Tengo un amigo que me está enseñando a montar en
bicicleta. Antes, yo lo intentaba sola, aunque, como siempre terminaba en el
suelo, lo dejé. Él dice que no debo tener miedo, que las caídas forman parte
del aprendizaje y que lo importante es la paciencia, mantener el equilibrio y
no perder de vista el frente.
Ayer lo pasamos de fábula, porque como soy tan loca, al
llevar a cabo una maniobra por mi cuenta, casi me estampo contra el muro.
Entonces, mi amigo me agarró del sillín y corrió conmigo: “Eso es, eso es”,
decía, y yo sentí que me elevaba en el aire.
Cuando se fue, estuve practicando un rato y me parecía
que él seguía allí, a mi lado, dándome aliento y recordándome que puedo
conseguir todo aquello que me proponga. Qué curioso, a veces pienso que los
amigos son como ángeles; pero mi amigo más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario