Me encontré en la
calle con una persona que hacía mucho que no nos veíamos. Charlamos a la sombrita
de un árbol. Me dijo que yo le estaba ayudando mucho a aclarar sus dudas. En
realidad, nos estábamos ayudando mutuamente, porque cada vez que me preguntaba
algo, yo necesitaba primero aclararlo en mí para luego brindárselo.
Uno de los
interrogantes que me planteó fue este: Si veo que a una persona le cuesta manejar su vida, ¿le puedo ayudar? Mi pregunta fue: ¿Te ha pedido ayuda?─ No (contestó)─.
Entonces, ¿por qué quieres ayudarle? ¿Por qué sabes que sería mejor que tú
intervinieras en lugar de que esa persona viera lo que tiene que ver mientras
aprende con sus circunstancias? Es más ¿tú sabes cómo ayudarte a ti?, porque
nadie puede brindar lo que no tiene.
Nos quedamos un rato
en silencio.
El silencio me hizo
comprender que yo trataba de hacer lo mismo con esta persona: ayudarle. En
realidad, la persona me estaba pidiendo ayuda, no era que yo me hubiese ofrecido a ello por las buenas, aunque la
ayuda siempre es llevar al otro a sí mismo, no darle explicaciones de nada.
Cuando llegué a
casa, estuve pensando: Si las personas
somos espejos y lo que veo en el otro
soy yo mismo: ¿para qué apareció esta persona en mi vida pidiéndome ayuda?
Una estrella fugaz
atravesó el cielo.
Y saben qué, recordé un poema y un chiste:
POEMA
A mis soledades voy,
de mis soledades
vengo,
porque para andar
conmigo
me bastan mis
pensamientos.
CHISTE
Papá, si los Reyes
Magos son los padres, ¿tú quién eres?
Merce- Xiaonik
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