra protagonista, la dueña de la idea de repartir caramelos. Lo primero que tendría que hacerse son las dos preguntas claves para todo aquello que nos mueve a actuar de una manera o de otra:

1.- ¿Por qué necesito repartir caramelos entre mis compañeros de trabajo?
2.- ¿Para qué lo hago?
Una vez resueltos estos enigmas, la otra pregunta sería: ¿Por qué me enfada tanto que esa otra compañera esté imitando a mis espaldas una de mis iniciativas?
Pistas a las respuestas de estas preguntas podemos encontrarlas en la niñez: ¿Quién nunca valoró mis buenas ideas y por eso siento que me las roban? ¿Qué estaba yo dispuesta a hacer de pequeña para llamar la atención y cerciorarme de que los demás me querían y me aceptaban? ¿Me está reflejando esa compañera algo no resuelto en mí? ¿Por qué todavía pienso que la venganza es una solución y que le hará más daño a ella que a mí? ¿Soy activa o reactiva?





ASIGNATURAS PENDIENTES

Estoy de reflexiones.
Pensaba en el miedo y la duda, y lo mucho que ambos paralizan. Lo peor es la duda. Porque, cuando tengo miedo quizá hay certeza de que me asusta algo, pero cuando dudo es un sinvivir indefinido y constante. ¿Lo hago? ¿No lo hago? ¿Voy? ¿Se lo digo? ¿Estaré equivocado? ¿Me quiere? ¿Me engaña?... La duda está impregnada de interrogantes que consumen energía y me introducen cada vez más en la vorágine de la incertidumbre, hasta que me siento inmersa en el bombo de la lavadora y voy hacia el centrifugado.
 «¡Socorro! Sáquenme de aquí».
Que te saque ¿quién? Porque esa es otra. Primero tendría que averiguar por qué dudo. Sencillo, dudo porque nadie me enseñó a posicionarme. Y no me lo enseñaron porque ellos tampoco tuvieron ese aprendizaje. Y ahora, hay cosas que no soporto, y tampoco sé el porqué no las soporto. Y a veces cedo. Y cedo a cosas que no me gustan o no me apetecen porque tengo miedo. ¿A qué? A que me juzguen, a que me aparten, a que me ignoren, a que me releguen al rincón (como hacían en la escuela). Lo peor que se le puede hacer a alguien es apartarlo de la comunidad, es lo que más duele, porque, como dice Fabian Coelho: «El hombre es un ser gregario, social, que vive en comunidades (la primera: la familia), asociándose con otros individuos o grupos de individuos (familias, clanes) en función de objetivos comunes: la supervivencia, la protección, el alimento, la procreación».
Pero esta duda que deriva del miedo es mucho más cercana que toda esa explicación social. Lo que a mí (y quizás también a vosotros) más me asusta (y me lleva a la duda constante) es el rechazo más cercano, el familiar: el que mis hijos, mi pareja, mis hermanos…, no acepten mi actitud, no comprendan mi forma de actuar, no entiendan mi postura…, y dejen de hablarme, de visitarme, de tenerme en cuenta… Y veo que estoy (estamos) pagando un alto precio debido a ese miedo que nos lleva a la duda. Una duda que nos impide ser nosotros mismos en cada momento (pase lo que pase y hagan lo que hagan los demás). Porque, en definitiva, la que tiene que rendir-se cuentas, soy yo a mí misma, y a nadie más.
El problema deja de ser un problema cuando yo actúo sin miedo y le digo por ejemplo a mi jefe que esa tarea no la voy a realizar porque no me corresponde (sin miedo a que me echen), o le digo a mi pareja, por ejemplo, que necesitamos aclarar algo de su actitud que no me parece correcto (sin miedo a que discutamos o se vaya de casa). O le indico a mi hija que me hable en otro tono más pausado si quiere que la escuche (sin miedo a que me retire la palabra). Y como estoy segura de que no actúo con soberbia ni quiero dañar a nadie, todo esto lo puedo decir sin miedo. Si tuviera alguna consecuencia se debería a la actitud de los demás, que tienen perfecto derecho a opinar lo que les parezca, pero yo, ante las Leyes Universales, habría manifestado mi coherencia y respeto conmigo misma.
En resumen, que yo puedo mandar a hacer puñetas a cualquiera (que además es algo laborioso y de utilidad; buscar en Google) y, sin embargo, a los más cercanos igual no soy capaz. ¿Por qué? Porque si ese “cualquiera” me deja de hablar o me ignora, igual me importe menos, pero la familia…
Y así vamos: miedo, duda y familia = asignaturas pendientes.




                                                 CAMBIO DE HORA

              Es domingo. Y el ajuste al horario de invierno nos regala 60 minutos. ¡Vaya! Hoy que nadie da duros a dos pesetas… (como se suele decir). El problema es gordo, porque yo, por ejemplo, no sé cómo me las voy a apañar cuando lleguen las dos y media de la tarde, que serán la una y media, y tendré que esperar una hora para calentarme los fideos con almejas. Lo que haré será meter la cuchara en la olla de vez en cuando para silenciar apetito, y sentarme junto a la mesa del comedor a esperar, reloj en mano, mientras escucho la banda sonora del destripado. La parte de la comida creo que la tengo controlada, pero la hora de siesta, no.
Los domingos, cuando vuelvo del trabajo, suelo echarme un ratito en el sofá después de comer, hasta las cuatro y media o así, que ahora serán las tres y media o así. Y lo que ocurrirá es que no podré pegar ojo, porque a esa hora es cuando entra el sol por la cristalera y me tendré que levantar a echar la persiana (cosa que antes, con el horario antiguo, no hacía, porque el sol tardaba una hora en llegar). Y para colmo, mi hermana, que me llama a una hora concreta para decirme que el lunes tiene que ir a comprar y que no le da tiempo a nada, ahora me llamará una hora antes, que será la misma hora antigua, pero no la nueva, y me haré un lío y no sabré si comer antes de coger el teléfono o después, lo digo por si me cuenta algo que me encrespe los nervios, se me cierra el estómago y al final no como.
En fin, que yo ahora mismo tengo las doce en el reloj, pero, en realidad, son la una de ayer, así que vaya lío. A estas alturas yo digo como el otro, que no sé si el médico me ha dicho que me tome una pastilla después de cada comida o una comida después de cada pastilla.





CARA DE LUNES

Es sábado. Tomo el autobús para ir al curro. Igual hay poca gente que trabaje los sábados, yo sí (y los domingos, también). En compensación, descanso lunes y martes, que está todo abierto y hay menos bulla en los restaurantes y en los hoteles. A mí me gusta trabajar los fines de semana, no sé, es como salirte del sistema: vosotros de barbacoa con los amigos en el jardín y yo currando, pero luego, ahí vais el lunes con cara de lunes, y yo de fiestuqui. Le llamo fiestuqui a pasearme en camiseta por la casa con una taza de té entre las manos escuchando musiquita de relajación. Bueno, también salgo a tomar algo y a caminar por el paseo marítimo disfrutando de la luz y el aroma del mar, por eso, a veces, tengo cara de mar.
Por cierto ¿la cara de lunes será distinta a la cara de sábado? Me acabo de hacer esta pregunta trascendental. Porque, claro, el subconsciente, para los que descansan sábado y domingo, se iluminará ya desde el viernes y el semblante será distinto. En cambio, yo, si alguien me observa, hasta que no llega el domingo por la tarde, no cojo tono de “fin de”.
Con razón a mi vecina no le encuentro el atractivo, y es porque nunca descansa, lo suyo son las prisas, y enterarse de cuándo trabajan o descansan los demás. Me la encuentro los lunes, y siempre me pregunta lo mismo: «¿Qué, de vacaciones?». Será capulla… «Te dije que descanso lunes y martes». «¡Ay!, nena, te vas a tener que tatuar eso en la frente para que lo recuerde». «¿Y por qué no te tatúas tú en la memoria que yo descanso lunes y martes?».
 Ahora que lo pienso, retiro lo de “capulla”, porque, eso de meter palabras malsonantes en los textos estará muy de moda entre la élite literaria, pero yo, como no pertenezco a ese grupo de privilegiado abolengo (todavía) no me puedo permitir esos lujos. Además, dice mi amiga que no hace falta etiquetar o juzgar a los demás, porque todo lo que nos incomoda de otros es lo que, precisamente, no soportamos de nosotros.  Y, digo yo…, si me vuelvo a encontrar a mi vecina y me dice lo mismo ¿le pongo cara de capulla a ver si lo pilla sin que la tenga que juzgar? Ufff, es que me vuelvo a encender (de rabia, no a iluminar).
Cuando llegue a casa, me voy al espejo del baño y me pongo a ensayar caras, a ver cómo queda la de lunes y martes de descanso. Quizá, con ojitos de vaca dulce… No, no, quita, quita, que se pueden creer que busco rollo… Ah, ¡ya sé!, me ato un globo de fiesta a la muñeca y lo paseo por ahí. «¿Estás de vacaciones?» «No, de descanso» «¿Y qué diferencia hay?» «¡El globito, capulla, el globito!».





DEDUCCIONES


Que sí, que sí, ¡Oooom! Relax, chcst-chcst (que ya hasta se me sale la saliva por el diente).
Si yo la teoría me la sé muy bien, pero a la hora de ponerla en práctica, me cuesta. Somos divinos, pero no adivinos; esto me lo tengo que meter en el tarro, o tatuarlo en el frontal del váter. Porque es verdad que con respecto a los demás, siempre estoy (estamos) con eso de: seguro que ha pensado…; igual se imagina…; se lo puede tomar a mal…, habrá querido decir…¡¡¿Y tú qué sabes, Mari Flori?!!...; las conjeturas déjalas para los matemáticos. Que luego pasa lo que pasa, que, como yo soy tan lista y sé lo que piensa el otro, cuando descubro que no, que el otro no piensa lo que yo pensaba que estaba pensando, me chafo. Y si me chafo, me desinflo; y si me desinflo, me vengo abajo; y si me vengo abajo, me da la depre y venga orfidales, prozales y todo tipo de pastillas (que yo no las tomo, pero es lo que te mandan).  
«No estás deprimido, estás confundido».
¡Ostras! Acabo de ver este letrero en uno de los laterales del autobús; ya están aquí las señales otra vez.
En fin, les dejo una muestra de las consecuencias de tanto darle al tarro con las deducciones.
—Adios, amiguito mío miau.
—¿Amiguito mío miau?... Veamos…, el gato come ratones, los ratones comen queso, el queso se saca de la leche, la leche de la cabra… ¡Cabrón me ha dicho a mí ese tío!






                  DIFERENCIA ENTRE "QUIERO" Y "NECESITO"

            La diferencia entre lo que quiero y lo que necesito es esta: 
Lo que quiero se refiere a algo que no tengo, y forma parte del ego que no podemos satisfacer. 

 Lo que necesito es justo lo que tengo (aunque nos parezca malo, el universo sabe para qué lo necesitamos). O sea, que si algo no está en tu vida es porque no lo necesitas. Y si está, es porque sí lo necesitas (para sanar algo, para aprender algo, para avanzar...). El universo nunca se equivoca.

Céntrate y valora lo que tienes, porque es lo que necesitas. Y, olvídate de lo que quieres, porque no lo necesitas y es la base del sufrimiento de las personas. 

¡¡¡Lo aprendí!!!





                                              EL ALMA DE LOS DÍAS


       Estaba pensando en esa gente que dice que todos sus días son lo mismo; ¡Por el amor de Dios!... Eso es como decir que somos iguales, porque tenemos dos ojos, dos orejas, una nariz, una boca, dos piernas, dos brazos, un tronco... ¿Y el alma?
 A ver mi miércoles...
 Suena el despertador a las siete y media. Me desperezo y me quedo un rato mirando al techo... ¿Me tocarán hoy los cupones que nunca compro? ¿Me llamará la editorial a la que todavía no envié mi libro para decirme que lo van a publicar? ¿Conoceré a esa persona tan especial que no necesito en mi vida? ¡Upa! Un salto y arriba.
Abro la cristalera del dormitorio para que se renueve el aire y se disipen los fantasmas de los sueños. Echo a la parejita de palomas que se acomodan todas las noches en la jardinera (¿es que no tenéis otro sitio donde gorjear, tortolitos?) y a la ducha:
La donna è mobile
Qual piuma al vento
Muta d´accento
E di pensiero...
Con la toalla en palabradehonor y el turbante en la cabeza me planto en la terraza del salón a ver cómo va el tiempo. ¡Huy! ¿Qué hace mi vecina tan temprano con el parchís? Bueno, dicen que con la pareja se puede jugar a cualquier cosa, se ve que algunos son así de originales. Y, digo yo, que los días de esta gente serán siempre distintos, porque dependen de un dado: takataka, takataka, plás ...¡cuatro y cinco! Vaya manera tonta y simplona de iniciar el día.  




                                      EL SENTIDO DE LA VIDA

              Ayer, mientras recorría las calles del centro y me cruzaba con tanta gente, tantos niños, tantos coches, semáforos, griterío, ruido y jolgorio; mientras observaba las tiendas llenas de telarañas, calabazas y esqueletos preparados para la fiesta de los muertos, y, mientras Aroa se pedía un granizado en la heladería que permanece abierta a pesar de que el humillo de las castañas acapara la atmósfera reinante, me hice la pregunta más sencilla y trascendente de todos los tiempos: "¿Cuál es el sentido de la vida?". Y como ya aprendí a tener paciencia, esperé cinco minutos a ver si llegaba la respuesta. ¡Y llegó!


Desde luego, el sentido de la vida no puede ser levantarse, trabajar, casarse, tener hijos, buscar amigos, divertirse, comer, acumular riquezas, ver la tele, ducharse o sacar la basura, porque eso no nos lleva a ninguna parte. Quiero decir que es algo automático, que se repite a diario, de una generación a otra y que, al final, aunque con algo de progreso tecnológico, sería el mismo perro con distinto collar; pero el mismo que nace, crece, se desarrolla y muere (como la definición que nos daban de lo que era un ser vivo). 
Y a este nacer, crecer, desarrollarse y morir, la verdad es que yo no le veía ningún sentido, hasta que descubrí que aquí estamos para aprender, y que ese es el verdadero sentido de la vida: APRENDER a ser felices.  Porque eso es lo que hacemos a diario, ensayar y cometer errores par irnos perfeccionando cada vez más en la forma en la que cada cual consigue su propia felicidad o meta (a unos les cuesta media vida, a otros una vida entera y a la mayoría unas cuantas reencarnaciones). Y he llegado a esta conclusión porque todos los días aprendo algo, que es la nota discordante que rompe la rutina.
Hoy, por ejemplo, aprendí que la sinceridad, la honestidad y la transparencia me hacen sentir bien, por eso las voy a aplicar de continuo. Lo que todavía no he descubierto es ¿para qué tenemos que aprender a ser felices en esta vida? ¿Será que nos espera un lugar de privilegio fuera de aquí donde solo se admiten alumnos felices?...
                                  




ELEMENTAL, QUERIDO WATSON

Necesito ayuda. No sé cómo hacer para que ciertas cosas no me afecten, ni sé por qué me afectan. Por ejemplo, ya he dicho por activa y por pasiva que no me manden ni fotos ni videos graciosos, chungos, de pena, con mensajes… al wasáp; que no estoy en eso, que no los miro. Pues nada, me siguen llegando. Y ahora, yo tendría que preguntarme ¿por qué me siguen llegando estos vídeos y estas historias si yo no estoy en eso, y ya lo dije por activa y por pasiva? La respuesta es bien sencilla: porque la gente no escucha. Y la otra pregunta vendría a ser esta: ¿por qué la gente no me escucha cuando digo que no quiero que me manden ese tipo de cosas al wasáp?... La gente no me escucha porque yo soy la primera que no me escucho a mí misma. Y lo que uno trasmite es lo que recibe.
Pero ahora voy más allá. Si yo no me escucho (ya que la gente me lo muestra con estas cosas, aunque no sean conscientes de ello), querrá decir que tampoco me estoy respetando. Y si yo no me respeto, no puedo pedir que los demás me respeten ¿no?; elemental, querido Watson.
¡Huy! ¡huy! ¡huy! Hay que ver lo que uno descubre cuando se para un momento y se conecta con sí mismo a ver por qué le ocurre lo que le ocurre y para qué le está ocurriendo lo que le está ocurriendo.
Vale, eso ya lo tengo más o menos claro. Pero lo de respetarme a mí misma, me cuesta verlo. ¿Me lo puede explicar alguien?
—Sí, yo (ni idea de dónde ha salido esta voz, pero como dicen que todas las respuestas están dentro de nosotros…).
—Tú no te respetas, porque dices que estas cosas que te mandan al wasá te molestan, pero cuando te las manda alguien de tu familia ¿qué pasa?
—Bueeeno, claro, me pueden molestar, pero menos; mi familia es mi familia…
—¿Lo ves? Aquí no estás teniendo en cuenta lo que te gusta o no te gusta. Lo que estás mirando es quién te manda esas cosas, y, dependiendo de si son personas de tu entorno o no…, te molestan más o te molestan menos, y eso es no respetarse.
—¡Jope! Qué bien me explico cuando me escucho. jejjejeje






EN VUELO PRESUROSO


¡Como te pille te reviento!... Mira cómo me tiene las piernas. Dónde se habrá metido el cabrito. Tráete el flis, por fa. Ese no, que es el de la mopa. Pero ¿qué pasa, es que los sprays de ahora son descafeinados?, porque este bichejo se baila un tango con el veneno. Míralo, taladrándome el pantalón, todo infladito y sonriente, como si estuviera en la barra del bar delante de una cerveza fresquita. Pero qué hijo de puche.
¡Pumba! Me lo cargué.
¡Vaya si ha costado!, no hay quien los pille, parece que tienen alas a motor. Que me disculpen los animalistas, pero yo con los mosquitos no puedo.
Ahora lo voy a diseccionar para recrearme y ver dónde almacena toda la sangre que me ha chupado… ¡Jope! Qué mal suena lo de “chupado”, meteré un eufemismo “me ha succionado”. Pero, vamos, que a él le importa poco como yo lo exprese, se ha ido al otro mundo con la panza bien llena. «¿Será verdad que cuando toca el sueño con sus dedos de rosa nuestros ojos, de la cárcel que habita huye el espíritu en vuelo presuroso?» ¡Ay! Lo siento, esto es de Bécquer; me habré acordado del poema por lo del ´vuelo presuroso´, ¡cómo te confunde la mente!
            En fin, que aquí tengo al pedazo de chupóptero encima de un papel… Penita me dan los mosquitos, son tan poca cosa… Venga, vale, lo voy a enterrar, total, qué culpa tiene el pobre de que su alimento sea tan sanguinario. D.E.P.
            ¡Un momento! ¿qué es eso?... ¡Ay, madre!, por lo menos tres más. ¿Habrán venido al entierro del finado?




                                              FELIZ MOMENTO PRESENTE

i        Cambiamos de año y si no fuera porque lo ha dicho la tele, yo no percibo la diferencia. Se inventan unas campanadas donde hay que comerse 12 uvas a la trágala, brindar y listo: año nuevo, vida nueva. ¡Venga ya! Que sí, que después de tanta parafernalia, ya aparece el 2020 en todas partes. Pero, vamos, que la tienda de mi barrio sigue ahí, el contenedor de la basura,también, y la señora del perrito, como todos los días. Por eso digo que de cambio nada; yo lo veo todo igual. 
           Tomé el autobús como todos los días y más de lo mismo: la extranjera de pelo corto con enormes aros en las orejas y su equipo de jugar al golf (vaya ganas de madrugar para eso). La chica de melenaza y botines a juego con el bolso que se baja una parada antes que l mía. El trasnochador dormido en uno de los asientos delanteros, que andará siempre de fiesta y ahora vuelve a casa (aunque no sea navidad). La tímida de gafas con flequillo, vaqueros y chaquetilla ajustada. Y el conductor, como siempre, pisando huevos... (vamos, tío, que llego tarde). En fin, que solo faltaban las personas con niños que a diario los llevan al colegio, pero, por lo demás, los mismos árboles, las mismas casas, los mismos pájaros, el mismo cielo... Perdón, perdón, que ya lo dijo el sabio: "Cuando desciendo al río por segunda vez, ni el río ni yo somos los mismos". Así que, todo sigue igual y distinto al mismo tiempo, pero vamos, que así ocurre todos los días.
         En fin, que el verdadero cambio está en el interior. Y para eso, no se necesitan calendarios, uvas, campanadas brindis, bombones, confeti, regalos, gasto, comilonas, matasuegras... Que, si mañana tomo el autobús y no reparo ni me preocupa si un tipo tose, otro se duerme, el conductor va lento o se salta un semáforo, querrá decir que estoy en mí y no fuera de mí, y ese será el verdadero cambio. Y yo misma me diré a mí misma: Feliz Momento Presente, y no necesitaré que me avise la tele de cómo, cuándo o dónde tengo que celebrarlo.
     ¡Chin-chin! Por este momento, que es lo único que de verdad nos pertenece. 




