domingo, 4 de julio de 2021

COMETAS EN EL CIELO

 

Ayer no encontré mi tetrabrik de leche en la nevera. Tampoco me saludó la vecina de arriba cuando nos cruzamos en la puerta. Han vendido el ático que me gustaba y el cajero automático estaba fuera de servicio. 

Desayuné un lánguido café frío en el bar de la esquina; y, por más que corrí, no pude alcanzar el autobús de las ocho, con lo que me tuve que empeñar al galope para llegar a tiempo a la oficina.

Mi jefe olvidó su cara amable en alguna percha, y mis compañeros de trabajo andaban tan atareados que ni siquiera me pude desahogar con ellos. Se me rompió el collar de piedrecitas que me regalaron por mi cumple y, encima, me di cuenta de que me había dejado el móvil en casa.

A media mañana, un cliente insatisfecho me vomitó en la cara todo tipo de quejas e improperios; menos mal que se habían terminado las etiquetas de «Váyase usted a la mierda», que si no... Además, entre los mensajes que recibí al correo, no encontré el que esperaba.

Por la tarde, me picó una avispa en el tobillo y se me fue la conexión a internet cuando buscaba un hotelito de fin de semana para descansar.

Sin embargo, ocurrió algo sorprendente, y es que comprendí que, sin mi permiso, nada de eso conseguiría borrar mi sonrisa de piruleta.

Hace sol y he dejado volar mi cometa.

 

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