¿Esto qué es? Ah, sí, una cajita mona, era de galletas, la guardé
“por si” hace un par de años. ¡Fuera! ¿Y estas tapaderas de ollas? ¡Fuera! (con
una tengo bastante). Más cosas. A ver…, fideos, espaguetis, arroz blanco,
todo lo que no entra en mi dieta… ¿Descafeinado? Ni probarlo, los descafeinados
tienen metales, mejor el café entero, Bio, de Colombia, Ecológico, del
Carrefour. ¿Y esto? Velas de cumpleaños en paquete, “por si”, a tirarlo; si al
final no necesito ni la mitad de las cosas que guardo (¡Uy! Me salió un
pareado, es que yo en otro tiempo fui poeta: “Cuando dorado se cierne el sol
sobre tu regazo, de la luz que te contemple quisiera yo ser el rayo” (de lo más cursi). Ahora me
dedico a simplificar mi vida y a currarme por dentro. En fin, sigamos…
Latas de pintura abiertas
“por si” ¡pero si esos colores ya no los uso ni los usaré más…! A la bolsa…
Vaya, cuánto espacio libre… Se me está ocurriendo algo… ¿Y si dejara de
identificarme con todo lo material? Quiero decir, adoptar el minimalismo, que
no es otra cosa que dejar el salón con una mesa, sillas, el sofá y una
plantita que purifique el aire, ¡nada más! Claro que el minimalismo donde hace
efecto, además de con las cosas materiales, es en lo personal. ¿Cómo? Limpiando y actualizando la mente, la agenda de contactos, los recuerdos, los sentimientos, el pobre de
mí, el qué lástima de aquel, el no tengo más remedio, el ya lo resolveré…, también, dejando de
prestar atención a lo superfluo, a lo contaminado (noticias y comentarios
banales), seleccionando lo que quiero en mi vida, evitando que me afecte lo que
ocurre a mi alrededor (imperturbabilidad) y no enrollándome tanto con los
escritos. ¡Simplifica, nena, simplifica! ¡Ah! Importante, importantísimo,
primordial: flota, fluye, identifica al enemigo —que suele habitar en ti— y avanza,
incluso en la oscuridad, tu linaje es tu mejor guía. ¡Uy! Me salí del
personaje, je, je. Igual el minimalismo es lo que necesitaba para contactar
conmigo misma. ¡Claro!, con tanta cosa que no sirve para nada, es que ni se ve
el camino. Mañana me pongo con los pañuelos del cuello (demasiados), con los
libros que ya no valen, con los recuerdos caducados y con las calles sin
salida. El personaje todavía no se ha enterado de que el mejor viaje es el que
hacemos al contenedor de basura, porque nos libera de lo pasado (CON “A”) y de lo
pesado (CON “E”), de lo inservible, de lo que contamina, de los obstáculos que
nos impiden avanzar.
Y ahora pienso: ¿En serio hace falta tanta explicación para decir
que quiero simplificar mi vida? A ver: ¿Cómo habría escrito esto de forma
minimalista? Ahí va:
«Ahora vuelvo, me voy de viaje al contenedor».
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