                                          HASTA QUE YO DESPIERTE

        Abro los ojos y el mundo aparece... ¿Seguirá la realidad ahí fuera mientras duermo? Vaya cuestionamiento?: Dudo, luego existo...
                   
            Entro en el supermercado a comprar un paquete de arroz Basmati, el original; sé que es el auténtico porque vale más del doble que el otro; todavía llevo pegado a mí ese programa erróneo de que si las cosas cuestan poco son de baja calidad y si valen mucho es que son muy buenas. Y es que todo eso es mentira porque vaya poco que me cuesta escribir una tontería de estas sin que existiera antes de que yo la creara, por lo que se ve que es original (en ambos sentidos de la palabra).
       Pago mi arroz genuino y en ese momento, descubro el nombre del establecimiento en la cabecera del tique: SUPERCARO. Se me descuelga el labio y las cejas se arquean desafiando la gravedad. Pregunto a la cajera si es que el dueño ha decidido ser honesto con el cliente y advertirle de la clavada que añadirá a los precios de sus productos.La mujer me mira con cara de lástima, como diciendo."¿De qué kindergarten se habrá escapado esta?". Pero no me importa, es algo a lo que estoy acostumbrada, dada mi ignorancia ante cualquier interpretación del mundo más allá de la simpleza de sus formas.
      Al final, la dependienta me aclara sin mucho esmero que "caro" e de Carolina, que así se llama la dueña del local. Y "super" viene de supermercado que, al unirse, forman el nombre del establecimiento: Supercaro. 
     El caso es que ya no me convence lo del arroz, dudo de su autenticidad dudo de mi originalidad al escribir, dudo, incluso, de que "Basmati" sea el nombre de este paquete y no le hayan colocado una etiqueta falsa para la venta. Y, desde luego, mientras yo no pueda demostrarlo dudo de que el mundo siga ahí, más allá de mis despertares. Por eso, cada vez que cierre la puerta de mi habitación para dormir, pensaré que al otro lado, todo se desintegra y desaparece hasta que yo despierte. 






INFORMACIÓN PRIVILEGIADA PARA TODA LA HUMANIDAD
(recién salido del horno)



«Se solicita información al Universo sobre el porqué estamos aquí…».

¿Dónde si no te gustaría experimentar la vida? No existe mejor lugar que este para una etapa por la que el ser humano ha de pasar como un reto divino.
Enseñar, aprender, disfrutar, vivir, sentir todo eso que el Uno tiene preparado ha de experimentarse en una dimensión como esta. También habitas otras formas de energía, pero la más densa solo la vives aquí.
Las señales están alineadas y pronto se desencadenará lo previsto para que cada ser humano también se alinee, si ha cumplido los requisitos necesarios para ello. La energía cada vez es más densa y habrá quien no la resista, por lo que su Avatar en esta dimensión dejará de existir, aunque a su alma se le permitirá volver a casa.
Entramos en una rotación distinta de la que saldremos superados y listos para la nueva experiencia, de eso no hay duda. En estos momentos, nada te es imprescindible, por lo que, el consejo es que te mantengas en momento presente y mires todo lo que ocurre a tu alrededor sin demasiado afecto, para que el desapego se produzca de la manera más natural y sencilla posible.
La Tierra no va a cambiar de forma, ni externa ni internamente, son los fenómenos que se dan en ella los que experimentarán una modificación importante. Para ello, se necesita que todo lo que habita el suelo y el aire terrestre esté en concordancia con esta transformación. La resistencia a este cambio es lo único que hará que unos seres se queden y otros se marchen, pero todo se vivirá con armonía y caos al mismo tiempo (según el lado y la posición en la que te encuentres). Lo único que necesitas es creer y seguir avanzando en tu crecimiento para que todo te resulte leve y sencillo.
Las sombras ya asoman por el horizonte, aunque el sol lucirá en el camino de todo aquel que se atreva a vivir la experiencia sin miedo y sin juzgarla. El nuevo planeta está preparado para recibir a todas las almas que hayan experimentado una transformación acorde a las nuevas condiciones de vida que serán muy distintas y estarán regidas por la ley de la Armonía en todos los sentidos.
Te esperamos…




                                              LA CALIDAD DE MI VIDA

                 Pues no sé qué decirte, Brando, pero cuando uno descubre que todo lo que nos rodea está ahí para que aprendamos. Y que, en cuanto lo tenemos claro, desaparece cualquier vestigio de sufrimiento, infelicidad y dolor... la vida se convierte en un juego donde disfrutar de este paraíso secreto y fascinante. Lo único que necesito es cambiar la calidad de mis pensamiento. Esto es, donde antes decía: "Vaya mierda de lluvia, ¿a dónde voy con esto pelos?", que ahora diga: "¡Ay! Qué día tan romántico, dos en un paraguas, mola".

          ¿Otras forma de sanear mi vida? Por ejemplo, dejar que la gente se equivoque, protestar menos, aceptabilidad sin condiciones, llevar caramelos a la reunión de vecinos, esperar a que me pidan opinión para opinar y comprender que los ojos con los que yo veo el mundo resulta imposible que se los pueda ceder a otro (ni él a mí los suyos). De manera que nada de imponer mi criterio y solo enriquecerme con el de los demás.

          ¡Hala!, Brando, escribe cinco veces (más sería entrar en la rutina): "La calidad de mi vida dependerá de la calidad de mis pensamiento". Y que tengas un buen día ¿La llave?... la tienes en tu bolsillo. 
   



LA HORA BRUJA

A mí no me gusta trasnochar. Bueno, si merece la pena, sí. Llámese “merecer la pena” a una cenita romántica, una buena película, una conversación con sustancia, o disfrutar en la terraza de la visión de la luna traviesa moviéndose entre las nubes. También haría una excepción si no encuentro un papel que necesito, o tengo ropa en la lavadora que quiero dejar tendida antes de acostarme; me ha ocurrido en varias ocasiones. Preveo que el centrifugado durará menos y ahí me planto, delante de la máquina de lavar, en pijama, bostezo va…, bostezo viene... Y, como me gusta escribir, imagino alguna historia mientras espero, …: ¿Y si el frigorífico se hubiera liado con el lavavajillas?, de ahí los guiños de la otra noche con las lucecitas parpadeantes de la nevera, que yo pensaba que tendrían que ver con una mala conexión del cable. ¡Ay!, pillines, que os he descubierto. Y todo por haberme quedado despierta después de las doce de la noche.
Ya en los cuentos aparecen muchas señales que no interpretamos y que igual están ahí para darnos pistas, porque, esto de sobrepasar la hora bruja habría que mirarlo. Lo mismo que yo he descubierto esta especie de romance entre mis electrodomésticos, y Cenicienta perdió su zapato de cristal en el baile con el príncipe, quién sabe si, por acostarme pronto, me estoy perdiendo la conversión de la matrix en pastillas de colores (por decir algo).
¡Huy! Me acabo de acordar de Trinity, la de la peli. Ella era un hacker que fue despertada por Morfeo, tras lo que se unió al bando rebelde en la lucha contra las máquinas, luego, se lío con Neo. Y, esto…, ¿a qué venía?... ¡Ah, sí! Que, en nuestra matrix (porque vivimos en un mundo que solo existe dentro de nosotros) ocurren cosas muy raras después de las doce de la noche, como el flirteo de los electrodomésticos a la luz de la luna. Mañana, coloco una cortina más gordita en la ventana por si los tortolitos quieren profundizar, a ver si me traen un tostador nuevo. No te digo...





LINDAS PERSONAS


              Es 24 de septiembre, mi santo. Aunque ya no lo celebro, como tampoco festejo la navidad, el día de la madre, san Valentín y otras fechas anuales impuestas; unas por la iglesia, otras por el consumismo.
              A lo que voy...
             Me he despertado con mogollón de felicitaciones (mil gracias) de personas que se han acordado de mí este día. Y, oye, pues me ha gustado, porque ellas no tienen por qué saber lo que yo celebro o dejo de celebrar.

          Y dentro de estas muestras de cariño, he recibido tres que me han sacado una carcajada abierta y espontánea. Venían de mis compañeras de trabajo (yo hoy estoy de descanso y no las veré). Ellas sí que saben de mi intento de negativa a seguir moviéndome en los programas adquiridos, como es el caso de estas celebraciones. Por eso, sus mensajes han sido muy graciosos. Me decían que, aunque yo no festeje mi onomástica, ellas lo harán por mí; y aparece confeti, copitas de cava, burbujas, besitos... 
          
            Yo les he contestado que, al final, voy a tener que reconsiderar mi postura para que nadie tenga que hacer cosas por mí , jeje.
             Qué curioso, durante muchos años, sí que celebré esta fecha y apenas se acordaban los más íntimos (mis hijos, mis hermanos y algunos familiares). Sin embargo, ahora que ya la desterré, muchas lindas personas se acuerdan del santo. Resulta que va a ser verdad eso de que, precisamente cuando no quieres algo es cuando eso aparece (o algo así); vean el efecto y pongan en google "hombres sin bigote" (les saldrán todos los tipos con bigote del mundo). 


       Aprovecho para dar las gracias a toda esa gente que se acuerda de mí en el día de mi santo (aunque yo no lo celebre), porque me ha encantado encontrarlos.
        Grazie mille, adoro le persone come sono.





LO CONFIESO

“Me confieso, padre, porque he pecado” diría si estuviera en un confesionario y creyera en la iglesia y la posibilidad de que una persona, pecadora como yo, tuviera la potestad y el poder de perdonar las acciones a las que la iglesia condena como pecados, pero que en realidad se trata de criterios particulares que designan lo bueno y lo malo según convenga a sus intereses, cuando es el propio Dios quien tendría que decidir esto, y él nunca juzga; ni le dio este poder a la iglesia. Pero bueno, que esto daría para un debate y no estoy para perder energía, aunque ya me imagino a mucha gente levantándose de la silla, dedo acusador en mano, para desmentir esto. Claro que, como es mi opinión, pues hago lo mismo que de pequeños cuando algún compañero nos sermoneaba y nos tapábamos las orejas diciendo: “Que no te escucho, cartucho” (y animo a que ellos también lo hagan conmigo y no me escuchen, cartuchen).
A lo que voy…
Que ayer fue mi día de pecado (no sé si mortal o vivaz, pero me lo salté todo). ¿No se toma la gente un día sabático de mantita y sofá? Pues ¿por qué no me voy a tomar yo uno lunático, de lunes, y haz todo lo que te apetezca y quieras?
Bueno, bueno… ya sé que esto no se lo puede uno permitir todos los días, pero lo recomiendo, porque es un descorsete increíble. Mojé pan en la yema del huevo frito (que no lo pruebo por la dieta), bebí una copita de vino (que yo el alcohol lo tengo desterrado porque me mareo con un bombón de licor), me tumbé en el sofá un par de horas dejándome contaminar con los programas de vocerío (¡madre mía, madre mía!), contesté con todo mi armamento pesado a un par de mensajes de esos que suelo ignorar porque vienen con “pullita”, pasé de abrirle a la de Correos que siempre llama a mi porterillo como si no viviera nadie más en el bloque, conté algún que otro chiste verde fuerte y, para colmo, e ignorando las recomendaciones de mi kinesiólogo para con los dulces que me dañan el hígado, me comí tres galletas de chocolate y restregué el dedo por la Nutella; ¡Ah! y le eché miel a la infusión (que tampoco la puedo probar).
Uffff, me quedé más a gusto que un marrano en un charco (que se suele decir). Bueno, eso pensé yo, porque hoy me duele la tripa y me reconcome el desmadre. Será que todavía no he disuelto el programa de la culpa, ese que me instalaron de pequeña y que se activa con la vocecita acusadora dentro de la cabeza cada vez que no cumples con los cánones que te marca la sociedad, la familia, el médico o la iglesia (para los creyentes). Pues ¿sabes qué te digo, Flanagan?, que yo a lo único que atiendo es a mi sentir y como me siento mal hoy, no volveré a comer estas cosas, ni a mirar la telebasura, pero vamos, que como me apetezca hacer el pino en el salón, lo haré (a pesar de mis años). Y luego, añadiré eso de: me he tragado la aguja del tocadiscos y no me ha pasado nada, no me ha pasado nada, no me ha pasado nada… (ya sé que me han calculado la edad por lo del tocadiscos, pero como el tiempo no existe…).





MIENTRAS ESCRIBO


Ayer, en la 2, vi un reportaje sobre Mario Vargas Llosa, el escritor y premio Nobel de Literatura. Me enteré de que su primera novela “La ciudad de los perros” la basó como una denuncia en los años que estuvo interno en un colegio militar; que fue rechazada en numerables ocasiones, que la envió a varias editoriales sin éxito y que, incluso Julio Cortázar, autor de “Rayuela” y maestro del relato corto, intervino para que se publicara.
Recuerdo que hace años estuve en una conferencia que dio Vargas Llosa en Madrid, cuando todavía no era Nobel, y me encantó lo que dijo acerca de la escritura. Comentó que, en realidad, a él le gustaba más corregir y arreglar que escribir. Y lo explicó diciendo que él volcaba la historia casi del tirón y que después venía lo mejor, arreglarlo todo: “Este párrafo va más abajo; este capítulo va al principio; hay que romper la linealidad temporal; aquí hay que añadir contenido; esto sobra…”. Y es que hace lo mismo que yo con mis escritos.

Por otro lado, me enteré de que Stephen King (maestro de novelas de terror, como Carrie, El resplandor, Misery...) tenía un libro muy bueno donde daba consejos a los escritores. Y allá que me fui a buscarlo por las librerías sin mucho éxito. 
    Al parecer, el libro estaba descatalogado, pero yo necesitaba (quería) conseguirlo.
-Mire usted bien, por favor, seguro que tiene algún ejemplar por ahí perdido.
-¿Perdido? Señora ¡aquí no se pierde nada, todo está en su sitio! -contestó el tipo de la librería con cara de rayo.
Y con esas, me fui a la planta de arriba y se lo comenté al joven dependiente que, en ese momento, colocaba unos libros en el estante. 
-A ver, a ver, si hubiera suerte y tuviéramos alguno despistado por aquí... ¡Vaya! Qué suerte, queda uno. 
¿Suerte dijo? Usted no sabe con quién se las gasta, jovenzuelo... Yo lo imposible lo convierto en posible. 
El caso es que, allí estaba el flamante ejemplar esperándome desde hacía siglos (hay que exagerar un poco) en aquel lugar, oculto entre el resto de libros: Mientras escribo, de Stephen King.
  
Llegué a casa y me lo leí entero. Descubrí que muchos de los consejos que daba, ya lo tenía yo integrados.De todas formas, gracias Stephen.
Pues, nada, que aquí estoy, midiéndome con los grandes y dejando que Vargas Llosa se fotografíe conmigo, algo que más tarde le valió su flamante premio Nobel de Literatura (no hay de qué, Mario, no hay de qué).




                                                    MOMENTO CHIMENEA

            Ayer me bajé del autobús en el centro, necesitaba recoger un encargo. Me volví a fijar en el humillo reinante, el puesto de castañas, la cola de la gente con la manos en los bolsillos (señal de que uno está dispuesto a esperar lo que haga falta) y con mi estómago al son de la quinta sinfonía..., total, que sucumbí s la tentación: ¡dos euritos de castaña, por favor!

           El chaval en su papel, con el guante ennegrecido, castaña a castaña, una a una, al paquete y me cuento dieciséis. Me encanta la cara de los castañeros, me recuerdan a Mary Poppins y el baile de los deshollinadores en los tejados.

        "Ahí va, bien despachado" me dice el chaval al entregarme el paquete, y no me hago ilusiones, porque es lo mismo que le soltó al señor de antes con su pedido. Pero, oye, gusta.Digo que gusta escuchar coletillas que animan, aunque ese "bien despachado" le salga de forma automática. 

       Yo, por ejemplo, cuando me encuentro la ventanilla de la estación de cercanías cerrada y ni siquiera puedo preguntar si ha llegado mi tarjeta, esa que solicité cuando avisaron que había que solicitarla (repito palabras porque me gusta poco dar explicaciones de por qué solicité una tarjeta que había que solicitar), me cabreo. Pues, eso, que voy a las dos y etá la ventanilla cerrada, y luego llego a las siete de la tarde y el cartelito de "disculpen las molestias" al que le faltaba añadir: que me estoy fumando un cigarro aquí en la puerta. ¡Te pillé! (me digo).

        Me acerco al tipo que debería estar en su puesto de trabajo, ese donde ha colgado el cartel y, como yo no fumo (me quité hace ya ocho años) pues, o típico ahora a latigazo limpio con los fumadores (es un decir). En fin, que le pregunto con tono sarcástico: "Me puede decir a qué hora tengo que venir para encontrar a alguien en la ventanilla y que me entregue de una vez l tarjeta que solicité porque había que solicitarla? Y va el hombre y, en lugar de soltarme una bordería o seguir contaminándose los pulmones, tira el cigarro y me dice: "Vente conmigo, reina"... ¿Lo ves? La coletilla de "reina" o "rey" se la dirá a todas y a todos, pero se me quitaron los humos del tirón. Es más, hasta me disculpé por haberle privado de su momento chimenea en la puerta. Y es que una buena ventanilla cerrada a tiempo no veas lo que nos enseña a soltar humos, que vamos muy subiditos por la vida, aunque, el mérito no fue de la colilla, sino de la coletilla.

             ¡Hasta pronto, cariño!



                        

                          NO ME ENSEÑES MÁS POSTALES

              El publicista que sacó la frase para hablar de la Comunidad Valenciana se lo curró muy bien. Porque, además, la expresión se puede utilizar en sentido metafórico con respecto a cualquier tema, lo que indica que queremos disfrutar de lo auténtico. Claro que ya existía esa otra afirmación muy socorrida con la que se podía zanjar un tema que olía a chamusquina. Esa frase era: "No me cuentes más historias". También la de: "No marees más la perdiz", indicando que dejes de enredar. 

             Y, digo yo: si aterrizara entre nosotros un extraterrestre y yo le dijera eso de : "No me enseñes más postales", ¿lo pillaría? Porque si no es así, algo indicaría que en un parte del globo terráqueo utilizaríamos códigos que solo conocemos nosotros los de aquí, y que, además, resultan difíciles de interpretar si no perteneces a este lugar del mundo.
  Se me ocurre hablar ahora de los "agroglifos", que yo defino como: impresionante rotulaciones con formas extravagantes que aparecen como por arte de magia en los campos de cultivos y simulan mensajes, o señales, enviados por seres inteligentes, desconocidos por el hombre, y a las que todavía no se ha conseguido dar significado ni descifrar lo que esconden. 

          Y esto viene a cuento, porque se le puede sacar mucho partido a la frase "comodín" del inicio, a la hora de simplificar la comunicación; además de comprobar que se está al día en la parte publicitaria (que a mí me encanta). Y si no, juxguen ustedes mi afirmación: "Hasta que yo no pueda viajar a esa parte del mundo donde aparecen los dibujos-códigos llamados "agroglifos" y comprobar su espectacularidad y misterio, que no me enseñen más postales".



                          

                          NO ME HABLES QUE NO TE VEO

Anoche, oí una frase que me ha confirmado algo: andamos dormidos por el mundo. Fue en un programa de televisión; en mis días libres, sí que la enchufo (poco), sobre todo porque me gustan los documentales y algunas películas puntuales, como la que pusieron (proyectaron) anoche en tele 5: “Ultimátum a la Tierra” de mi actor favorito, Keanu Reeve.
Bueno, a lo que voy, que me enrollo como las alfombras en verano. Que en uno de esos zapines con el mando de la tele, escuché decir a un hombre en un programa que le gustaría que Dios le hablara, pero que no lo hace. ¡¡¡¡Peeeeerdooooonaaaa!!! Será que tú no lo escuchas, porque tooodo en el Universo nos habla, ya sea de parte de Dios, del Gerente, del Todopoderoso, del propio Universo o del nombre que queramos darle a esa fuerza que rige, mantiene y expande la vida dentro y fuera del planeta.
Y si alguien piensa que Dios, el Gerente del Universo, el Todopoderoso o como queramos llamarlo va a utilizar nuestro lenguaje pobre, negativo, limitado y tóxico para comunicarse con nosotros, es que no se está enterando de nada (gerundio a consciencia). De todas formas, ¿quién dice que esa persona que nos avisa de algo, nos coge de la mano en los momentos tristes, nos alienta en la adversidad o nos sube la autoestima cuando vamos por los suelos, no es el propio Dios, el propio Gerente del Universo, el Todopoderoso…, o como queramos llamarlo?
Deje usted de mirar el móvil, de buscar la felicidad fuera, de escudarse en el victimismo, de echarle la culpa de sus desgracias a la gente, al trabajo, a la salud, al dinero o la vida… y mire un poco a su alrededor, a ver qué encuentra. El problema es que la mayoría de las personas piensan que solo nos podemos comunicar con palabras. Pues, ahí está el poema de Bécquer: “Que el alma que hablar puede con los ojos, también puede besar con la mirada” (esto se llama “Sinestesia” y es una figura literaria que consiste en atribuir a un sentido cualidades de otro sentido). Y, digo yo, ¿qué pinta Bécquer en esta historia?, ya estoy otra vez comenzando en Roma y terminando en Pekín, pero, bueno, que me he quedado a cuadros con la afirmación de este tipo al que le falta un guantazo de parte del Universo para saber que Dios, el Gerente, el Todopoderoso o como queramos llamarlo está siempre ahí, en esta escuela de almas, añadiendo contenido y herramientas que no vemos.






PARA QUÉ SIRVE

Le voy a dar otro repasito a la casa. Llamo repasito a deshacerme de todo lo superfluo, lo que acumulamos, lo que no sirve, lo que ocupa sitio sin necesidad, tipo maceitas, buditas, espejitos, cuadritos, libritos de autoayuda que, si me ayudaron ya no me acuerdo. Claro que, esto, para mí, supone un peligro: cuando enfoco los ojos de «para qué sirve», no le encuentro utilidad a nada; bueno, quizás la mesa de comedor, las sillas, el sofá, la televisión… Aunque, a unas malas, hasta podría prescindir de eso y mi salón quedaría impoluto, inmaculado, limpio. Un cubo con agua y ¡fregotazo va, fregotazo viene, todo reluciente y perfumado en un ¡plis! ¡plas! Y, como también me desharía de las cortinas, con la cristalera abierta, el suelo se secaría enseguida. Pero, bueno, de momento, no estoy tan evolucionada como Diógenes que, ante la pregunta del ilustre Alejandro Magno sobre qué era lo que necesitaba en este mundo que él se lo proporcionaría, contestó que se apartara un poco para que le llegara la luz del sol, que eso era lo que necesitaba. Si yo no fuera yo, me hubiera gustado ser Diógenes.
En fin, sigo con mi repaso a la casa.
De momento, los álbumes de fotos los puedo bajar al trastero, total, si esos ya no somos nosotros, para qué engañarnos con las visitas: «Mira, yo en la comunión de mi niño». «Pues, no se te reconoce, pareces otra» Pues, claro, Maritina, si han pasado 30 años… ¿Entonces? ¿Para qué quiero guardar esas fotos en el estante del salón, si no soy yo, ni volveré a serlo? ¿Para demostrar que quien tuvo retuvo y guardó…? Chorraditas de la Carlota, como yo digo, y ahí las fotografías metidas en sus hojas ocupando sitio y acumulando polvo. Además, el cabreo que cojo cuando me veo esa cinturita de avispa, esos muslitos de jamón, ese culito de bombín y esos pechitos de limones y naranjas…, lo único que puedo hacer es decirme lo que comentan las visitas: «Pues, no se te reconoce, pareces otra». Que no, que no…, que todo esto va fuera junto con la caja de la costura (que ya no se cose…), la de los cables “por si”, los cinturones de marras, los zapatos reliquia, las pastillas y jarabes caducados…, y todos los demás nidos caseros perdidos por los rincones.
En cuanto a muebles y electrodomésticos, me voy a quedar con la cama, la mesa del comedor, las sillas, el sofá, la lavadora, el frigorífico y la cocina (entera, sin micro-ondas). A la tele le voy a dar otra oportunidad, ahora que, como yo siga enchufándola y me salga el Jorge Javier ese, la Belén Esteban, el tío que remodela las casas o el encantador de perros (que te tienen ahí una hora para luego decirte que tú no intentes poner en práctica sus habilidades) es que ni al Wallapop, la bajo directamente a la basura. Por cierto, con estas radiografías de cuando me torcí el tobillo hace 15 años ¿qué hago?, porque dicen que son nocivas y no se pueden tirar en cualquier parte. A saber, encima, la radiactividad que acumulo en casa. Si es que ya lo decía mi madre, donde se ponga un buen barrido que se quite un mal fregado (no sé si tiene algo que ver con todo esto, pero es que acabo de encontrar una foto de mi madre detrás de la cajonera del armario).



                                  

                                     PESPUNTES COTIDIANOS    


           Ya es el cuarto caramelo de menta que me como en los últimos quince minutos. Yo soy de las que opina que los excesos y las obsesiones no son buenas; eso es lo que yo digo, pero no lo que yo hago. Le ocurre a mucha gente. Te advierten de lo que tienes que hacer, a pesar de que ellos no lo practican; o hacen justo lo contrario, o lo que les da la gana. 
   Si te romas a mala estos imperativos con los que la gente reafirma su sabiduría ante tu ignorancia, será pero, porque, al alterarte, pierdes energía y, encima, refuerzas al otro en sus creencias de superioridad. Así que, cuando alguien se las dé de marisabidillo/a con lo que tienes o no tienes que hacer, tú prueba a quedarte mirándolo a los ojos fijamente, como si quisieras que esos consejos se los aplicara él mismo, o como si te hubiera dado un aire y no pudiera moverte. Es lo mejor: la bofetada sin manos que decían los mayores. 

Hoy probé esto con una vecina. Dejé que me sermoneara con lo que debería o no hacer con respecto a mi corte de pelo (porque la gente se mete en todo). Me quedé parada, inmóvil, con cara de esfinge, sorda, muda..., como si me hubiera dado un aire... La mujer emitió un gruñido de oso impertinente, se dio la vuelta y se alejó enfurecida, con paso militar en periodo de instrucción. Yo creo que le dolió la bofetada sin manos que le di...
Al final, los caramelos de menta me han servido para aprender algo, mira tú...



                                               
                             PESPUNTES COTIDIANOS 2

               Envío mensaje al correo del presidente de la comunidad de vecinos el jueves por la tarde.
      Intento que me explique qué rayos y centellas hacían todas esas personas alrededor de mesas con comida, bebida y dulces en el césped de la piscina de la urbanización; me parece denigrante, bochornoso y hasta cutre (existen buenos restaurantes para ese tipo de celebraciones). 
  En lugar de protestar por ello, redacto mi mensaje con un interrogante, una pregunta con sorna, al estilo: "Quisiera saber si se pueden montar celebraciones en la piscina colocando mesas, sillas, bebidas, dulces y todo tipo de alimentos al estilo campestre". Si me dice "no" allá que le paso la foto con la huella del delito. En cambio, si me dice "sí", le preguntaré que cuándo ha consultado eso con los vecinos.

           Ha pasado una semana y sin noticia de Gus (es que el presidente de la comunidad se llama Gustavo).
Hoy, por fin, he visto su mensaje en el correo:
"Estimada vecina, tiene usted nuestro permiso para esa celebración con mesas, sillas comida y bebida que nos solicita siempre que lo dejen todo limpio y en orden.
¡Que lo disfruten!

        ¡¡¡¿¿Perdonaaaaa???!!! Me quedo más planchada que un tomat bajo las ruedas de un trailer. ¿Es que la gente no pilla las ironías?

         Pues ¿sabes lo que te digo? que me estoy planteando celebrar ahí en el recinto de la piscina, lo bien que me quedó el último empaste; incluso invitar a mis amigos y hasta al dentista y a su mujer, total, será por montar fiestas piscinales...





                                   PORTALES ORGÁNICOS

              Pues sí, los hay. Ya es un hecho. ¡Existen! Lo que yo no sé es si ellos lo saben; digo si saben que de humanos tienen poco, la fachada, los instintos y nada más (tengo que mirar si también compartimos emociones, pero creo que no). Toparse con uno de ellos e identificarlo es fácil, si les hablas de espiritualidad o algo que se le parezca, te rehuyen como los vampiros al crucifijo.  

            Y es que, originariamente, existían dos razas sobre la tierra: una con alma y la otra con algo parecido a un cilindro vacío. El ADN de estas razas está tan mezclado que ambas pueden encontrarse dentro de las mismas familias: ellos (los otros) conviviendo con los nuestros (nosotros). Estos seres descafeinados solo tienen una razón para estar aquí: quejarse, molestar, desviar a los seres humanos de su evolución...
Que existan estos portales orgánicos explica que el planeta esté como está: hecho una mierda. En fin, que yo ya los conozco, me he topado con algunos en los últimos tiempos. 

        Hoy, sin ir más lejos, he traído a una mujer en el asiento de atrás del autobús que no paraba de protestar, de maldecir la vida, de enumerar todo lo que no funciona, lo negativo. Se quejaba de lo mal que está el trabajo que su marido recibe una paga muy pequeña, porque no puede trabajar... Para mí que era uno de ellos, uno de esos portales orgánicos de los que hablamos. Al momento, le sonó el móvil y dijo: "Sí, cariño, cuando salgas del trabajo me recoges en casa de mi amiga Lola". Pero señora, ¿no quedamos en que su marido no trabaja?...  Se justificó con la otra mujer diciendo que su marido tenía un trabajo de tapadillo para no perder el dinero que le daban.                 Confirmado, era un portal orgánico: ¡chupópteros! que contamina el planeta de palabra, obra y omisión; de los que todo es una mierda si no les favorece a ellos; de los que te sueltan su porquería mientras viajas en bus, para luego decirte: "Hija, que te sea leve!. ¡Señora, que yo no soy su hija ni quiero esa levedad del ser en mi vida! Pero, claro, como la cosa no iba conmigo, me mordí la lengua.

