sábado, 26 de junio de 2021

¡VIVA LA IMPERTURBABILIDAD!

 

He leído que nada de lo que ocurra fuera de ti debe perturbar tu paz interior. ¡Qué mono! Pero, digo yo: ¿cómo se consigue eso cuando, por ejemplo, viene alguien y te mete el dedo en el ojo? ¿Le tiro besitos y lo invito a café? ¿O me lo llevo al cine? Porque, una cosa es la teoría y otra bien distinta, la práctica.

Al parecer, si has conseguido mantener esa paz interior, ocurra lo que ocurra fuera, es que ya nadie viene a meterte el dedo en el ojo. Pero, digo yo, igual el dedo en el ojo, no, pero te montan un pollo sin venir a cuento, se te pierden las llaves del piso, la cola del super no avanza, te subió el seguro, no arranca el coche, el niño rompió el jarrón que te trajeron de la India, se paró el ascensor un piso antes de llegar al tuyo, te acusan de haberte quedado con la herencia familiar…, yo qué sé, mil rollos. El caso es que te tocan las pelotas o los ovarios. Y eso ¿cómo se gestiona? Me refiero a que, ¿cómo se consigue estar en ¡Oooom! con todo este encrespamiento alrededor?

Pues mira tú que sí, que se puede. Solo se necesita aceptar (o imaginar) que lo de fuera es como una especie de teatro que nos muestra pistas de lo que todavía no hemos resuelto en nuestra vida, y lo único que hay que hacer es observarlo; ver lo que ocurre y comprender que eso está ahí, porque todavía lo tengo en el subconsciente, sin arreglar, y la vida me lo muestra de esa forma, para que lo haga consciente y lo solucione.

A ver si entiendo esto, porque a la mente, todo lo que le haga cuestionar sus programas y no sean frasecitas monas, chistes, jolgorio, compras, charleta, sensacionalismo, Macdonald, debates sin contenido o palmaditas en la espalda, es que lo rechaza de gordo. La mente solo quiere tener ahí a su ego, y que a usted lo peinen bien. Pues, nada, que se apulgaren las mentes así, pero yo quiero tomar el mando de lo que pienso, lo que siento y lo que hago, para mantener la paz interior. Un momento, que la tipa esta que se ha puesto a hablar por teléfono debajo de mi ventana, me está poniendo de los nervios. 

En fin, ¿dónde estaba? Ah, sí, que me voy por Antequera, perdón, en lo de mantener la paz interior a pesar de…

Creo que voy a poner un ejemplo, a ver si me aclaro y no tengo que hablar tanto. Estoy en mi casa, tranquilita, leyendo, disfrutando de una taza de infusión. Llaman a la puerta (con bastante insistencia). Abro y es el presidente de la comunidad que me increpa diciendo que cuando riego las jardineras de fuera, es que mojo a los transeúntes con prisas y a los que no van a ninguna parte (esto no lo dijo, pero me salió así). Lo que dijo es que mojo a la gente. ¿Y qué? La lluvia también moja a la gente y nadie sube al cielo a quejarse, ¿no? En fin, que, en lugar de molestarme y discutir con él sobre lo humano y lo divino, le digo que lo siento y que no volverá a ocurrir. Listo. Cierro la puerta, vuelvo a mi lectura y a mi infusión, que se ha enfriado. Y en lugar de mosquearme pensando que el tipo ese tuvo la culpa de que yo ahora tenga que volver a calentar mi Rooibos, lo que hago es llevarlo otra vez al fuego, sin más. Y ahí está la imperturbabilidad.

Ahora, me queda trabajito. Porque como todo lo que ocurre fuera viene a informarme de lo que ocurre dentro, a ver qué me quiso decir el escenario con la llamada del presidente de la comunidad a mi puerta y con la queja de los vecinos por recibir un poco de agua mientras riego las plantas. Igual, lo que tengo que aprender es a no “bautizar” a nadie sin su permiso. Vete tú a saber…

Oye, que esto es un ejemplo, que a mí nadie me ha llamado la atención por regar las plantas; entre otras cosas, porque mis plantas sí que están en la onda superior y ya no necesitan ni agua. ¡Qué listas son!

2 comentarios:

  1. Gracias por otra historia sencilla, contada de una manera impredecible, leída de forma dinámica, con un final inesperado...

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