miércoles, 25 de marzo de 2020

DESPERTANDO (que es gerundio)


¿Recuerdan a la extraterrestre que vino a pasar unos días a la Tierra y de la que hace tiempo que no sabemos nada? Pues, acaba de aparecer en mi salón. No me he asustado, porque ya me lo anunció en sueños (esta gente es muy considerada con los terrícolas). Le pregunto para qué ha venido a visitarme y me dice que quiere despedirse, que nos deja, que ella no se va a encerrar en ningún sitio, que esta “guerra” no es suya.
 ¡¡Plif!!
No me lo puedo creer, ¡ha desaparecido! ¡Jope! ni tiempo me ha dado a sacarle información acerca de lo que está ocurriendo en el planeta…

Haré algo…, voy a intentar conectarme con ella y les cuento…

Acabo de cerrar los ojos… Intento no pensar en nada… El aire entra en mi cuerpo con todo lo bueno y energético que trae del Universo, siento cómo se hincha el bajo-vientre… Ahora, expulso el aire modificado por todo lo que necesito sacar de dentro… Voy a permanecer en esta quietud un rato, hasta que la extraterrestre se conecte por Skype (ah, perdón, que no lo he dicho, le acabo de hacer una llamada desde el ordenador, pero ellos solo atienden si ven que estamos relajados y atentos para procesar la información en momento presente…).
Ahora que lo pienso… igual es eso… que necesitaban contactar con nosotros y elevarnos el nivel de consciencia (que está bastante bajo) y con la vida que llevamos de mensajitos graciosos, telebasura, desconectados de la naturaleza, conectados al móvil, estrés, actividades para que los niños no molesten, compras, más compras, pastillitas para dormir, falta de comunicación, pensamientos tóxicos, comida rápida, falta de proyectos vitales y otras lindezas…, han decidido que no quedaba otra que la de “pararnos en seco”; esta gente del espacio es muy pedagógica y no dudan a la hora de echarnos una mano para que no nos quedemos rezagados en el ranking evolutivo galáctico (iremos a la cola). 

¡Claro! ¡Tiene que ser eso! ¡Ahora me cuadra todo!... Y que la extraterrestre se haya ido con los suyos ante la imposibilidad de ayudar, aunque solo fuera a unos pocos, mientras estuvo aquí.

Menos mal que llevo mucho tiempo preparándome la aceptación, las leyes universales, el ego, los programas, el compromiso con los demás y conmigo misma, los paraqués de todo lo que ocurre, los “desde dónde” se actúa, el propósito divino y el sufrimiento humano; el personaje que somos y la película en la que estamos cada uno. 
En fin, que solo me queda que la extraterrestre se conecte y me diga si vamos bien posicionados, si hay mucha gente que ha conseguido darse cuenta de que su vida era una mierda y está trabajando en ello, porque me da que los días de confinamiento van a depender de lo lento o lo rápido que la gente vaya "despertando".

(PD: si se conecta la extraterrestre y me da algún dato, tranquilos que lo paso).

Mercedes Alfaya.

