Hola, mis amores (esto lo dice una chica de youtube cuando inicia
sus grabaciones y yo se lo copié aquí, ji, ji).
Bueno, lo que voy a exponer a continuación no tiene mucha gracia, o igual sí la tiene y yo no se la veo; o se la veré cuando termine de exponerlo; quién sabe… El caso es que me gustaría compartir una reflexión a ver si a ustedes les ocurre lo mismo que a mí en el transcurrir de los días; de “estos” días, porque mi sensación es múltiple.
Primero, me parece notar como si una especie de polvillo invisible desplegado por la atmósfera me impidiera ver con claridad. Y luego me pregunto: ¿qué diablos significa ver con claridad?, porque con un cerebro contaminado por la cultura y parcheado de programas (tanto ancestrales como familiares) la visión que yo pueda tener del mundo resultaría, cuanto menos, poco real.
Segundo, a pesar de que la gente circula, llena los supermercados, hace cola en el banco, en el
ambulatorio… ¿a ustedes no les invade un sentimiento de soledad, de abandono, de algo
parecido a “estoy aquí, pero nadie me ve”? El “pero” lo incluí a conciencia,
para indicar que anulo lo que añadí delante (igual ni estoy aquí). Esto tiene su explicación: al
parecer, uno sabe que existe, que es, no porque le duela la barriga, se pueda cortar el
pelo o experimente calor en verano (es un decir). Uno sabe que existe porque cuenta
para otros (o eso dicen). Me explico: parece ser que el otro está ahí para
indicarme dónde estoy yo; y ahora veo que es ahí donde está la trampa. Porque, a
ver, yo tendría que saber que existo prescindiendo de todo lo que ocurra fuera
de mí (incluido el que me presten atención o me ignoren) Es algo así como lo
que ocurre en algunas películas del oeste cuando el vaquero llega a un pueblo fantasma,
recorre las calles y se topa con esa especie de bolas de ramajes secos que mueve
el viento de un lado a otro, y la cámara enfoca sus ojos para mostrarnos el
grado de incertidumbre que le embarga: “¿Dónde está la gente?”, y es en ese
mismo instante cuando el protagonista se vuelve vulnerable. El “no saber” crea
incertidumbre. Claro, ¿qué pasaría si al vaquero le importara un pimiento que
en el pueblo hubiera gente o estuviera vacío? Pues, pasaría que la cámara no
tendría que enfocar sus ojos y que la película nos diría que no necesitamos a
nadie para ser quienes somos y para existir; y eso no interesa. Porque,
entonces ¿cómo nos manejan? ¿Cómo nos dicen “vuelva usted otro día, Y CON CITA PREVIA”
como me han dicho hoy a mí en el sitio ese donde me tenían que dar un documento
que necesitaba? ¿Qué pasa, que ahora resulta que el bichito está en todas
partes menos en los bares y el super? (es un decir). Y que conste que nada tiene que ver
esto con el hecho de que no me hayan atendido en ese sitio a donde acudí para
un papeleo, ya lo solucionaré en otro, o lo dejaré sin solucionar hasta que llegue
la solución (¡¡¡¡Ommmm!!!). El contarlo es solo porque me he propuesto practicar
ejercicios de estilo (como dice mi profe del taller literario), escribir de vez
en cuando, soltar. Hoy, salió esto; mañana, vaya usted a saber… Y, digo yo que
ustedes, mis amores, habrán captado el mensajito subliminar que esconde el
escrito (el título también cuenta), ¿verdad? Está claro que esto no me vino porque sí.
Yo, mientras descubro el porqué de este despliegue de aparente
incongruencia que escribí del tirón, sin pensar mucho, lo voy a leer otra vez a
ver si pillo algo. Que tengan un buen lunes, mis amores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario