lunes, 30 de octubre de 2023

EL MISTERIO DE LAS COINCIDENCIAS


 

 Decía el psiquiatra y padre de la psicología moderna, Carl Jung que la «sincronicidad» era uno de los aspectos más enigmáticos y sorprendentes de nuestro universo. Doy fe. Tendría para escribir un libro con todas las “casualidades” (entre comillas, porque no lo son) que me han ocurrido. Las tengo anotadas y alguna vez las he compartido con alguien.

Ya sé que tengo mucha imaginación, de pequeña me llamaban: “Antoñita la Fantástica” (también encontré ese libro), pero es que, ciertas cosas de estas que me pasaron, no se me habrían ocurrido por muy fantástica que yo sea imaginando. Te lo digo en serio.

El caso es que, buscando algún video de los que me gustan sobre el despertar de conciencia en youtube, me aparece un tal Eduardo Zancolli hablando de las coincidencias. Me paro a escucharlo y me parece que a ese médico le ocurre lo que a mí, que cada dos por tres aparecen estas casualidades o coincidencias extrañas en su vida. ¡Qué interesante!, me digo. Y en un momento, va y habla de su libro: “El misterio de las coincidencias”, corro a buscar papel y lápiz; lo anoto.

Escucha bien lo que te voy a contar ahora, que no tiene desperdicio:

El tipo y su libro me interesan. Me pongo al habla con mi librera favorita, a la que consulto cuando quiero algún ejemplar en papel, y me dice que no lo tiene; es más, el libro está descatalogado, me advierte. No me doy por vencida y me pongo a buscar en más librerías. Nada. No me queda otra que buscarlo en PDF, que sí lo había. En fin, que voy a lo que voy, que ese libro me interesa mogollón, que lo quiero, que lo quiero en papel, que no lo hay, pero tiene que haberlo porque yo lo quiero, que lo quiero y si algo lo deseas de corazón (y tiene que ser para ti), es que va a aparecer, seguro; esto lo comprobé con un frasquito de colonia del Lidl. Anoté el nombre y cuando llegue a la tienda, todos los frasquitos de colonia alineados en su estante y, entre medias, el hueco vacío con el nombre del que yo quería. Me concentré, confié y metí la mano por el hueco hasta el final, la desvié hacia la izquierda y tomé el último frasco de la colonia que se ofrecía allí y que no era la que yo quería, pero lo hice. Como digo, metí la mano hasta el final, agarré el último frasco y dije: esta tiene que ser la que busco. La extraje y, «voy lá». Allí estaba la colonia, la mía, la que yo quería. ¿Quién la puso allí, al final de una hilera de colonias con otros nombres? ¿Cómo supe yo que estaba allí, al final de una hilera de colonias con otros nombres? Ni idea. Pero lo sentí y confié en mi intuición. También confié en el Universo, yo quería esa colonia y allí estaba.

Bueno, que me enrollo como las alfombras en verano.

Que yo quería el libro del doctor Zancolli en papel y el libro en papel vino a mí (a pesar de que estaba descatalogado). ¿Cómo? Mis hijos se encargaron de buscarlo. De segunda mano, pero nuevo, nuevecito. Me llegó a casa en un paquete sorpresa. ¡Ay! Qué bueno. Y ahora viene lo mejor. ¿Casualidad?... (Me encojo de hombros como hace la mayoría, aunque yo sé que no es casualidad).

Y aquí está la prueba: Te la dejo en la imagen y me anoto el hecho para incluirlo en el libro que quiero escribir con los secretos de la casualidad… jeje.

Gracias, señor Zancolli, por esta dedicatoria “casual”.