          Pues, nada, que ya sabemos que los portales orgánicos existen, que están aquí de relleno, que vienen a sembrar la negatividad, a menear la mierda, a vivir de nuestros impuestos, que debido a ellos, todo huele a podrido. 
Si te encuentras alguno, no hace falta que te santigües ni busques una ristra de ajos o un crucifijo, con apartarlos de tu vida  ignorarlos y no dejar que te contaminen hay suficiente, porque, encima, son muchos y cobardes.




PREMONICIONES OLFATIVAS


Hace lustros que no me hago un análisis de sangre, ni morfológico ni sintáctico. Nada. La gente me asusta diciendo que cómo se me ocurre, que si el colesterol, que si el cáncer… En fin, que llevarán razón, no lo niego, pero es que yo, lo de proyectar, los “por si acaso” y las sentencias los llevo fatal. De todas formas, pedí hora y me lo hice.
La enfermera-vampira, superamable, me preguntó si me mareaba y le dije que no lo sabía, porque no me habían pinchado desde que me dio el cólico hace 20 años. «No se preocupe, cierre la mano y apriete fuerte». Aquello me recordó a una prima de mi madre que era más tacaña que el colirio, y por eso, cuando se referían a ella, cerraban el puño y apretaban fuerte. No se lo conté a la sanitaria porque estas personas están trabajando y les importa poco a lo que a ti te recuerde una postura, un sonido o el olor a muerto. Digo lo del olor a muerto porque ayer me vino ese tufillo, y no quiero ni pensar que todavía goce de esa facultad tan extraña de captar el aroma a fiambre cuando hay un vivo cerca que pronto dejará de estarlo. ¡Huy! Repelús me da. Y fue al bajarme del autobús, mientras atravesaba el bar de los churros camino del trabajo... A saber, quién ocupaba mesa con cafelito y porras cuyo saco de carne pronto dejará de degustar harina frita.
Y, digo yo, si los análisis sirven para detectar todo esto…, la persona en cuestión ya sabrá que ha cambiado de olor y que eso, para los que percibimos aromas de otras dimensiones, es sentencia segura. Bueno, igual no lo sabe, pero se enterará pronto.
Volviendo a mis análisis, todo bien, nada de parámetros raros ni alarmistas. Los triglicéridos un pelín altos, pero vamos, que esos los bajo yo sustituyendo el pan normal por el de wasá a rebanaditas, y eliminando de la dieta la tarta de queso casera, que me chifla.
¡Un momento! Me dicen que se ha muerto una persona muy conocida en el pueblo. ¡Jope! Prefiero adivinar el número que tocará en la lotería a tener estas premoniciones olfativas tan lúgubres.




QUÉ BELLO ES VIVIR


—Niño, levántate a ver si está lloviendo.
—Papá ¿por qué no llamas al perro a ver si está mojado?
Y esto viene a cuento de la vida que llevamos los fines de semana con tele y sofá (los que la lleven, claro). Yo no digo que tumbarse a la bartola después de comer, sin más requerimiento o empeño que el de “todo me la suda” no se parezca mucho a una experiencia religiosa de las que sientan cátedra, pero llegado un punto: Qué bello es vivir ¿Han visto la película? Pues aquí viene que ni el aceite a la tostada.
Les cuento: El protagonista, James Stewart, se ha dedicado toda su vida a ayudar a los demás dejando a un lado sus sueños. En Navidad, el hombre, ya cansado, decide suicidarse y por eso aparece su ángel que necesita ganarse las alas, para que vea cómo ha transcurrido su existencia, lo que dejó por hacver y todo lo que se deriva de la manera en la que ha vivido. 
Si mi ángel (o el tuyo) viniera a mostrarme (te) qué hice (qué hiciste) con mi vida (con tu vida) y me mostrara (te mostrara) escenas de mí (de ti) en el sofá, sin disfrutar los sábados de un buen paseo, de la puesta de sol, del frío en el rostro, de los niños jugando en el parque, de arreglarte, perfumarte, salir a cenar, charlar con los amigos… ¿qué clase de alas crees que ganaría tu ángel contigo? (¿y el mío conmigo?).
¡Huy! Pobrecillo. Yo hoy me voy de fiesta. Y como he decidido dejar de lado el sofá para que mi ángel se gane las alas, se ha ido el aire y ha salido el sol. Y esta noche, estrellitas del lugar, unas vienen y otras van.
No te pierdas la película, la ponen tooooodos los años por Navidad.


                             
                                   ¿QUIÉN NOS DAÑA?


            Hace poco escuché decir a alguien: "No quiero una relación porque temo que me hagan daño". Pero ¡alma de cántaro! ¿cómo se te ocurre culpar a otro de tu dolor. El sentimiento es tuyo y, por tanto, la capacidad de gestionarlo depende de ti.

            Yo creo que esto no lo tenemos claro, de ahí que la culpa de lo que nos ocurre la pongamos fuera de nosotros. Porque, el otro nunca me hace nada, me lo hago yo cuando acepto y doy poder a lo que hace el otro de ahí que, si escupe al aire y me salpica, la culpa no es de él, sino mía. ¿Por qué? Lo primero es preguntarme: ¿qué hago yo con un tipo que escupe al aire? Segundo: ¿quién me manda estar ahí cuando el otro escupe? Tercero: a ver con quién estoy y dónde me muevo.. Y, ahora, ¿de quién es la culpa de que me salpique un salivazo?

        Tengo una amiga que se queja de todo: "Mira lo que me hizo fulanita; la gente que mala es..." Y yo siempre le contesto lo mismo: "Es que a ti te va la marcha, porque sigues en las mismas y a ti no te hacen nada que tú no permitas..." Oye, ahora que lo pienso... ¿qué hago yo con una amiga que siempre me cuenta lo mismo y no espabila? Me lo voy a mirar porque igual a la que le va la marcha es a mí...

¡Ay! lo que nos protegemos por miedo a que nos dañen, cuando el peor daño que lo hago yo a mí misma al aceptar que el otro me pueda dañar ¡sin mi permiso!

"Señor, que mi marido no me engañe.
Y si me engaña, que no me entere.
Y se me entero, que no me importe".




                                             REVELE SU ROLLO


        Estuve comentando con alguien que nos tragamos mogollón de historias de la gente que no nos interesan. Me refiero a que cualquier nos para y no cuenta aspectos de su vida irrelevantes para nosotros que, al final, lo único que nos sirven es para contaminarnos y hacernos perder el tiempo, pero que no nos atrevemos a decir eso de que no nos interesa su película. 
Yo me propuse ser coherente conmigo misma y dejar de tragarme esas historias Y fue cuando me vino la prueba práctica (que siempre llega, como los exámenes de junio). Así, en la parada del autobús, me encuentro a una señora que me pregunta si sé la frecuencia o el horario del transporte. Se lo dije y ¡me perdí! porque ya se enganchó a contarme: "Yo es que estoy aquí de vacaciones porque tengo una hija que se vino a trabajar...". Enseguida la corté diciendo: "Perdone, pero ¿lo que usted me va a contar tiene algo que ver con el horario del autobús que me ha preguntando antes?". Y ella dijo que no, que lo que quería era contarme era que su hija se vino a vivir y que ella... Volví a cortarla: "Pues, lo siento, no me lo cuente porque no me interesa", dije. La mujer se quedó con cara de acelga escurrida, pero a mí me dio lo mismo, porque la que no se quería quedar con cara de acelga escurrida era yo, dejando que la buena señora me soltara una historia que a mí ni me iba ni me venía porque no tiene a quien contársela o porque así se le hace más llevadera la espera del autobús. 

      Que no, que no, que las películas de los demás son eso, sus películas. Incluso, a veces, me he tragado que alguien me cuente que si a su vecina le han hecho una prueba de contraste en el hospital y que ella la acompañó, y que la enfermera le dijo, y que los resultados fueron... Y, cuando termina y me pregunta por mi vida y entiendo que me toca turno de sacar historia, va la buena mujer, se mira el reloj y me corta enseguida, diciendo: "Bueno, otro día me cuentas que tengo hora en la peluquería y voy tarde". Y me dan ganas de cogerla del cuello de la camisa y enfrentar mi nariz a la suya, mientras mascullo en su cara: "¡Perdonaaaaa! Ahora te esperas y me dejas que yo saque mi basura contigo como tú has sacado la tuya conmigo". Pero, claro, como nos han enseñado a ser educados prudentes, empáticos, buena gente y todo eso que nos obliga a conformarnos con lo que los demás quieran echarnos encima, y así nos va la vida.

Y ahora viene el chiste que lo resume todo muy bien:
Un señor entra en una tienda de fotografía:
-Buenas, ¿qué desea?
-Verá, mi suegra se ha muerto, mi mujer me engaña, mi hijo no me quiere, el perro muerde y estamos a punto de perder el piso. 
- Perdone, no entiendo por qué me cuenta eso. Esta es una tienda de fotos.
- Sí, pero tiene un cartel e a puerta que dice: Entre y revele su rollo.
       
         A ver qué cartel mostramos para que la gente nos siga contando su rollo...



¡SOCORRO! QUÉ HORROR

Dicen que la casa es el panteón de los vivos, y debe ser verdad, porque, en la calle, se está divinamente, sobre todo si sales a pasear sin recaditos que cumplir ni tiendas que visitar.
Y, aquí estoy, disfrutando de la luz de la tarde y el rumorcillo de sus gentes, que yo camino mirando al frente, nunca al suelo, ni escuchando el audio que me envió mi amiga, con el móvil ahí, pegando a la oreja, y la mente volatizada, como si no existiera nada más en este mundo.
Estoy pensando..., si un extraterrestre deambulara por la ciudad, ¿qué pensaría de todo esto?: Ñññui, ñññuiii, conectando con la nave nodriza.
—¡Sáquenme de aquí enseguida! No comprendo a esta especie de especie. La gente aquí va pegada a un aparato rectangular que maneja tecleando en él como si los dedos volaran, llevan cables por el cuerpo, hablan solos y sus ojos, embebidos en esos chismes, nunca enfocan el horizonte. ¡¡Socorro!! Qué horror. Una señora ensimismada con esa cosa electrónica ni siquiera se percata de que la niña que lleva en el carrito casi se atraganta con un trozo de pan…
En fin, reconozco que cargarla contra los móviles es un argumento facilongo, porque, según algunos expertos en la materia, antes, las personas lo que necesitaban era relacionarse, en cambio, ahora, lo que prima es comunicarse, de ahí que cada uno cuente por lo menos con un móvil (o tres), a veces, muy socorridos en momentos cruciales: “Marí, que el tío me acaba de pedir que salga con él” “Pero, ¿tiene dinero?”. “Espera, ahora te digo…”.
Vuelvo al panteón. He comprado flores, aunque creo que las voy a descartar por aquello de la asociación. Además, asumido esto del aparente secuestro casero en el que nos movemos, habría que sustituir en el papeleo lo de “Añada su dirección” por “Añada su panteón”. ¡Huy! Cómo suena eso. ¿Quieren creer que al leerlo en voz alta hasta he notado el eco…?