jueves, 19 de marzo de 2020

CAER ESTÁ PERMITIDO


Como ya dije (y mantengo), yo no tengo miedo a lo que está ocurriendo, porque, si tengo que pillar el virus, lo pillaré, y el proceso será como una gripe (o no, pero eso no está en mis manos, por lo que no me voy a preocupar). Lo que sí quiero decir es cómo me está afectando lo de permanecer encerrada en casa (sin que yo lo eligiera).
Los primeros días, guay, en casa, sin trabajo; nada urgente que resolver, no hay que madrugar, tampoco necesitaba ir al super: más o menos, tengo comida… Pero, el tiempo pasa y esto hay que saberlo gestionar, por lo menos yo.
Reconozco que hace dos días me ocurrió algo extraño: me levanté y, de pronto, me sentí sola. Pensé que necesitaba ver a alguien, la presencia humana, mis amigos, abrazar a mi familia, que sonara el portero automático, el timbre de la puerta…, prepararles un arroz… Ya ven, yo, que presumo de no sentirme nunca sola…, mira tú, ahora viene un bichejo de mierda y me derrumba todo el trabajo que estoy haciendo en favor de mi estabilidad emocional.
El caso es que, la “alarma” saltó en mí sin que yo pudiera controlarla (he buscado información al respecto y parece normal, aunque no existe precedente de confinamiento ni pandemia como esta). En fin, que, a la desesperada, me puse en contacto con las personas que creía podían aliviar un poco este sentimiento tan insólito con el que desperté; lo hice y me ayudó mucho. Lo que no sé es si conseguí confundirlos o alarmarlos con mi actitud, pero bueno, ya pasó.
La situación es la que es, y esto hay que llevarlo bien, porque, de lo contrario, estamos perdidos: la desestabilidad emocional, el miedo, el aislamiento…, nos produce vulnerabilidad, algo que nos convierte en manipulables; además de que hará más daño el encierro, la falta de actividad, de relaciones humanas y de oxigenación que el propio virus; ya te diré yo cuando esto acabe cómo estará la gente a nivel psicológico y de energía. Pero bueno, ahora mismo es lo que hay, y luchar en contra no sirve de nada.
Pues bien, por recomendación de mis hijos, me he puesto a hacer ejercicio físico con ayuda de vídeos que encuentro en Internet. También, un amigo me animó a retomar la escritura de mi novelilla “Pluma Roja”, que lleva tiempo aparcada. Además, como me gusta mucho la cocina, estoy experimentando recetas nuevas, como las alcachofas con almejas de mi compi del trabajo. Y ¿saben qué?... Ahora mismo luce el sol en mi terrada y voy a tumbarme ahí un rato con musiquita zen de fondo; la vitamina del sol que podamos recibir en nuestras  casas es algo de lo que no nos pueden privar, y eso nos aporta el mejor antídoto.


Claro que la estabilidad emocional no podemos basarla en distracciones que nos ayuden en momentos puntuales, porque luego vienen los bajones; esto más bien es un trabajo de tiempo donde aprender a gestionar lo que sentimos, saber por qué y desde dónde actuamos, qué ocurre en nosotros para repetir comportamientos o movernos de forma automática… Un trabajo minucioso al que dedicarle tiempo y plantarle cara, porque la mayor contaminación no está fuera, sino dentro de nosotros, en los propios programas que traemos de fábrica. 

A mí este bichejo me está enseñando mucho, sobre todo a no relajarme, porque ya he visto que vuelvo a caer en las “tentaciones”, como las de venirme abajo sin ton ni son, o pensar que estoy sola, cuando la soledad más grande es no creer en ti mismo (y en todos los recursos de los que dispones).
Con esto quiero tranquilizar-me y afirmo que: vuelvo a la ESTABILIDAD. Porque, como dice la frase: “Caer está permitido; levantarse, obligado”.

Mercedes Alfaya.

domingo, 15 de marzo de 2020

MI REALIDAD


A las personas que me han preguntado por qué digo que este virus es una bendición para mí (y recalco el “para mí”), quería aclararles que ahí, en el escrito anterior, explico los motivos, y que esos motivos están en MI REALIDAD (desde luego), no están en la realidad de otra persona que estará viviendo esto con miedo, con escasez, con otro tipo de problemas. Pero es que, esa es SU REALIDAD. Y yo la respeto, por eso hablo desde la mía, desde la que yo me he construido (porque tu realidad la construyes tú). 

Y, para mí  (desde la realidad que yo elegí que quería vivir) esto no está siendo nada caótico, ni catastrófico, ni lo vivo con miedo. Es una experiencia más que me está enseñando mucho y me está sacando de mi zona de confort para que valore cosas y vea otras que igual no veía, por eso, yo lo tomo como algo positivo y digo que es una bendición. Y reitero que, en MI REALIDAD, la que yo me he construido y elegido, ahora mismo, todo es perfecto y bendecible.
Buen domingo, para quien lo quiera vivir así, claro. Yo, de peliculitas, palomitas, mensajitos, reflexiones y descanso, relax-ch-ch-ch.

Mercedes Alfaya.

sábado, 14 de marzo de 2020

SI HAY QUE HABLAR DEL VIRUS...



A diferencia de lo que quieren trasmitir los gobiernos, para mí, este virus está siendo una bendición. Y digo esto porque, ahora que todo se paraliza, disfruto de mi tiempo, de mí, de mi casa, de mis cosas…, además de que nos va a enseñar a valorar momentos y situaciones a las que antes no dábamos importancia o veíamos como rutinarias; por ejemplo, la labor de los sanitarios. ¡Qué listos son los virus que nos llevan a encontrarnos con nosotros mismos! (y nos proporcionan tiempo para ponerlo todo al día). Además, para ver la bendición de algo, hay que salir del miedo y mirar lo provechoso que podemos saca de ello, porque, ya lo dice el refrán: "Lo que no mata engorda". 

