sábado, 22 de febrero de 2020

LA ISLA DESIERTA



No sé por qué, me estaba planteado lo de la isla desierta. Conversé con mi hermano acerca de esto y, la verdad, lo vimos claro. Quiero decir que muchos de los sufrimientos que tenemos vienen a consecuencia de que los demás están ahí y me van a juzgar, no me van a entender, no me van a querer, voy a quedar mal… Y es que, si nos paramos un poco, casi todo lo que hacemos o dejamos de hacer es por la gente.
En una isla desierta, yo, por ejemplo, llevaría el pelo como me gusta, a lo afro, no que estoy todo el día con el dichoso secador y la plancha. Y no necesitaría disimular las manchas de la cara con maquillaje. Tampoco sufriría depresión o ansiedad, porque el futuro y el pasado solo tendrían que ver conmigo, sin necesidad de ajustar cuentas con nadie. Y como solo me querría yo y, en todo caso, también a la naturaleza, de la que no tendría miedo, ni a que me defraudara ni a defraudarla, tampoco tendría miedo a que me fallase, a que me ignorase, a no estar a la altura, a que me hiciese daño… Ya ves, así de contento está Mowgli, el niño de la selva.
He buscado información acerca de vivir solos en una isla desierta y, al parecer, la única preocupación es la forma de sobrevivir, pero de la estabilidad emocional no dicen nada. Imagino que mi crecimiento personal sería otro, porque, al no tener referentes de personas con las que medirme o interactuar, resulta difícil saber cómo me manejaría en ese sentido. Pero, claro, al no tener personas a mi alrededor ¿para qué quiero saber cómo me manejaría con ellas?
Yo creo que en la isla desierta el sufrimiento emocional sería cero, porque si analizara lo que me hace sufrir, todo tiene que ver con el entorno social: que si la presidenta del bloque no tramitó mi queja sobre la limpieza, que si mi compañero de trabajo me ha dado una mala contestación, que si no me admitieron en ese trabajo, que si mañana tengo que recoger los análisis de mi madre y no sé qué me dirán, que si me crucé a fulanita por la calle y no me saludó, que si me han invitado a una boda a la que no quiero ir, que si mi pareja no me quiere, que si pitos que si flautas. ¿Entonces? ¿Me tengo que ir a una isla desierta para comprender que estoy viviendo para los demás y por eso sufro? Pero ¡si el otro no existe! solo está ahí para mostrarme lo que no tengo resuelto en mí (y yo culpando a todo dios de lo que me ocurre).
Y, ahora que lo pienso…, en la isla desierta, ¿quién me pone la pierna encima para que yo vea si me molesta o no? Ah, qué tontería, si ahí solo estoy yo conmigo misma…, si algo me molesta no vendría de la parte humana, con lo que no tendría a quien chillarle. Pues, oye, me voy a fabricar una isla desierta en medio de la jungla humana, a ver si me entero de que nada me puede afectar sin mi permiso.

Mercedes Alfaya.

viernes, 21 de febrero de 2020

El juego


¿Si te dijeran que esto es un juego y que estamos encerrados en él…? ¿Quéeeee? Pues, sí. Yo tampoco me lo creía, pero el descubrirlo me ha resultado muy beneficioso, porque, así, las cosas pierden importancia y todo se lleva mejor. Tomo consciencia del personaje que represento y del papel que juego, y aunque no podamos salir de aquí, ahora sí que muevo ficha consciente de lo que ocurre. A ver, bonita, deja paso que me toca tirar ficha…  Y esta mujer ¿por qué me insulta? Ah, es su tirada. Pues yo, ni inmutarme, que se cuente veinte y avance. ¿Y el tipo este? ¿Por qué se pone en medio y no me deja pasar?... ¿Su juego? A bien, sin problema. Y ¿qué le pasa a mi vecina? No veas la que ha montado por una tontería. ¿Cómo…? ¿Qué está en su personaje? Pues, nada, lo respeto, que se exprese, que haga bien su papel, que yo le aplaudo y la propongo para el premio: “mejor papel secundario”. Y los de Hacienda, cómo se pasan... ¿Su juego? Pues, nada, a divertirnos todos. Para qué me voy a irritar...

¿Te afectaría a ti lo que ocurriera en la película que estás viendo en el cine? ¿Entonces por qué te afecta lo que ocurre en la película que ocurre en tu vida?

Huy, huy, huy, tantos días sin escribir ni contar me han despertado mogollón. Pero, vamos, que siga el juego que yo apuesto por el mejor papel y a la próxima persona que venga a tocarme las narices le doy un "Óscar". ¿Irritarme? ¿Por qué? Si yo ya sé que esto es un juego y solo tengo que aprender a jugar.

Mercedes Alfaya.