TACHONES Y PÁGINA EN BLANCO

Se va la tarde. Comienza a oscurecer. Y a esta mágica despedida solar, con un hasta mañana si Dios quiere, se suman las chispitas artificiales de las casas que emergen como brillantes lejanos.

Concluye otra hoja del cuaderno de mi existencia con líneas rectas, torcidas, borrones y espacios en blanco. Y todo esto se desintegrará muy pronto, porque el presente es lo único que existe.

Antes de que esto ocurra y vuelva a salir el sol por Antequera, repaso la página de hoy y la memorizo para mi aprendizaje.
Veamos:
¡Qué bien me tomé eso que dijo Lucía que me podía enfadar! Me gustó tanto cómo lo encajé, que lo voy a subrayar con ´fosfi´ de color naranja, y me añadiré un positivo cerca.

Otra línea: Aquí está el plantón que me dieron esta mañana. Ese lo llevé fatal. Pero bueno, lo doy por aprendido ¿de quién es la culpa si no mía por no recordar la máxima?:
«Bienaventurado el que nada espera porque nunca se sentirá defraudado». Además, la falta de compromiso no fue conmigo, sino consigo mismo.

Vamos por otra línea: ¡Uff! Aquí hay un tachón mayúsculo. ¿Por qué? Sí, ya sé, me lanzo a la piscina sin agua, como dice mi amiga, y meto la pata hasta el fondo. Pues vale, me lo permito y ya lo tengo en cuenta para otra vez.
Qué más… ¡Miraaaa! Vaya letra chula que me quedó al final. A ver qué dice… ¡Huy! Qué bonito, jejej. Dice que, cuando vea que algo me enfurece o no soporto, tengo que dejar que salga la niña interior y decirle que ahora puede expresar todo lo que no le permitieron de pequeña, porque quiero sanarla y por eso, yo sí se lo permito hasta que consiga superarlo.

Bueno, ya tengo preparada mi página en blanco para mañana. ¡Ay! Qué nervios. Lo mejor de los días es que están todos por estrenar y, encima, no tienes que llevar maletas ni sacos al hombro, ellos (los días) ya te acercan lo que necesitas para seguir avanzando (hasta peñascos enormes para que veas que puedes).

Buenas noches cuaderno, estoy deseando de abrir los ojos mañana para seguir escribiendo las hojas de mis días con sus líneas rectas, torcidas, borrones y todo lo que yo necesite, porque los cuadernos limpios se quedaron en el colegio y, en el de vida, me lo permito todo.





TRABAJITO



¡Qué pesada esta mosca!, todo el rato molestándome. Bueno, ella no me molesta, la que se molesta soy yo. Mi amiga diría que mire a ver por qué me molestan las moscas, y yo, en mi antiguo estado de consciencia, contestaría que son muy pesadas. Pero claro, como ya he avanzado mucho, ahora, la cuestión es distinta, y tengo que averiguar ¿para qué vienen las moscas a molestarme?
¿Será para que no siga con estos escritos en los que consigo dejar la mente fuera y desintegrar los programas adquiridos? ¿O para que averigüe qué hay en mi vida que me está molestando y no consigo verlo? A ver… A mí lo que me incomoda mogollón es buscar la cola del Mercadona donde hay menos gente y que todo se detenga con una barra de labios que no pasa el escáner, porque una buena señora se trajo la de muestra. ¡Pero, alma de cántaro! ¿A quién se le ocurre?... Y, encima, la cajera, que es un poquito lenta, le pide a un empleado que le traiga otro pintalabios, y el tío no se entera y le acerca un rímel. «¡Que no! ¡Que esto no es lo que quiero!», dice la cajera. Y aquí todo el mundo esperando en caja a que venga la dichosa barrita de labios… ¿No me puede ir cobrando, que tengo prisa?, pregunto. La cajera aprieta los labios y menea la coleta en señal de que naniti; no le dejé las cosas en la cinta transportadora y me fui de milagro… Y mi amiga dirá que ahora, además de averiguar por qué las moscas no me dejan tranquila, tendré que trabajarme la paciencia, que por eso me ocurren estas cosas que yo misma atraigo en la cola de Mercadona.








TRAS LOS CRISTALES DEL MUNDO



Ahí están, la hamaca, el ventilador, la esterilla de la playa, la bolsa de rayas, el bikini, las palas, la pelota, las gafas de bucear, las chanclas, los bronceadores, las conchitas y almejas de todos los años; que luego no sirven para nada, pero son tan bonitas… Habrá que bajarlo todo al trastero; lo haré mañana.
 No me resigno a perder el verano, tan despreocupado y refrescante, tan alegre y luminoso…, tan poco madrugador y fiestero… El verano es mágico, incluso arriesgado en algunos tramos (que cada uno le ponga contenido al paréntesis).
Pues, sí, me encanta el verano. Te puedes ir de compras en chanclas, sin maquillar, con los rizos sin rizar, con las pestañas a medio abrir y hasta con un pegote de mantequilla en el labio, que nadie te mira; o si te miran, ni te critican; o si te critican, ni te enteras; o si te enteras, ni te importa. La gente se pasea en bermudas, con la camiseta del año pasado, el bañador descolorido, la gorra con la visera hacia atrás (que dice mi hermano que ¿dónde se comprarán esas gorras?), incluso descalzos los he visto por el paseo marítimo. ¿Y el olor a sardinas? ¿No me digan que eso no es el verano? Bueno, como el olor a castañas asadas es el invierno, pero me gusta menos.
En fin, que me da mucha pereza tener que buscar ahora todo lo del cambio de estación: mantas, colchas, rebecas, calcetines, botas, jersey, los pantalones largos, los chaquetones gordos, los abrigos de pelito, el calentador… (por ese orden).  Aunque, en mi casa no hace mucho frío.
Yo es que compré el piso que diera al sur y con vistas al Mercadona, por aquello de que estás guisando y te quedas sin sal, o se cuela un mosquito y no tienes repelente para la picadura, o le falta vino al pollo…, ¡zas! Bajas en un momentito y listo. Que sí, que la playita también la veo, pero de lejos, por la tarde, mientras me tomo el rooibos (de Mercadona). 
En fin, llega la noche y me quedan las estrellas.
Todavía, me puedo salir a la terraza y disfrutar del parpadeo de las luces artificiales a lo lejos, mientras el camión de la basura añade la melodía de fondo. Porque es lo que tienen los coletazos del verano, que todo se repliega poco a poco, tras los cristales del mundo, descolgando las hojas de los árboles sin que se note y goteando los tejados de vez en cuando.
«Hola, soy el otoño. A ver si se deja de tanta parafernalia dialéctica y le busca usted sitio a todos esos bártulos veraniegos arrinconados en la entradita, que luego se quejan las alfombras de que no tienen sitio para desplegarse. ¿Es que a usted solo le gusta el verano? ¿Y lo romántico de pasear bajo la lluvia dos en un paraguas?».
El final
del verano
llegó
y tú partirás.
Yo no sé
hasta cuando
este amor
recordarás…
Dime, dime, dime, dime amor...







TRATADO SOBRE LA FELICIDAD


Yo pensaba que la felicidad tenía que ver con sentirme querida, respetada, amada, admirada… y todos los “ida” y “ada” que queramos echarle al asunto, pero eso está fuera de mí. Y si la felicidad depende de si tengo hijos o no, de tener amigos o no, de que otros me quieran, me admiren, me respeten, de que salga el sol, el arco iris, llueva o truene…, mal lo llevo, porque seré feliz a ratos, dependiendo de que se cumplan mis expectativas, y lo que duren.

¿Dónde busco entonces la felicidad?... ¿Estará en el corazón de la Tierra? ¿En las profundidades marinas? ¿En la copa de los árboles? ¿En la puesta de sol?... Puede, pero eso está ahí para todo el mundo y no todo el mundo es feliz, con lo que deduzco que no, que por ahí tampoco es.
        (me coloco el dedo de pensar en la boca).

¡Ya sé! La felicidad tiene que estar en los ojos, porque a través de ellos me llegan los colores, la luz, el horizonte… (frío, frío…). Volvemos a lo mismo, ojos tiene la gente para admirar todo esto y, sin embargo, la mayoría tampoco es feliz.
Uf, qué difícil… Entonces ¿dónde busco la felicidad?... Mejor dicho ¿dónde la encuentro?
(dejo de pensar, intento que la mente no intervenga y me dispongo a sentir).
«¡Estoy aquí! ¡Estoy aquí!».
—¿Quién ha dicho eso? Ah, te pillé. ¡Qué sorpresa! Eres la felicidad y estabas ahí…, en mi interior. Y ¿cómo accedo a ti?
            —Sencillo. Vuelve tu mirada hacia dentro y acéptate, ámate, mímate, regálate, admírate, respétate…, y ten contigo todo eso que antes buscabas fuera. Porque ser feliz a tiempo completo significa aceptar que todo lo que ocurre fuera de ti es justo lo que tiene que ocurrir, y que todo lo que ocurre dentro de ti es lo que tú eliges que ocurra.
Y ahora viene el gracioso de turno a contar su chiste sobre la felicidad:
“¿Sabes? El dinero no hace la felicidad”.
“Pero si yo no quiero ser feliz, yo lo que quiero es ser rico”.