Yo, por ejemplo, no estoy pendiente de las noticias, porque de lo que me tengo que enterar ya me entero (hasta sin querer), pero no voy a dejar que me contaminen ni me distraigan de lo verdaderamente importante. El pánico lo que consigue es que bajen las defensas y entonces ¡zas! abrimos la puerta a cualquier virus. Por eso yo no tengo miedo a NADA (eso para empezar).
También digo que este virus es una bendición porque estoy descubriendo y disfrutando de cosas que nunca incorporé a mi vida, o a las que nunca les presté atención. Es el caso de que lleguen las doce de la mañana de un sábado como este (que siempre me pilla trabajando) y me haya preparado unas aceitunas, patatas y un refresco al son de una musiquita relax; si hay que estar en casa, que sea a lo grande).

        Otra cosa que he aprendido y que me ha venido como Dios es eso de la paciencia; yo tengo poca, sobre todo en los supermercados, cuando la gente se distrae y la cola no avanza. Hoy en Mercadona respiré una paz indescriptible: no podía comprar porque no había casi de nada, así que no necesité ni carro; me movía entre los pasillos como flotando. Tampoco me podía alterar porque las colas eran las que eran, además, ahí fuera no me esperaba nada (todo cerrado); y como tampoco tenía prisa porque no hay nada que hacer…  Pues, relax-ch-ch-ch. Pasé por la sección de perfumería a por unas pinzas para el pelo y al otro pasillo a por un rollo de papel de horno (que todavía quedaban). Y como casi todo está paralizado y la prisa ya no sirve, pues me puse en la colísima, que llegaba hasta Nueva York, y a esperar con una sonrisa (esto ahora es la única distracción,) Y con respecto a lo de usar mascarilla, jamás me la pondría, para un pedazo de virus al que se le está dando tanto poder, una triste mascarilla es como una dulce piruleta (¡¡¡a por ella!!!). Los virus saben hasta latín. Lo que hay que hacer es plantarles cara y que vean que no les tienes miedo (como a los perros que te enseñan los dientes).
        Más ventajas de estas situaciones es que agudizan el ingenio: he visto que mi amiga María José Moreno aprovecha para sortear uno de sus libros, ahora que tendremos muchas horas libres para leer (chapeau, María José, hay que fomentar hábitos saludables).
      Ah, y si te aburres o te sientes solo, vete a Mercadona, aunque no tengas ya nada que comprar, porque ahí siempre hay gente.

        Mercedes Alfaya.

sábado, 7 de marzo de 2020

EL DELANTAL DE LA RENUNCIA


Asistí a una conferencia donde el tema principal era “La paz interior”.
En resumidas cuentas, la paz interior se alcanza cuando aprendes a aceptar y dejas que ocurra lo que tenga que ocurrir. Pero, claro, habrá quien diga: “Entonces, para tener paz no necesito hacer nada. Ni asistir a conferencias, ni trabajarme el ego, ni borrar los programas adquiridos, ni buscar en la niñez…”. Eh, eh, eh…, que no hay más listo que el que no quiere andar (bueno, no era así la frase, pero es lo que se me ha ocurrido).
Vayamos por partes, dijo Jack el Destripador (que se escribe con mayúscula, porque no es cualquier Jack, sino ese).

Para alcanzar la paz interior (sin confundir con “me la suda") lo primero que hay que hacer es renunciar a muchas cosas; sería como despojarnos de esa costra con la que nos movemos, para llegar a la auténtica piel suave y rosada que nos pertenece (o algo así, porque todavía estoy en ello).  
Hoy, por ejemplo, me he colocado el delantal de la renuncia. Y, aunque las palomitas de colores todavía no las anoté como desechables, sí que me hice una lista de cosillas a las que voy a renunciar para ir tomando impulso y ver si puedo alcanzar ese estado en el que ya no hay que hacer nada, solo fluir:
            Renuncio a culpar a nadie por las cosas que suceden.
            Renuncio a cumplir funciones que ya no me corresponden.
            Renuncio a discutir sobre ninguna cosa.
            Renuncio a demostrar que tengo razón.
            Renuncio a temer sobre mis seres queridos (cada cual está en su proceso de vida).
            Renuncio a seguir anotando mis renuncias, porque me voy a tomar un café…, que tengan buena tarde.

        Mercedes Alfaya.

viernes, 6 de marzo de 2020

NADA PARA SEPTIEMBRE



Lo de volverme imperturbable es lo que más me gusta trabajarme. ¡Cómo cambia todo!
Ayer, por ejemplo, preparé un arroz con marisco para Aroa y para mí: sus almejitas, sus gambitas, sus calamaritos, su pez de limoncito…, hasta unas alcachofitas le eché. Todo guisado con amor y consciencia. Pues, viene la niña del instituto a las tres y cuarto de la tarde, lo prueba y dice: —Este arroz no me gusta.
¿¿¿Quéeeee??? Con el arroz en su punto, ni frío ni que queme, en el platito de flores y con el cubierto reluciente. Agggggg!!!!!Eso es lo que hubiera dicho en otro nivel de consciencia. Le habría chillado, le habría obligado a comérselo o habría llamado a su madre (por ese orden). Pero no, porque todo eso formaría parte de mi ego, de lo que me dijeron que había que hacer si el niño desprecia la comida, pero todo eso son programas impostados, porque la cosa no va por ahí. Mi ego no se va a alterar por eso, porque yo tampoco me como lo que no me gusta y no me grito ni llamo a mi madre. No, hija, no. La imperturbabilidad te da una paz que yo digo que está fuera de este mundo. Y no es conformarse o resignarse, es solo eso: no perturbarse POR NA-DA.
—Entonces, ¿qué quieres comer? —pregunté. Ella dijo que huevos con patatas. Ya ven, ponle amor a la cocina que ya vendrán los huevos con patatas para desmontártelo todo. Pues, hala, ahí van los fritos, que te aprovechen. Y me quedé tan pancha. Sí, que se los tendría que haber preparado ella, pero eso ya me lo estoy trabajando como siguiente asignatura.
            El arroz se quedó en el plato, y para no escucharlo protestar, le coloqué otro plato encima y lo metí en la nevera. Que no, que no, que el alterarse por lo que ocurre o no ocurre lo único que propicia es que sigan ocurriendo cosas que me perturben hasta que apruebe (y yo no quiero dejar nada para septiembre).

Mercedes Alfaya.

miércoles, 4 de marzo de 2020

LOS PROGRAMAS



Tengo un cuaderno donde anoto cosillas para recordar, aprender o superar. Lo acabo de abrir y esto es lo que salió escrito:
“Todavía me queda aprendizaje, sobre todo el evitar que me moleste si me envían un vídeo que no me apetece ver, me mandan una página para que lea una noticia que no me interesa o me informan de lo que dice la tele sobre el virus ese al que yo no le presto atención, por no darle energía (si me infectara, sería porque me tendría que infectar; pero yo no me voy a preocupar por algo que ahora mismo no está en mi vida)”.

Bueno, a lo que voy… Aquí, en mi cuaderno, también dice esto otro:

“Si todavía cedo ante cosas que no quiero hacer, es por miedo al rechazo; algo que está ahí incrustado en mi niña interior. De pequeños, aprendemos supervivencia, porque nadie nos enseña otra cosa. Mentimos para librarnos del castigo y también por ese miedo a que nos aparten del grupo, de la familia, de la comunidad... Cedemos a todo por miedo. Y es en ese momento, de pequeños, cuando entendemos que había que hacerlo así (ceder, mentir…) para que nos siguieran queriendo y no nos rechazaran. Y con eso, se grabó un programa dentro de nosotros que sale ahora, porque lo llevamos dentro y no lo hemos resuelto. Y yo pienso: ante esto ¿qué puedo hacer? Creo que lo mejor es permitir que salga la niña interior y, cuando aparezca algo que me incomode o me produzca rechazo, decir: ¡Ostras! ya está aquí la niña Mercedes que, como no se lo permitieron de pequeña, ahora se lo permito yo”.
            Eso es lo que pone en una de las hojas de mi cuaderno. Ahora voy a trabajarlo, porque no es tan fácil (tampoco es tan difícil). Lo que hay es que ser conscientes de los programas que llevamos grabados desde que éramos unos críos. Y todo por miedo a…, pero que ya no nos debería asustar nada: «Esta soy yo, le guste a quien le guste, porque, a quien le tengo que gustar es a mí».

Mercedes Alfaya.