miércoles, 10 de junio de 2020

LO QUE ES AFUERA ES ADENTRO


La chica del supermercado me avisa de que llevo el bolso abierto. —A ver si le roban el monedero —me dice. Le contesto que si alguien me robara tendría que preguntarme dónde me estoy robando yo, porque todo lo que ocurre en nuestra vida nos avisa de lo que está ocurriendo en nuestra vida (creo que se comprende la repetición).
Le cuento que una vez me fui a comprarle ropa a mi hermana, porque siempre se estaba quejando de que no tenía qué ponerse ni disponía de dinero para remediarlo. La verdad es que mi hermana siempre ha recurrido a mi para casi todo.
Sin detenerme a pensar si era yo quien tendría que solucionar sus cosas, saqué dinero del banco y me fui a una tienda de modas. Nada más entrar, una mujer se cruzó conmigo y me advirtió: —¡Llevas el bolso abierto! —Miré y sentí un agujero en el estómago; me habían robado la cartera con mis documentos, el dinero del banco, mis tarjetas de crédito, las del gimnasio, la biblioteca, el tren de cercanías… y una estampita de Santa Gema que encontré en la calle y que guardaba desde mi juventud.
            En ese momento, lo único que se me ocurrió fue maldecir, lanzar improperios contra el ladrón o la ladrona y desearle que necesitara ese dinero que me había robado para cualquier cosa que tuviera que ver con algún accidente que le ocurriera. ¡Madre mía! Vaya ignorante que era yo en ese momento. En lugar de eso, tendría que haberme parado a ver de qué me estaba avisando el Universo con respecto a mí, ¿dónde me estaba robando yo? Claro que, como nadie nos dijo que la única manera que tiene el Universo de mandarnos avisos es por medio de la reproducción de hechos fuera que nos avisan de lo que tenemos que prestar atención dentro. Ahora lo sé y lo reconozco enseguida, yo me estaba robando a mí misma al intentar solucionar los problemas de mi hermana; mucho más cuando yo no me había comprado nada de ropa en meses.
            Desde que aprendí esto, ya nunca pongo la culpa fuera de mí, al contrario, cuando me ocurre algo desagradable, agradezco al Universo que me avise de que algo va mal en mi vida para localizarlo y corregirlo.
            La chica del supermercado me dijo: —¿Entonces, si el cabrón de mi novio me falta el respeto, se supone que tengo que averiguar dónde me estoy faltando al respeto yo?
            Contesté: —¡Eres bastante lista! Llegar a esa conclusión a mí me costó años, mientras que tú lo has pillado en segundos.
—Pues está claro —dijo ella—. El universo me avisa de que no me respeto al comprobar que alguien de fuera (mi novio en este caso) no me respeta. Y yo no me respeto por aguantar ciertas cosas y no poner los puntos sobres las íes en la relación. Si resulta tan fácil como observar lo que ocurre fuera de nosotros para saber lo que necesitamos cambiar dentro, desde luego me voy a poner a estudiar esto con detalle. Y, en cuanto salga del trabajo, agradeceré al Universo que diera la casualidad de que usted llevara el bolso abierto y yo lo viera.
            Le contesté que las casualidades no existen, sino que también son parte del plan de apertura de consciencia que se nos ofrece cada día, si queremos verlo y trabajarlo, claro; porque todo lo de fuera no hace más que avisarnos de lo que ocurre dentro. 

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