UN DESGRACIADITO


Acabo de descubrir que las tortitas de arroz tienen un índice glucémico muy alto, de manera que, eso de que sirven para la dieta, mentira. Vaya, con lo que me gustan…, sobre todo las de sabor a tomate con aceite de oliva. ¡Un momento! me acaba de picar un mosquito, ¡malditos chupasangres! Igual esto tiene que ver con la alimentación y, si dejo de comer tortitas de arroz, ya no se me acercan.
La verdad es que no sé qué creer, porque ahora todo son “des” “ex” o “está muy lejos” (lo digo porque me encararía ir a Tokio, pero me pilla en el quinto infierno). Además, ni siquiera sé idiomas; bueno, a unas malas, lo de “dominar el inglés” lo tengo claro: si es más chico que yo, lo inflo (que dice el chiste).
Por lo demás, yo lo único que me sé en este idioma son cuatro frases hechas, como “I like going to the beach” (que no creo que le importe a nadie) o “To be or not to be” que diría nuestro genio universal de las letras don Willian Shakespeare. Y, digo yo…, ¿cómo carajo he llegado al dramaturgo y poeta inglés del siglo XVI, partiendo de unas engañosas y lánguidas tortitas de arroz?... Pues será por accidente, como Fleming con la penicilina, que la encontró de casualidad al estudiar un cultivo de bacterias contaminadas.
En fin, ¿por dónde iba?... Ah, sí…, hablaba de los “des”, los “ex” y los "está muy lejos”. Con lo bueno que es la consistencia, lo auténtico, lo cercano. Y no como el tipo del bar que pidió que le sirvieran un desgraciadito:
—¿Un desgraciadito? ¿Qué es eso?
—Pues, un descafeinado con leche desnatada y sacarina.



UN DÍA COMO ESTE


      Por lo general, todos los días me siento bien (y si no es así, me permito un día “chungo” y dejo que pase). Pero hoy es que me siento “super”. Y no es que haya perdido peso (aunque estoy en ello) ni que me haya tocado la lotería (que compro poco), ni que haya encontrado novio (que no lo necesito, aunque tampoco lo descarto). Hoy me siento feliz porque sí (podría haber puesto que me siento “happy”, pero con el lenguaje tan rico que tenemos, no voy a contribuir a la invasión de expresiones inglesas).

      Bueno, a lo que voy, que me enrollo como las alfombras en verano…, que hoy me siento muy bien. ¿Por qué? ¿Es que tiene que haber un porqué para todo? (esta pregunta se la hago a mi mente, que me pide explicaciones para luego enredarme…).

¿Por dónde iba? Ah…, sí, que el motivo de que me sienta bien hoy es que no hay motivos para sentirme mal. ¿Los problemas? ¿Qué problemas, si todo es aprendizaje? ¿Las noticias? ¿Qué noticias?, ¿las que ponen en la tele sin que yo pueda hacer nada para evitar lo que ocurre? La apago y listo. ¿La capa de ozono, la extinción de las especies, el deshielo…?, pero si todo eso forma parte del proceso de depurado natural de la Tierra, ¿por qué no dejar que ella se espulgue sola…? ¿El trabajo, la salud, la familia…? Pues mire usted, si tiene avería en alguno de estos apartados, arréglelo, pero no con los brazos cruzados, sino actuando, construyendo su día a día como a usted le gustaría que fuera (ahora se sabe que esto es posible sanando nuestra mente; y valgan los gerundios)
Repito: hoy me siento bien, porque construyo un día a mi medida. Esto significa que acepto que todo lo que ocurra tiene un por qué o un para qué dedicado a mí, a que yo siga aprendiendo (aunque lo que ocurra no concuerde con lo que yo deseo, pero sí será lo que yo necesito). Y con estas credenciales… ¿quién va a venir a desmontarme un día como este? (y sin tocar madera, porque, si lo hago, entraría en la duda).




UN DÍA TONTO


Llegó el frío. Y con lo poco que me gusta el invierno… Que sí, que una tardecita junto a la chimenea, leyendo, escuchando música o haciendo manitas está muy bien, pero nada comparado con la luz del verano, las tardes soleadas, andar por la playa, meterte en el mar, que te revuelquen las olas ¡ostras, mi anillo! Perdí mi anillo de oro con piedrecita este verano. Uno que me gustaba mucho. Estuve mirando en la orilla y un poco más adentro, porque se veía el fondo. Pero nada. No lo encontré.                                                                                                                                                                           
       Esa noche soñé que unos seres diminutos y extraños que vivían en el agua, lejos de la costa, encontraron mi anillo y lo guardaron en una concha de nácar, pero me desperté y, además de perder mi anillo, me quedé sin saber el final de la historia. Y con esto me doy cuenta de que el verano también tiene su parte negativa. Pero, vamos, que me he pasado del invierno al verano en un plis, plas. Esto es lo bueno de la escritura, te puedes mover por una historia que ocurrió hace un año y luego hablar de la tortilla de patatas que te comiste al mediodía. Pero yo, hoy, no quería hablar del frío, ni del verano ni del anillito que perdí, tampoco de los sueños o la tortilla de patatas. Yo de lo que quería hablar hoy es de… ¡quieres creer que no se me ocurre nada! Bueno, como diría mi amiga, un día tonto lo tiene cualquiera. Permitámonos un día tonto, sin más.



UN MENSAJE DE AMOR

A mí los días me gustan todos. Unos porque son grises, otros neutros y la mayoría, multicolor.
A ver qué nombre le doy a este domingo donde el sol se cuela entre las macetas de la terraza y el mar, a lo lejos, exhibe su pincelada de azules.

Pensaba en lo fácil que resulta mantener el cuerpo y la mente en calma. Conecto musiquita relajante, pongo incienso y cambio mis pensamientos de duda, incertidumbre, desconfianza y temor por otros menos tóxicos y con más brillo. Por ejemplo, ¡qué suerte tengo de estar sana, ágil, mentalmente despierta…; de tener una familia sana, ágil y mentalmente despierta; de contar con amigos de verdad; de tener a mis hijos cuando los necesito; de saber que llevan sus vidas con entereza, positivismo y buen humor; de poder disfrutar de "las peques" cuando yo quiero; de tener un trabajo estable… y de todo lo que contribuye a una existencia plena! Y yo pregunto ¿esto es suerte o un logro?

La mayoría de la gente dirá que es suerte (te toca o no te toca), pero yo, de alguna manera, también he contribuido a que ocurra: el diálogo con los hijos, el respeto (tanto a su espacio como a sus decisiones), el buscarme un puesto de trabajo estudiando mucho, el conformar mi vida alrededor de lo que me hace sentir bien (a veces tomando decisiones duras e importantes) y, sobre todo, el tenerme muy en cuenta. Llamo “tenerme en cuenta” a saber lo que quiero en la vida; y, sobre todo, lo que no quiero.
Yo hay pocas cosas que rechace, mejor dicho, el rechazo no lo tengo en mi diccionario. Claro que, si algo me produce dolor, me atranca o no fluye habrá que ponerle remedio, pero eso no significa que lo rechace, porque todo, absolutamente todo lo que ocurre en mi vida contribuye a mi aprendizaje y por ello lo bendigo.

Y, hoy, como es domingo, me tomo el día libre de pensamiento, obra y omisión. Me tumbo en el sofá y dejo que se cuele el sol entre las macetas de la terraza mientras escucho una canción y dibujo una mueca placentera en los labios.

PD. "La Mercedes" se va al trabajo, pero yo me quedo, y te dejo un mensaje de Amor: vive el momento, acepta tu presente y enamórate de la
felicidad que llevas dentro.

Felicidad
Es un viaje lejano mano con mano,
La felicidad
Tu mirada inocente entre la gente,
La felicidad
Es saber que mis sueños ya tienen dueño,
La felicidad
(felicidad)
Esta es nuestra canción
Que lleva en el aire
Un mensaje de amor
Tienen el sabor de verdad, la felicidad.






ÍNDICE

A un palmo del suelo   ------------------------------------------------------------------   1
¿Activa o Reactiva?     -------------------------------------------------------------------   2
Asignaturas pendientes   ---------------------------------------------------------------   4
Atila   ---------------------------------------------------------------------------------------    6
Cambio de hora   ------------------------------------------------------------------------    7
Cara de lunes   ---------------------------------------------------------------------------    8
Deducciones   ----------------------------------------------------------------------------   10
Diferencia entre “quiero” y “necesito” ---------------------------------------------   11
El alma de los días   ---------------------------------------------------------------------    12
El sentido de la vida   -------------------------------------------------------------------    15
Elemental, querido Watson   ----------------------------------------------------------   17
En vuelo presuroso   ---------------------------------------------------------------------   19
Momento chimenea   -------------------------------------------------------------------   20
Hasta que yo despierte   ----------------------------------------------------------------   22
Información privilegiada   --------------------------------------------------------------   24
La calidad de mi vida   -------------------------------------------------------------------   26
La hora bruja   -----------------------------------------------------------------------------   27
Lindas personas   -------------------------------------------------------------------------   29
Lo confieso   -------------------------------------------------------------------------------   31
Mientras escribo   ------------------------------------------------------------------------   33
Momento chimenea   -------------------------------------------------------------------   35
No me enseñes más postales   --------------------------------------------------------   37
No me hables que no te veo   ---------------------------------------------------------   38
Para qué sirve   ---------------------------------------------------------------------------   40
Pespuntes cotidianos   ------------------------------------------------------------------   42
Pespuntes cotidianos 2   ---------------------------------------------------------------   43
Portales Orgánicos   ---------------------------------------------------------------------   44
Premoniciones olfativas    --------------------------------------------------------------   46
Qué bello es vivir   -----------------------------------------------------------------------   48
¿Quién nos daña?   ----------------------------------------------------------------------   49
Revele su rollo   --------------------------------------------------------------------------   50
¡Socorro! Qué horror   ------------------------------------------------------------------   52
Tachones y página en blanco   --------------------------------------------------------   54
Trabajito   ----------------------------------------------------------------------------------   56
Tras los cristales del mundo   ---------------------------------------------------------   57
Tratado sobre la felicidad   ------------------------------------------------------------   59
Un desgraciadito   -----------------------------------------------------------------------   61
Un día como este   ----------------------------------------------------------------------   62
Un día tonto   -----------------------------------------------------------------------------   64
Un mensaje de amor   ------------------------------------------------------------------   65